El fin de semana por fin llegó, y con él la oportunidad perfecta de Louis para escapar de toda aquella locura por unas horas.
Ese día el sol partía la tierra, mas la brisa fresca se sentía agradable. Su alarma sonó a las diez de la mañana. Saltó de la cama y tomó de su armario un jogging negro, una remera color borgoña y unas vans clásicas. Luego de eso se apresuró a vaciar su mochila de la escuela y meter adentro una libreta forrada en cuero y algunos lápices.
—Lou, hijo, ¿qué haces? —Cuestiona su madre visiblemente sorprendida cuando lo ve aparecer por las escaleras.
—Buen día mamá, voy a salir —fue lo único que contesta antes de tomar una campera y salir de su casa.
Abre el garaje y busca aquella vieja amiga que antes solía acompañarlo a todos lados. Su querida bicicleta estaba ahí, con tierra y un poco desinflada, pero estaba y eso importa. Como pudo le quitó la tierra y buscó entre las pilas de cajas un inflador para arreglar aquellas ruedas.
Una capa de polvo lo cubrió, debía hacer limpieza en aquel lugar. Estaba lleno de ropa vieja que ya no usaban, cosas sin importancia, documentos inútiles, fotos familiares, cintas con canciones, mayormente cosas de su padre que su mamá no alcanzó a quemar cuando él se fue.
Luego de inflar su bicicleta, se detuvo a mirarla. Si subía corría un riesgo grande, pero en ese momento no sabía si el riesgo sea peor si se quedaba entre esas cuatro paredes. Bajó a la acera y comenzó a pedalear hasta alejarse de su casa. Cuanto más se alejaba más vivo se sentía, pero no pudo evitar desbloquear recuerdos que hubiera preferido no desbloquear.
Hubo una época oscura en la vida de Louis en la que salía a andar en bicicleta seguido para despejarse. Cuando su mamá no procesaba la pérdida de su esposo más el accidente de su hija, y lo único que hacía era beber hasta quedar inconsciente, Louis era apenas un chiquito de diez años.
Frenó de golpe en la acera cuando un recuerdo golpeó su pecho. Una ambulancia, muchas luces, una camilla saliendo de su casa con su madre en ella. Silencio, oscuridad, él solo llorando en medio del living, un doctor que le dijo que todo iba a estar bien.
Esa noche su madre había tomado pastillas para dormir mescladas con alcohol y estuvo cerca de morir. Louis, con solo diez años, iba a verla al hospital mientras su abuelo se quedaba consolando a Félicité. Pero después de llegar aquel sábado a su casa y ver a su madre saliendo casi muerta de allí, los paseos en bicicleta se volvieron aterradores. Ya no quería salir por miedo a lo que pueda pasar, y cada vez que pensaba en eso su cuerpo empezaba a temblar.
Parpadeó rápidamente, volviendo a la realidad. Estaba sobre su bicicleta, frenado, en medio de la calle con el cuerpo negándose a reaccionar. Sus pies se clavaron en el suelo y ya no pudo moverse al ver aquellas dos luces amarillas ir hacia él.
Debía moverse, debía escapar, debía reaccionar.
—¡Cuidado! —Oyó un grito a lo lejos seguido por un bocinazo.
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Fucking English boy
RomanceOjos azules, como el Atlántico. Me hacen caer como el Titanic...