Moonlight XXI

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Estaba en Nebula, llevaba... No sé, unas ocho horas en las que no había parado de bailar no más que para ir al baño o comer algo ¿Por qué tanta sobrecarga? No sé, me sentía frustrada, molesta, triste e indignada.

La canción que estaba bailando terminó y fui hasta donde estaba mi botella de agua para beber. Me miré al espejo, tenía mi coleta alta algo chueca y algunos mechones desordenados pegados a mi frente por el sudor del esfuerzo. Mi cabello... Mi olor... Eso era lo que me hacía apetecible para aquellas bestias.

Cuando volví a mi habitación esa noche y puse mi cabeza sobre la almohada, las imágenes de aquellos flashes, que solía tener cuando uno de esos monstruos me atacaba, vinieron a mi memoria ¿Acaso mamá fue devorada por una de esas criaturas también?

"Tienes el cabello de tu madre"

Las palabras de papá vinieron a mi mente. Sí, ella también tenía el cabello blanco como yo, después de todo era cierto, estaba destinada a morir como ella, devorada por una bestia.

Me senté agotada a lo sumo, recostada del espejo. Habían pasado tres días en los que no había visto a Ryan tampoco, no le busqué, admito que gran parte de mi frustración era por haber estado a punto de besarle de esa forma tan estúpida. Aún recordaba aquella noche y sentía como un sentimiento molesto se agolpaba en mi corazón ¿Desepción? ¿Tristeza? ¿Acaso él me gustaba?

No, negué repetidamente con mi cabeza y tomé otro trago de agua. Ryan no podía gustarme, solo fue la tensión del momento y nada más. Además, él era otro de esos monstruos y, aunque prometió cuidarme, yo tenía más que claro que podía perder el control en algún momento y asesinarme sin miramientos.

-West -escuché que me decían, y levanté la vista encontrándome con Aisha delante de mí.

La miré y una llama de enojo se prendió en mi ser ¿Cómo tenía cara para aparecerse allí después de lo del otro día? ¡Y no solo eso! ¿Después de dejar al descubierto su naturaleza de bestia? Una de las que también deseaba hacerse con mi carne.

Bajé mi botella de agua que estaba sobre mi boca y la miré con desinterés. -¿Acaso no tienes vergüenza? -le pregunté sin delicadeza alguna y ella bajó la vista juntando sus manos.

-Lamento lo del otro día, West, yo solo quería pro...

-¿Protegerme? -le completé y me miró con temor- ¿Vas a seguir viéndome la cara de estúpida o qué, Aisha? -Me puse en pie y Aisha me miró sin entender.

-¿De qué hablas?

-Hablo de que ya sé que todos ustedes son bestias, monstruos que solo están peleándose a mi alrededor para ver quién me come primero.

-Westley, no es lo que crees...

-¿Qué no es lo que creo? -pregunté exaltada- ¿Me dirás que no es así?

-Es así, pero...

-¿Pero qué, Aisha? ¡No tienes justificación, eres una maldita traidora!

-¡Westley, no fue mi intención! -exclamó- ¡Es cierto, me acerqué a ti con la intención de mantenerte bajo el radar para que en el momento preciso, fuera mi familia la que tuviera el privilegio de comerte, pero después todo cambió!

-¿Cambió? ¿Qué cambió? ¿Me querías para ti sola?

-No, West -Ella se acercó pero marqué distancia, me miró con dolor en sus ojos-. Después me enamoré de Darío, me encariñé contigo, te volviste una hermana para mí y quise protegerte. Por eso aquel día vine con tus hermanos, ellos son los únicos que jamás te comerían, tu familia.

-¿Y cómo puedo creerlo? Todos son bestias que me atacan sin pensar en que soy una persona -dije llorando-. ¡No soy un pedazo de carne, no soy un animal sin sentimientos, maldita sea! ¿Por qué, eh?

-Por la maldición de los Moon, West -respondió y la miré sin entender mientras secaba mis lágrimas.

-¿Qué maldición?

-La que todos dicen que tu familia tiene y que creías que no era real. Los Moon están malditos desde hace cientos de años.

--¿Quieres decir que todo esto es por una maldición? ¿Qué es magia?

-No debería sorprenderte que la magia exista, ya has visto personas transformarse en bestias así que... -Se encogió de hombros y traté de calmarme, necesitaba esa información.

-¿Me cuentas sobre esa maldición?

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