Moonlight IX

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    Estaba en frente del espejo, ya tenía puesto aquel precioso vestido de novia blanco. No era nada exagerado, en realidad, era bastante sencillo y creo que por eso me gustaba más. Sí, la chica del espejo se veía hermosa pero triste.
   
    —Eres una novia preciosa —dijo la Sra. Anderson entrando a la habitación y solo me limité a asentir sin mucho ánimo—. ¿Necesitas algo?
   
    —¿Podría... Podría hablar con mi padre? —pedí algo retraída.
   
    —Sabes que está en la cárcel, Westley.
   
    —Lo sé, pero creí...
   
    —Mira, te conseguiré la llamada para luego de la boda, ¿te parece? Ya nos están esperando abajo, no dará tiempo para que hables con él.
   
    Asentí sin mucho problema, de todas formas, mi padre de seguro que derrumbaría el mundo si se enteraba de que me iba a casar con Ryan Anderson para pagar sus deudas; aunque bueno, tampoco podría evitarlo aunque lo hiciera.
   
    La Sra. Anderson me acompañó hasta el borde de las escaleras que daban al primer nivel y luego bajó dejándome sola allí arriba. Mis manos temblaban, sabía que no sería un matrimonio real, incluso si fuese legalmente verdadero, pero me sentía horriblemente nerviosa.
   
    —¿Lista? —sentí su voz en mi oído y di un brinco. Casi caigo por las escaleras pero él me sujetó de la cintura riendo—. Siempre reaccionas igual.
   
    —Y tú siempre apareces igual —dije nerviosa, removiéndome para que me soltara, aunque no cedió y pegó mucho más mi espalda a su cuerpo.
   
    —Escucha, Moon, espero que te comportes abajo.
   
    —Hasta ahora lo he hecho, ¿no? —le respondí y sentí como apretó su agarre sobre mí—. Me estás lastimando, Ryan —me quejé tratando de que parara pero fue en vano.
   
    —Lo sé, querida, lo sé —respondió y llevé mis ojos hacia el techo. Sentía que las lágrimas iban a salir otra vez y no podía permitirlo, en un solo día había llorado más que en toda mi vida.
   
    —¿Siempre... Siempre vas a ser así? —pregunté contenido mis ganas de echarme a llorar.
   
    —¿Cómo?
   
    —¿Que si siempre vas a usar la fuerza para conseguir lo que quieres?
   
    —Si quieres que te traten bien, debiste aceptar lo que te propuso James —sentí como se me congeló la sangre cuando dijo eso ¿Cómo rayos se había enterado?—, aunque no pensaba permitirlo de todas formas.
   
    —No acepté, así que no tienes nada que reclamar —me apresuré a decir nerviosa.
   
    —Pero le besaste.
   
    —Eso no importa. —Me removí, consiguiendo que él apretara más fuerte, haciendo que doliera.
   
    —Escúchame, Moon, ni se te ocurra aceptar a James o a otro. Créeme que me entero de todo y no hay nada que se mueva alrededor tuyo que yo no sepa.
   
    —No es como que debería importarte. —Me sequé algunas lágrimas que se habían escapado de mis ojos—. No sientes nada por mí, así que no debería importar...
   
    —Créeme que sí me importa —me interrumpió—, te dije que serías mía y soy bastante egoísta con mis cosas, no las comparto con nadie.
   
    —Ya te dije que no soy tuya —le contrarié y su agarre aumentó tanto que me quejé por el dolor inevitablemente ¿Cómo le hacía para que doliera tanto?
   
    —Moon, aún no lo eres, pero lo serás, créeme.

    No sé si fue impresión mía, pero sentí que algo mojaba mi hombro cuando dijo eso, aunque el dolor aumentó tanto que definitivamente debía de ser mi imaginación.
   
    —Me estás haciendo daño, para, por favor —le pedí sollozando y secando más lágrimas, no podía creer que estuviera haciendo eso justo antes de la boda.
   
    —Cariño, no llores o arruinarás el maquillaje.

    Eso me sacó de quicio. —¡Ya déjame en paz! —grité, dándome vuelta y le empujé. No pregunten cómo lo logré, porque ni yo misma lo sé—. ¡Déjame en paz, maldita sea! ¡Déjame! —golpeé su pecho frenéticamente mientras lloraba y sentí como él sujetaba mis muñecas para detenerme. Me quedé con la cabeza recostada en su pecho mientras más lágrimas caían, ya estaba bastante mal, no necesitaba que lo siguiera empeorando.
   
    —Ve y arregla tu maquillaje antes de bajar —me ordenó ásperamente y me apartó a un lado—. Y si aún no quieres verme... Ponte esto. —Sentí como colocaba en mi mano una cinta.
   
    Ni siquiera esperé a que se fuera y volví a la habitación. Entré y me recosté de la puerta bastante mal, miré la cinta de color blanco que había en mi mano. Era un maldito monstruo, no necesitaba ver su cara para saberlo y tampoco tenía ganas de hacerlo.
   
    Me acerqué al espejo y vi que el maquillaje casi no se había arruinado, solo lo arreglé un poco y salí de allí. Llegué a las escaleras y noté que él me esperaba al pie de ellas, estaba de espaldas. Con esa vista por lo menos comprobé que las descripciones eran horriblemente exageradas, eso de la joroba era una completa mentira. Aunque ya de algunas cosas me había dado cuenta,  el hecho de que era mucho más alto que yo y obviamente más fuerte jamás me pasó por alto. Me sorprendió que su cabello fuera castaño, esperaba que fuese rojo como el James.
   
    No me puse la cinta en los ojos, ya que me había dado la opción decidí ser valiente y enfrentarle (Esa valentía no me duraría mucho)
   
    Bajé los escalones y sentía que no tocaba el suelo de lo temblorosas que estaban mis piernas. A medida que la distancia entre nosotros se acortaba, podía notar el horrible pavor que me causaba su sola presencia. Sentía como si un aura oscura y maligna le cubriera, aquello no me parecía normal, no entendía por qué sentía tanto miedo.
   
    Llegué a su lado y no levanté la vista para verle, me quedé mirando al suelo ¿Que sí tuve curiosidad? Sí, mucha, pero el valor desapareció tres escalones antes de llegar a él.
   
    —¿Ahora quieres verme? —escuché que preguntó divertido.
   
    —No, solo que no puedo usar una cinta el día de mi boda —respondí mirando hacia el lado contrario de donde estaba.
   
    —Bien.

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