Moonlight XVIII

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Arriba fotito de lo que nos encontraremos más abajo 😌

🌕 🌕 🌕

    Casi me quedo dormida dentro de la bañera, pero de momento todo se quedó a oscuras. Me sobresalté bastante, no veía nada y ni siquiera sabía para dónde coger. Traté de salir, pero estaba algo asustada, un apagón en casa de los Anderson que estaban forrados en dinero distaba mucho de ser algo bueno.
   
    Logré sacar mi cuerpo de la tina torpemente pero como no veía nada, pisé una superficie resbalosa. Caí bruscamente en el suelo y aquel golpe me sacó más de un quejido de dolor. Traté de levantarme, me dolió bastante, principalmente mi trasero que fue el que se lo llevó casi todo. Cuando logré ponerme en pie di tres pasos y sentí como me ponían algo encima.
   
    —Tenemos que irnos, Westley —escuché la voz de Ryan a mis espaldas pero para cuando me giré él ya no estaba.
   
    Otra voz me llamó la atención, era la de James que acababa de entrar a la habitación. Salí cubriendo mi mojado y desnudo cuerpo y logré verle por la luz que entraba desde el balcón.
   
    —Westley, tenemos que salir de aquí. —Me tomó de la muñeca pero me solté.
   
    —¿Dónde está Ryan? ¿Y por qué tenemos que salir de aquí?
   
    —Westley, no te preocupes por él, vamos. —Trató de tirar nuevamente de mí e igualmente no le dejé.
   
    —Necesito ponerme ropa —dije algo avergonzada y parece que fue entonces cuando él se percató de que solo traía una especie de bata de baño, la que hace segundos Ryan me había puesto encima ¿Por qué solo había hecho eso y había desaparecido sin más?
   
    —Que sea rápido —respondió James y literal fui corriendo hasta el clóset.
   
    Tomé lo primero que mis manos sintieron, creo que por primera vez agradecí que aquello estuviera pulcramente organizado en secciones que dividían la ropa interior, las prendas de abajo y las de arriba. Lo que tomé fue un vestido, el cual me puse a toda prisa luego de encontrar una ropa interior por alguna gaveta y los zapatos me los puse mientras salía.
   
    James solo hizo verme atravezar en portón y ya me había agarrado de la muñeca fuertemente, sacándome a rastras de allí. No entendía nada y él no creo que pudiera ver muy bien, porque más de una vez dio uno que otro traspié por la oscuridad del lugar. Estaba asustada, desde que habíamos salido logré escuchar los ruidos que habían entre los pasillos y como destruían muchas cosas. Estaba segura de que se trataba de bestias, pero no entendía cómo estaban dentro de la mansión, la verdad, no entendía siquiera su existencia.
   
    Llegamos a la salida, a una de las tantas, era precisamente la que daba al laberinto que había visto la primera vez que puse un pie en esa mansión. James no parecía tener intenciones de que entrasemos ahí pero dos enormes bestias aparecieron en nuestro campo de visión, una a la izquierda y otra a la derecha.
   
    Admito que estaba aterrada, aquellas cosas no eran para nada parecidas a lo que había visto. La transformación de Aisha y Darío era bastante simple y se podía llegar a decir que hasta linda, pero aquellas cosas eran más parecidas a esa bestia que se coló en la casa de Ryan en aquel bosque. No eran muy grandes, eran un poco más bajas que yo aunque sí bastante corpulentas, ambas eran iguales, tenían una forma de tigre bastante rara, con colmillos enormes, cuernos de carnero en vez de orejas y en lugar de una cola, tenían una víbora en todo su esplendor.
   
    Estaba inmóvil, paralizada por el miedo que aquellas criaturas me provocaban. Lo primero que pensé fue «Ryan no está aquí» y eso hizo que el miedo se volviera terror, uno que comenzó a calar mis huesos.
   
    —¡Westley! —escuché que me gritaba James, sacándome de mi trance, y le miré—. Entra al laberinto y corre, no te detengas, solo corre. Yo me encargo.
   
    Y dicho eso, literal tiró de mi brazo, impulsando el inicio de mi carrera. Vi como aquellos monstruos comenzaban a correr al mismo tiempo que yo, y aunque di más de un tropezón y casi caí de bruces en el suelo, logré entrar al laberinto. Corrí sin mirar atrás y mucho menos sin fijarme para dónde debía de correr, no me importaba, solo quería escapar de aquella horrible pesadilla.
   
    ¿Saben la mala sensación que se siente cuando te persiguen y llegas a un callejón sin salida? Pues así me sentí yo cuando tuve que frenar en seco delante de una pared de arbustos de al menos dos metros de alto. Mi corazón parecía que se saldría de mi pecho cuando tuve que dar media vuelta y correr en otra dirección. Nada me seguía, supongo que por ahora era una buena señal, sin embargo, no podía parar de correr aunque estuviera ya sin aliento y en mi límite.
   
    No pasó mucho hasta que sentí como algo atravezaba aquellas paredes de arbustos y me agarraba en su boca, traspasando otro poco de paredes más sin siquiera detenerse. No sé qué era peor, si los colmillos de una criatura metidos en mi piel, o el hecho de que estuviera metiéndome a lo bestia contra todos y cada uno de aquellos muros del laberinto.
   
    No sentí alivio ni cuando se detuvo, porque me lanzó como si de un trapo se tratase hacia el suelo, haciéndome rodar por todo el lugar. No pude ni reincorporarme, estaba en mi límite, ese monstruo no me había enterrado muy profundos los colmillos, lo cual le agradecí, pero estaba llena de heridas y rayaduras de lo amable que fue al usarme de escudo humano contra aquellas paredes.
   
    Mi cuerpo dolía por los golpes, mi respiración fallaba por el miedo y, mientras, estaba tendida sobre aquel frío suelo, solo pude girar mi rostro para ver a mi atacante. Era una de las bestias que había visto con anterioridad, o no, creo que esta a diferencia de las otras dos poseía una gran melena de color rubio, por lo demás era igual.
   
    Se acercó y casi creo que pude vislumbrar una media sonrisa, o tal vez solo fue mi imaginación por todos los golpes. Cuando estuvo a nada de mí noté como olfateaba mi cuerpo, traté de moverme y no pude, estaba inmóvil, no era por el miedo, estaba hecha polvo como para poder moverme. Aquella cosa acercó su cola de serpiente a mí, la cual comenzó a recorrer mi rostro y luego mi cuello, como si quisiera enrroscarlo con su cuerpo hasta sacar el último ápice de vida en mi ser.
   
    Lágrimas salieron de mis ojos, no quería morir, no así, no de esa forma. Los malditos flashes volvieron a mi mente. Yo, allí en la parte trasera del auto, mientras lloraba por el miedo. Mi madre era devorada por una bestia, por una de estas cosas y no podía hacer nada. Miedo, tenía tanto miedo que solo dejé aquellas visiones cuando noté la lengua de la criatura en mi rostro. Sentí las arcadas en mi estómago inmediatamente, su aliento era fétido, olía a muerte, a cadáveres, a cualquier cosa que significara no estar en este mundo.
   
    Abrió su boca y ya yo tenía bien claro lo que venía después de aquello. Más lágrimas salieron mientras llevaba mis ojos al cielo, una luna me observaba desde allí como si fuera una sonrisa, una muy macabra. Cerré los ojos a espera del primer zarpado, pero lo siguiente que escuché fue otro rujido y a la bestia siendo alejada de mí.
   
    Abrí mis ojos y casi sin fuerzas logré moverme para ver lo que pasaba. Juro que lágrimas se escaparon de ellos por la felicidad al verle allí, era él en aquella forma bestial que ya se me hacía tan conocida, era Ryan quien me estaba protegiendo y me había salvado una vez más. Ni siquiera sentí temor por verle fijamente convertido en aquella cosa monstruosa. Sus alas estaban cerradas a sus espaldas mientras su larga cola con un agijón se batía de un lado al otro.
   
    Él le dio un zarpazo a la bestia en el rostro y luego le levantó en el aire con una sola garra, aprisionando su cuello ¡A aquella cosa que debía de ser más grande que él! Sus garras negras, grandes y afiladas, se enterraron cada vez más en el cuello de la bestia, haciendo que sangre saliera de su piel. El monstruo se retorcía, tiraba zarpazos para dañar a Ryan, pero él tomó sus patas delanteras con su garra libre y lo que hizo a continuación me espantó.
   
    Se las torció, las torció hacia atrás y la bestia soltó un alarido al mismo tiempo que yo escuché sus huesos romperse. La víbora de su cola iba a atacar a Ryan pero la agarró con su boca (no sé si se le podia decir boca, era más bien un hocico) y de un tirón se la arrancó de cuajo. Él parecía disfrutar su dolor, porque entre más gritaba aquella cosa más retorcía sus huesos rotos también.
   
    Por último, vi como al fin sus garras se introducían hasta la mitad dentro de la piel de la bestia y  cerraba su puño tirando hacia afuera. Un montón de sangre comenzó a esparcirse sobre él y yo le miraba horrorizada. El cuerpo de la bestia cayó al suelo ya muerto y la garra de Ryan soltó el pedazo que estaba sujetando, dejando que cayera al suelo y que chapoteara en el mar de sangre.
   
    Creí que vendría a donde estaba, pero ni siquiera se volteó a mirarme y desapareció de allí. Volví a mirar al cielo aún tendida en aquel lugar, sentí como la sangre de la bestia comenzaba a acariciar mi brazo unos segundos después ¿Por qué me había dejado ahí? ¿Acaso no le importaba para nada? Ni siquiera podía levantarme de lo adolorida que estaba y no tenía fuerzas. Exhalé y mis párpados se hicieron cada vez más pesados, hasta que la sonrisa macabra que me daba la luna desapareció, dejándolo todo en penumbras...
   

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