Eclipse XLIV

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    Las palabras de Leyla no habían acabado de salir de su boca cuando Westley sintió la presencia de Jonathan a sus espaldas, pero, para mala suerte de ellos, ella también logró pararle con manos invisibles, aún si eso le estaba costando a mares. Leyla y Jonathan, en su forma de bestia, no se rindieron por ello y siguieron ejerciendo toda su fuerza y poder sobre el cuerpo de Westley. Ella gritó desgarrando su garganta por el esfuerzo que estaba haciendo y sentía que no aguantaría mucho, su cabeza martillaba y su cuerpo dolía como si se comenzara a quebrar en pedazos. Podía escuchar la risa de Leyla a su lado, como si supiera que ganaría pronto, pero no podía darle ese gusto, debía acabar con ella, debía pararla, debía hacerlo por todos a quienes amaba.
 

 
    Desapareció de en medio de ellos en un pestañeo, haciéndoles chocar y, sin darles tiempo a reaccionar, usó su viento cortante para descuartizarlos. Westley creyó haber ganado con ello, pero Leyla era una tramposa de primera y usó sin remordimientos a Jonathan como escudo, dejando que ella le despedazara con sus poderes.
   
    Leyla desapareció y apareció a las espaldas de Westley, lanzándola a unos cuantos metros de una patada. Su cuerpo rodó por todo el lugar haciéndose daño, estaba al límite, todo le dolía y sentía que moriría, pero con su fuerza de voluntad, volvió a ponerse en pie para enfrentarla. Leyla despareció de su campo de visión nuevamente y apareció a unos metros, Westley notó sus intenciones al instante cuando sintió el viento comenzar a soplar, iba a hacer los mismo que hizo ella, y era obvio, si ambas tenían los mismos poderes.
   
    —Muere, Westley Moon —dijo antes de hacer el movimiento de manos que acabaría con su vida.
   
    Todo parecía pasar en cámara lenta, ella desde el principio supo que no podría esquivar eso, no sin tener algo con que cubrirse, no estando tan débil. Sintió el miedo cubrirla por unos instantes pero luego solo pudo sentir dolor, dolor y desesperación porque Ryan apareció delante de ella.
   
    —¡Ryan, no! —gritó en cuanto vio las cuchillas invisibles cortar su cuerpo y le tiró al suelo tratando de evitar lo ya inevitable. Cayó sobre él para cubrirlo pero ya era tarde, podía sentir su sangre correr manchando todo su cuerpo—. No... no, no, no, no, no —sollozó desesperada, separándose de él queriendo creer que aquello que sentía no era su sangre. Le acunó en su regazo, mientras por todos los medios trataba de cubrir sus heridas, pero eran demasiadas y muy profundas para que ella pudiera hacer algo. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos mientras se repetía una y otra vez que no era cierto, que no podía ser cierto, que era mentira.
   
    —Perdón —la voz débil de él le hizo llorar más fuerte mientras le abrazaba, notando que no solo sus heridas sangraban, sino también sus ojos y oídos—. Lo siento, mi luna...
   
    —¡No me digas lo siento, me prometiste que seríamos felices, lo prometiste! —gritó desesperada abrazada a su cuerpo, haciendo aún el vano intento de salvarlo—. Me dijiste que estaríamos juntos ¿Por qué me haces esto, Ryan? ¿Por qué? —le reclamó llorando sin parar y él casi sin fuerzas sostuvo la mano con la que ella trataba en vano de taponar sus heridas.
   
    —Porque antes te prometí... que nada... ni nadie te tocaría mientras viviera, y yo no rompo mis promesas —susurró a su oído entrecortado por el dolor y ella rompió en llanto aún más fuerte, sintiendo que se le iba la vida en cada instante—. Te amo, mi luna, mi... mi corazón será siempre tuyo... No lo olvides. —El agarre sobre su mano se hizo totalmente nulo luego de aquellas palabras y poco a poco Westley pudo ver como la vida dejaba el cuerpo de su amado.
   
    —No, amor, no me dejes, no me dejes, Ryan, no lo hagas, ¡maldita sea, no lo hagas! —le suplicó desesperadamente, aferrada a su cuerpo muerto entre sus brazos—. Te amo, mi amor, no me dejes, por favor, no me hagas esto. —Mordió su labio mientras las lágrimas caían y un grito desgarrador salió desde el fondo se su garganta haciéndole daño. El dolor era demasiado, sentía que un parte de ella había muerto en ese instante. Él no merecía morir, no por ella, no así, no otra vez. Ella debería haber muerto, no él, debería estar ahí y no Ryan que había dado todo por ella, pero una vez más lo volvió a hacer...
   
    "Westley, vas a ser mi perdición".
   
    Escuchó su voz en su interior y gritó su nombre sin querer despegarse de su cuerpo nunca más, queriendo morir allí mismo, no le importaba nada, ni siquiera recordaba que Leyla seguía ahí, viva y disfrutando esa escena de dolor como jamás se lo imaginó.
   
    —Te amo, Ryan —dijo entre lágrimas besando su ensangrentado rostro con dolor—, no me abandones, amor, no me dejes con este dolor, te lo ruego. —Abrazó su cuerpo, rompiendo en llanto nuevamente y su corazón no dejó de doler, pero las palabras del libro de Katherina volvieron a su mente.
   
    "Si la luna se alza contra los inocentes, entonces el sol sellará su castigo".
   
    Westley gritó más desesperadamente. ¿De qué le servía esa respuesta ahora? No había podido protegerle, no había podido hacer nada por él. Estaba destrozada, y sentía como las llamas comenzaban a arder en su interior, como si su dolor le invadiera, como si no solo fuera el suyo el único que ardía en su pecho.

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