Bath, Inglaterra
Marinette visitó al día siguiente a su amiga Jane para darle la buena nueva. En el carruaje se sentía pletórica, caliente y feliz; y caliente no solo por el par de ladrillos ardiendo que tenía bajo sus pies para cobijarla del frío inglés, sino por todo lo que Adrien le había hecho la noche anterior.
No sabía que sus pechos podrían llegar a ser tan sensibles, ni que su cuerpo respondería humedeciéndose de ese modo, preparándose para ser poseído. Aunque la posesión no llegó, pues debían esperar a permanecer casados tal y como sugería Adrien.
Colocó sus manos enguantadas sobre sus mejillas ardientes, y bufó como una dama no debería hacer jamás. Pero una dama tampoco debía permitirse recibir las licenciosas atenciones que Adrien le prodigó en el banco de la capilla; así pues, ¿qué más daba relinchar como una yegua encelada?
Era una dama, pero estaba dispuesta a no perderse su sensualidad como mujer, y no debía ni quería avergonzarse de ello. Sencillamente, no lo haría.
Mientras sus pensamientos no le daban tregua, miraba a través de la ventana el paisaje que dejaba a su paso; un impresionante entorno natural que se pronunciaba en mayor medida cuanto más se aproximaba a la ciudad de Bath.
Marinette comprendía, al contemplar las inmensas campiñas y las colinas de alrededor, que aquel fuera un lugar inspirador para su amiga, que adoraba escribir. De hecho, Marinette no dudaba en su increíble capacidad para contar historias y estaba convencida de que algún día el mundo reconocería el talento de Jane.
Mientras tanto, sus escritos no salían del interior de sus cajones, excepto cuando deleitaba a su familia con una de sus historias.
Atrás dejó la abadía y la fuente de las aguas termales que quedaba adyacente en el valle del río Avon; sonrió, pues, aunque era un lugar maravilloso, sabía que a su literaria amiga el olor de las aguas termales le desagradaba y cuando la viera, no tardaría en hacérselo saber por enésima vez.
Cuando llegó al hogar de los Austen y bajó del carruaje, Jane la esperaba en la entrada de su casa con un vestido azul con camisa de cuello alto y delicados encajes, y una mantita blanca de lana por encima de los hombros; tenía las manos entrelazadas sobre el vientre y una sonrisa de oreja a oreja.
Jane disponía de un rostro de expresión despierta e inteligente, la piel muy blanca y un aspecto nada desdeñable. Pero era la hechura de sus ojos, la vivacidad que en ellos se reflejaba, lo que dotaba a su amiga de algo que las demás no tenían: una abierta curiosidad por todo lo que la rodeaba.
La familia de la muchacha provenía de la burguesía agraria. Su padre era el reverendo George Austen, muy querido por todos los que le conocían. Jane se recogió la falda para caminar hacia ella y tomarle las manos con cariño.
—¡Cielo santo, Marinette! ¡Eres la viva imagen de la belleza! —la saludó enérgica y sonriente—. Tenía tantísimas ganas de verte. ¡Estás tan hermosa!
Marinette la abrazó con suavidad y besó sus mejillas.
—¡Mi buena amiga Jane! —El afecto entre ellas era abierto y sincero, y puesto que no se encontraban dentro de un marco demasiado protocolario, dieron rienda suelta a su expresividad.
—Ven, entra en casa, por favor —dijo mientras entrelazaba su brazo con el de Marinette y la guiaba hasta el interior de su vivienda, que disponía de un cuidado jardín delantero y otro trasero—. Tienes las mejillas frías; Cassandra nos ha preparado un delicioso té para que entres en calor.
Marinette asintió y le indicó a David, su cochero, que regresara a la mañana del día siguiente a recogerla. El hombre acercó su bolsa de viaje a la puerta de la casa y le hizo una reverencia, acatando sus órdenes.
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Panthers (Adrinette)
FanfictionSummary: La historia de un amor truncado por una traición y de una venganza tramada por cuatro mujeres feroces, bellas e inteligentes como panteras. El desamor es el peor zarpazo que puede darte la vida... ¿Qué le queda a una mujer cuando la acusan...