Darkside XXIII

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    Noté como tembló de solo escuchar mi voz y eso acuchilló mi corazón de la forma más cruel. Podía sentir su miedo, y ese día fue en el único que deseé no poder hacer eso, pero ahí estaba, sintiendo como estaba de asustada y como temblaba bajo mi agarre sin motivo alguno.
   
    —No te des vuelta —susurré a su oído con los ojos fuertemente cerrados para no derramar una lágrima, me estaba matando.
   
    —Yo...
   
    —No sé por qué quieres conocerme pero te aclaro que no pienso casarme contigo —le interrumpí sin querer escucharla, necesitaba acabar con ello cuanto antes—. No debiste aceptar.
   
    —Yo tampoco quiero casarme.
   
    Bien, vamos bien, Westley.
   
    —Me parece bien. —Retiré mis manos de su cuerpo y comencé a caminar hacia la puerta.
   
    —No te vayas...
   
    —No te des vuelta —le advertí al notar sus intenciones—. Te dije que no te dieras vuelta.
   
    —Yo no te pido que me trates como a tu esposa, tampoco quiero que compartamos la misma cama o que vivamos en el mismo lugar, ni nada. —Por como apretaba sus manos parecía nerviosa—. Pero no puedo dejar que no aceptes el matrimonio.
   
    —¿Ah sí? ¿Y eso por qué? —pregunté frustrado.
   
    No, necesito que te niegues.
   
    —Ne... Necesito...
   
    —Si es por saldar la deuda de tu familia, yo lo haré, no tenemos que casarnos para eso —me apresuré a decir.
   
    Cierto, había olvidado que no le había planteado ese hecho. Ella aceptaría de seguro.
   
    —Pero el Sr. Anderson...
   
    —¿No escuchas que yo lo pagaré? —dije alterado ¿Por qué ponía peros? Eso me frustraba—. ¡No pienso casarme contigo! ¿Entiendes? —Jugué mi última carta, la que no quería usar, pero si debía de hacer que me odiara para que no aceptara, lo haría. Al final lo único que me importaba era protegerla, no lo que yo sintiera.
   
    —¡Yo tampoco quiero casarme contigo! ¡No es como que me apetezca estar al lado de alguien que jamás he visto! ¡Mucho menos si ese alguien eres tú!
   
    Reí pesadamente, no creí que me dolería tanto escucharla responderme a la altura. —Ni siquiera me conoces para decir e...
   
    —Tú tampoco a mí y me estás tratando como la peor basura del mundo —me interrumpió y vi sus puños apretados contra su cuerpo, su hermoso cuerpo que me estaba desordenando las ideas.
   
    No, no pienses en eso, Ryan, debes acabar con esto ya, como sea, pero acábalo.
   
    —¿Y crees que eres muy digna al aceptar un matrimonio a cambio de perdonar la deuda de tu familia? Por si no lo sabes, te estás vendiendo. —Mis labios se volvieron una fina línea, acababa de dar en su orgullo y me sentía como el peor de los monstruos del mundo.
   
    —Sé que no es lo más digno. Tengo orgullo y esto es lo más humillante que me han hecho pasar en toda mi vida.
   
    —Entonces no insistas —dije cortante.
   
    —¡Es que no puedo dejar de insistir! —respondió exaltada y vi como iba a voltearse, así que la detuve nuevamente.
   
    —No insistas, Moon, no creo que quieras ser mi esposa. Tu familia no merece que lo hagas —susurré a su oído y ya necesitaba irme de allí, no podía, sentía las palmas de mis manos quemar cada que la tocaba y notaba el miedo que le causaba.
   
    —Yo haría todo por mis hermanos, tal vez mi padre no se lo merezca pero yo mataría por ellos.

     Acaricié su hombro casi de forma inconsciente, necesitaba que se fuera, me estaba haciendo desear cosas que no podría tener. —Créeme que no lo valen, Moon. Voy a hacerte mucho daño —susurré acercándome a su cuello para sentir su olor.
   
    Vas a hacerme mucho daño.
   
    —¿Tan... tan malo eres? —preguntó nerviosa haciéndome volver a la realidad.
   
    No pude responder y sin darme cuenta apreté mi agarre sobre ella. Quería voltearla y decirle todo, decirle quién era, decirle la verdad, quería que supiera que la había cuidado siempre, que le di mi corazón y mi vida solo porque la amaba y la amo, pero...
   
    —No me importa si eres malvado —siguió hablando y las lágrimas abandonaron mis ojos. No quería encadenarla a una bestia como yo, pero al mismo tiempo la quería a mi lado, la quería para mí—. Solo te pido que aceptes, por favor.
   
    —Si acepto serás mía, Moon. —Cedí a mis oscuros deseos y sé que no estuvo bien, pero ya en ese momento no pensaba con claridad—. ¿Estás dispuesta a eso?
   
    —Que me case contigo no me hace de tu propiedad. Seré tu esposa, pero no seré tuya.
   
    Reí por su respuesta, no me esperaba menos, pero su cuerpo me estaba diciendo que yo era quien tenía el control, y me estaba desquiciando. No de deseo, sino de dolor, no quería que me tuviera miedo, no quería que me viera como una bestia, no entendía por qué me temía.
   
    —Moon —Pasé su cabello, su hermoso cabello, detrás de su oreja para poder ver un poco de su rostro aunque sea un momento—, no podrás evitar hacer todo lo que yo te diga, serás mía, créeme.
   
    Me había vuelto una bestia egoísta, la quería, quería que se quedara ¿Por qué era yo el que estaba cediendo cuando se supone que debía de alejarla? ¿Por qué ella me desarmaba de esa forma?
   
    —No lo seré.
   
    —¿En serio? Porque no has dejado de temblar desde que notaste mi presencia en la habitación —susurré a su oído con toda la intención de ponerla nerviosa, de seducirla—. Estás muerta de miedo y ni siquiera me has visto.
   
    —Soportaré —respondió, pero ni ella misma se creía eso—, lo haré, lo prometo.
   
    —No lo harás, Moon...
   
    —¡Sí lo haré! —dijo exaltada apretando los puños para no temblar más—. No soy débil, si estoy aquí es porque puedo hacerlo.
   
    —Bien. Tú elegiste esto y créeme cuando te digo que te arrepentirás. —Planeaba irme, pero lo siguiente que dijo me destrozó.
   
    —No es como que seas una bestia, ¿no? Es imposible que sea el monstruo que di...
   
    —¿Eso es lo que crees de mí? ¿Que soy una bestia? ¿Un monstruo? —pregunté encolerizado, la humedad en mi rostro me hizo notar que había comenzado a llorar.
   
    ¿Por qué ella me preguntó eso? ¿Por qué sus hermosos labios acababan de llamarme bestia? ¿Por qué?
   
    —¡Responde! —exigí perdiendo los estribos.
   
    —No importa, eso no cambia nada —dijo y traté de ir hasta ella para decirle que no era una bestia, que la amaba como a nadie, pero cuando intenté siquiera poner una mano en su hombro, se apartó temblando de miedo—. No te atrevas a tocarme otra vez —me advirtió poniéndose de frente y ni siquiera tuvo valor de mirarme a los ojos—. No... No quiero que me toques, ¿entendiste?
   
    —Ni siquiera puedes mirarme ¿Y así dices que soportarás? —le dije mientras sentía mi mundo caerse a pedazos—. ¡Si crees que soy un monstruo no te cases conmigo y ya!
   
    —Ya te dije que no es como que quisiera —respondió y vi como empezaba a llorar—. ¡No quiero hacerlo pero no tengo opción!
   
    Me acerqué a Westley, quería que me viera, quería que viera con la bestia con la que se casaría; quería decirle que esta bestia se había vuelto así por ella, por protegerla; que me había vuelto un monstruo horrible por amarla demasiado y que no merecía que me tratara así.
   
    —Mírame —demandé pero ella negó repetidamente con la cabeza—. Mírame, Moon —insistí, ya estaba al límite—. ¡Qué me mires, maldita sea! ¡Mírame! —Tomé su rostro agresivamente para que me viese pero cerró los ojos.
   
    Mordí mi labio inferior para evitar que ella escuchara mis sollozos, me dolía, me estaba lastimando como nunca nadie lo había hecho. Por eso enfurecí, no lo concebía, no concebía que ella, por quien me había vuelto lo que era, un ser a quien nadie podría jamás mirar, me despreciara. La basura ahí no era yo, sino Westley que no tenía corazón.
   
    —¿No vas a mirar? —musité molesto— ¿No eras tú quien quería conocerme, eh?
   
    —Ya basta, por favor —suplicó, pero no, yo estaba harto, acabaría con ello en ese instante.
   
    —¡Mírame, Moon! ¡Abre los ojos y ve al monstruo con el que vas a casarte! —grité y golpeé la ventana detrás de ella de lo furioso que me encontraba.
   
    —¡No lo haré! ¡Y ya te dije que no me toques! —Comenzó a forcejear, casi cayó por la ventana pero la sujeté acercándola a mí. Creo que no fui nada delicado.
   
    —Escúchame bien, Moon, me voy a casar contigo y te voy a hacer tan miserable que vas a desear la muerte, ¿entiendes? Seré ese monstruo que crees que soy y créeme, no suelo romper mis promesas.
   
    Y me fui, luego de eso todo lo que sucedió fue desencadenado por ese encuentro. Mis maltratos, como la lastimaba. Todo aquello era por lo encolerizado que estaba, no quería lastimarla pero ella me había herido de la forma más cruel posible y eso era lo único que conocía para sacarme la rabia, lo único que me habían enseñado; también lo único que me había prometido nunca hacerle a una mujer, pero con ella comencé a romper mis promesas.
   
    La furia solo me duró una noche, esa noche. Mi madre preparó todo para la boda y cuando vi aquello, ese lugar lleno de pétalos de rosas rojas, los que sabía que eran sus favoritos, me sentí el peor hombre del mundo. Ella no me miraba, ni siquiera se había molestado en hacerlo y tampoco quería que lo hiciese; no cuando me había comportado como la bestia que físicamente era.
   
    Pero la vi bailar otra vez, allí con aquel vestido blanco y borracha como una cuba. Aún así se veía bella, mi luna, mi hermosa luna; solo el cielo sabe cuánto la amo.

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