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La primera edición de The Ladies Times provocó una serie de repercusiones imparables y revolucionarias.

Por un lado, consiguió que el joven inspector Couffaine accediera a escuchar a Adrien Agreste Shame en Whitehall Place, la sede de la policía metropolitana.

Luka le invitó a tomar un café en el local vecino.

—Es grato volver a verle, duque —dijo el agente pelinegro. Tenía veintiocho años y un brillante porvenir. Sus ojos azules reflejaban una grandísima capacidad de deducción de la que consideraba que carecían la mayoría de los investigadores ingleses; sobre todo si estaban influenciados por el rey Jorge y acataban sus órdenes directas de no proseguir con sus indagaciones—. Sin embargo, no ha sido ninguna sorpresa reencontrarle. —Llevaba un ejemplar de The Ladies Times doblado bajo el brazo, y lo tiró sobre la mesa al tiempo que se sentaba y pedía al camarero un kahvé —. Después de leer este boletín, sabía que reabriría tanto viejas heridas como viejos archivos. Quien sea el que esté detrás de este periódico, se va a meter en un buen lío. El rey no tardará nada en pedir que apresen a todos los repartidores.

A lo largo del día, Adrien había tenido que escuchar a muchos caballeros pidiendo el café que sirvieron las damas de Dhekelia. Lo habían hecho popular en apenas dos días, porque eso era lo que se conseguía cuando se mencionaba algo en un medio escrito; bueno o no, se hablaría de ello. Y la curiosidad había conseguido que empezaran a hacerse pedidos en todos los cafés y tabernas londinenses. En principio, implantar un nuevo producto en tierras inglesas debería conllevar días de espera, semanas e incluso meses. Misteriosamente, el kahvé ya estaba siendo distribuido sistemáticamente, como si durante días hubiese estado en el puerto esperando a ser vendido y consumido. Como si supieran que una controvertida gaceta destinada al público femenino fuera a promocionarles y a proporcionarles la entrada al comercio inglés de manera fulminante.

Adrien sabía que debería darle más importancia a la irrupción de una competencia directa para uno de sus tres productos bandera, pero que la gente pidiera el kahvé en esos momentos era lo de menos; su mente hervía con otras informaciones menos sabrosas que las de la exótica bebida, pero más suculentas y dolorosas.

—¿Cuál es el motivo real de su visita, lord Adrien?

—Lo que le cuente ahora, inspector, debe permanecer en la más estricta confidencialidad. Si saliera algo de aquí, mucha gente correría peligro.

Couffaine apoyó la espalda en el respaldo de la silla y lo miró con interés.

—Mis labios están sellados, milord. Soy un profesional.

Adrien procedió a contarle su descubrimiento sobre Félix y Bridgette, y lo que ambos le explicaron acerca de David y la trama que orquestaron en El Diente de León.

Couffaine no salía de su asombro y, a la vez, asentía como si ya se imaginara algo por el estilo con relación al caso de Marinette Dupain. Observó cada gesto de Adrien; escuchó cada palabra pronunciada; apuntó cada nombre, cada dato relacionado con la hija del duque de Gloucester. Su caso había sido cerrado abruptamente por orden de Su Majestad, pero con lo que él había descubierto y lo que el desesperado duque de Bristol le decía, podía crear un rompecabezas con muchas soluciones; aunque al final solo habría una válida: la verdad.

—Con todo lo que usted me está diciendo, milord, tengo material suficiente para retomar mis investigaciones.

—Lo sé, inspector. La pregunta es: ¿lo hará o también cederá a los deseos del rey?

—Teniendo en cuenta que la lucidez de Su Majestad es voluble e inconstante, el departamento de policía metropolitana obedece las órdenes directas del señor Lê Chiến Kim. Y sabiendo que fue precisamente el caso de Marinette lo que lo ascendió de magistrado a fiscal supremo, creo que no tendrá buena predisposición a reabrirlo. — Entrelazó los dedos y apoyó los antebrazos en la mesa—. Tal vez Lê Chiến Kim no quiera ver ahora todo lo que obvió entonces.

Panthers (Adrinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora