Capítulo 1

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*Meses antes*

Un ruido constante lo hizo alborotar. Estiró su mano sobre la mesita de noche, tratando de dar con el insoportable despertador. En el trayecto volteó sin ver un tarro de desodorante, un paquete de pañuelos y un caramelo de limón que le habían dado de vuelto en el kiosco. Cuando por fin dio con el despertador, lo apagó de un golpe.

Salió de la cama de un salto y, luego de ponerse el uniforme de la escuela, corrió al baño. El año escolar empezaba hoy, y Louis no iba a dejar que una llegada tarde arruine sus planes.

Bajó las escaleras a toda prisa y, al llegar al comedor, vio todo oscuro, sin vida, vacío...

—No puede ser, quizás se durmió —dijo para sí mismo buscando con su mirada cansada, rastros de vida en la planta baja de su casa.

No podía ser que su madre se haya dormido, ella entraba a trabajar unos minutos después de que él entre a la escuela, por lo que siempre lo llevaba de pasada. Y nunca había llegado tarde a trabajar, por lo tanto, Louis nunca llegó tarde a la escuela.

—¿Te caíste de la cama? —Oyó una voz chillona, casi inaudible.

—Fizzy... —Louis dirigió su mirada hacia su hermana, quien aparecía en su silla de ruedas en el comedor—. ¿Qué haces aquí?

—La pregunta es qué haces tú aquí, y con esa ropa... —lo observó risueña.

—Llego tarde a la escuela...

—Lou, son las cinco de la mañana, yo me desperté a tomar la pastilla.

Su cerebro hizo una especie de click y quiso golpearse por haber sido tan estúpido. No sabía cómo o por qué había sonado su alarma a las 5 a.m., pero se llevó un buen susto.

Su hermana, Félicité, se despertaba todos los días a las 5 a.m. a tomar una pastilla. Hace unos años, un accidente casi la mata, un auto impactó contra ella una mañana de niebla, dejándola en silla de ruedas. Hizo miles de tratamientos, pero nada sirvió. Vivió parte de su vida maldiciéndose por no haber visto el auto, por haber sido tan ciega, pero ahora agradece seguir viva. Al principio fue difícil, tuvimos que armar una habitación en la planta baja solo para ella, amoldar toda la casa para ella, pero ahora ya todos nos acostumbramos... no nos quedó de otra.

—No puedo volver a dormir —farfulló, notando como su hermana se reía de él por ser tan tonto.

—Prepara café, hace mucho que no charlamos —propone su hermana, encaminando su silla a la cocina.

Tenía razón, hacía mucho que no hablaban. Antes pasaban horas y horas hablando sobre todo, Louis confiaba mucho en ella, y ella se comportaba a veces como una madre con él. Se cuidaban mutuamente y eso era lo que importaba.

Cuando el café estuvo listo, lo dividió en dos tazas, una blanca con una frase negra y otra azul petróleo.

—Ponle...

—Dos de azúcar, lo sé Fizzy —la miró con una sonrisa.

Ella asintió y sonrió. Louis le entregó su taza y ella le dio un sorbo, quejándose por haberse quemado.

—¿Crees que papá vuelva algún día? —Preguntó ella, haciendo que su hermano se ahogue con el café.

—¿Qué?

—No sé, a veces pienso que estoy bien, pero quizás necesite a un padre... ya sabes... un hombre que me quiera.

—Me tienes a mí —le entregó una sonrisa cándida.

—Lo sé, pero ¿nunca pensaste en mamá? Tarde o temprano vas a tener que hacer tu vida y no vas a poder hacerte cargo de una paralítica y una señora mayor.

A Louis le dolía escucharla decir esas cosas, le dolía la forma en que se hablaba y como pensaba que era una molestia para él. Quería hacerle saber a su hermana que la amaba, todo el tiempo, pero ella a veces se comportaba como si hubiera sido mejor morirse en aquel accidente.

—Fizzy, siempre voy a estar para ti —y, dándole un beso en la punta de la nariz, se puso de pie para lavar su taza.

Fucking English boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora