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Theo Barboth Eastwood llegó sudoroso, con la camisa blanca arremangada hasta los codos, y la cicatriz de su frente manchada de polvo. Sonrió con sinceridad cuando vio al duque de Bristol sentado sobre la mesa de su camarote, y acompañó la sonrisa arqueando las cejas negras con sorpresa.

—¿Qué hace mi amigo el duque por aquí? —preguntó lord Theo.

—Quería hacerte una visita. —Adrien se encogió de hombros, visiblemente relajado—. No nos hemos visto después del violento momento que pasamos con Vincent, y quería saber tu opinión.

—¿Mi opinión?

—Somos socios, ¿no? ¿Te parece bien que haya prescindido de él por maltratar a una mujer?

Theo sonrió quitándole hierro al asunto.

—No la maltrató. Solo le dio un pequeño escarmiento por jugar con él toda la noche. La dama exageró.

—¿No la maltrató? —preguntó atónito.

Theo frunció el ceño, pues no quería discutir con Adrien ya que sabía que el bueno del duque tenía siempre una opinión muy blanda respecto a las mujeres. Él y Vincent estaban hechos de otra pasta.

—No importa si lo hizo o no. Lo único que importa es que no es motivo suficiente para echar a tu mejor amigo de tu negocio. Espero que solo haya sido una riña sin importancia. —Se dirigió al armario donde guardaba las bebidas y tomó dos copas vacías y una botella de coñac—. ¿Quieres una?

—Por favor —asintió Adrien, sin mostrar un ápice de nerviosismo—. Mis padres vivían en casas separadas, ¿lo sabías?

Theo asintió.

—Sí. Tu padre era un donjuán y tu madre no soportaba que fuera a calentar la cama de otras. Le pasa a todos los matrimonios.

Adrien negó con la cabeza y aceptó la copa de coñac que le ofrecía Theo.

—No. No vivían separados por eso. No fue por las infidelidades. Fue porque a mi padre le encantaba pegar a mi madre —explicó con tono llano, observando las profundidades de la copa que contenía el dorado líquido anestésico—. Cuando tuve dinero propio, le compré a mi madre una casa en Londres para que viviera sola allí y no tuviera que sufrir nunca más los puños de mi padre. ¿Sabes por qué mi padre y yo no nos hablábamos?

Theo sorbió de su copa, mirando a Adrien sonriente.

—Porque era un dictador.

—No —volvió a negar—. Porque una vez le dio una paliza tan grande a mi madre que por poco la mata. Yo no estaba en casa esa noche. Cuando regresé, encontré a mamá bañada en sangre. El hijo de perra no se dignó llevarla a la cama ni pedirle perdón. La dejó ahí, en el suelo del salón, como si se tratara de ropa sucia. ¿Sabes qué hice yo?

Theo ya no tenía más ganas de sonreír, así que negó con la cabeza.

—Me hice cargo del problema. Saqué a mi padre de la cama y le di una paliza igual de grande; tanto, que me aseguré de que no se moviera al menos en un mes. — Alzó la copa y la removió ante sus ojos—. Y le dije que si volvía a tocarla, lo mataría. Cuando mi padre se recuperó, en vez de desheredarme, en vez de recriminarme que le golpease, me dijo: «Por fin eres un Agreste Shame. Por fin eres como yo» —susurró rabioso—. Esas fueron las últimas palabras que crucé con él. Hasta que murió.

—¿Por qué me cuentas esto, Adrien?

—Te lo cuento porque, cuando hay algo que no me gusta, pongo remedio. Te lo cuento porque... —Dio un paso hacia él, como si paseara por el camarote sin preocupación alguna—. Porque odio a los hombres que maltratan a las mujeres. Los odio a muerte. Vincent no va a volver a trabajar aquí. Ni aquí ni en ningún otro lugar. No lo permitiré.

Panthers (Adrinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora