Moonlight X

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    No podía creer que esas palabras habían salido de su boca ¿Está bien, hazlo? ¿Desde cuándo él era tan bueno?
   
    —¿De... De verdad? —pregunté sin creerlo y sentí como tomó mis manos para acercarlas a su rostro. Me sobresalté un poco y las alejé ¿La ebria era yo o él?
   
    —¿Qué pasa? ¿Te arrepentiste? —preguntó y creo que sentí algo de molestia en su voz.
   
    —La verdad, es que me parece extraño —admití—. Tú...
   
    —Soy un monstruo que no puede ser amable, ¿no? —me interrumpió y ahora sí que estaba molesto.
   
    —No iba a decir eso —respondí ruborizada y cabizbaja.
   
    —Pero es lo que piensas, ¿verdad? ¡Aún sigues creyendo que soy un monstruo! —me gritó  y me estremecí en mi lugar, ya comenzaba a sentirme cohibida.
   
    —Ya dije que no quería decir eso —respondí algo amedrentada y llorosa—. No tienes que tratarme así.
   
    —¡Y tú no tienes que tratarme así a mí! —gritó una vez más y las lágrimas escaparon de mis ojos ¿Cómo rayos le hacía para hacerme llorar de esa forma, para hacerme sentir así de horrible?—. No sé por qué pensé que sería diferente, pero eres igual, sigues siendo despreciable, Moon.
   
    —Pero es que yo no he dicho nada, tú eres el que siempre se comporta como una maldita bestia —me quejé llorando.
   
    Él ni siquiera se molestó en responder y me agarró del brazo bruscamente, sacándome a rastras de allí. Casi me caigo de lo rápido que iba y me estaba haciendo daño pero como siempre no le importaba.
   
    —Suéltame, Ryan, me lastimas.  —Traté de resistirme e igual siguió tirando de mí como una bestia—. Ryan...
   
    —¡Cállate, no quiero oírte! —rugió y tiró más fuerte. Caí al suelo a los pies de él sin poder evitarlo, estaba siendo muy brusco—. Levanta de ahí.
   
    —Ya para, por favor, me haces daño —supliqué llorando.
   
    —A los monstruos no les importa lo que piensan los demás, así que me importa bien poco si te duele ¡Levántate de una vez! —bramó y aquello dolió bastante.
   
    Me puse en pie temblando y él siguió su camino. Sentí como me arrastraba por las escaleras y luego caminábamos hacia venga saber dónde. Noté que abrió otra puerta y luego se detuvo.
   
    —Nos vamos —le escuché decir.
   
    —Ryan, no han preparado nada.
   
    —¿Crees que me importa? No la llevaré a que lo pase bien, mamá —respondió y su agarre sobre mi brazo cada vez me dolía más.

     —Ry, no eres así...

     —¡Ni una palabra más, mamá!
   
    —Ryan, por favor —le pedí llorando porque su agarre cada vez dolía más ¿Será que no podía soltarme?
   
    —¡Cierra la boca, no quiero oírte! —me gritó, haciéndome dar un brinco en mi lugar.
   
    —Ryan, le estás haciendo daño —escuché que dijo James y él rió.
   
    —No que va, no le estoy haciendo nada, esto es hacer daño. —Apretó fuerte mi brazo, haciendo que gritara en agonía. Sentí mis huesos crujir un poco y casi que caigo al suelo.
   
    —Para, por favor —rogué desesperada—. Me duele, Ryan...
   
    —Ryan, detente ya —insistió James pero él estaba lejos de hacerlo. Apretó más haciéndome caer semiarrodillada al suelo.
   
    —¿O si no qué? —le desafió.
   
    —Suéltala.
   
    —¿Por qué? Me divierte mucho hacer esto, es lo que se acostumbra en esta casa, ¿no? —respondió con un tono tan sádico que de verdad parecía divertirle.
   
    —¡Ella no es tu juguete, Ryan! ¡No puedes tratarla así! —James se escuchaba exaltado— ¡Ya suéltala de una vez o no respondo!
   
    —No lo haré, puedes gritar y patalear pero no puedes defenderla.
   
    —Ryan...
   
    —¿Qué? Si ella quería que la trataran delicadamente, pues que no se vendiera, ¿no crees? Puedo tratarla como me plazca, no vale ni un centavo de los que pagamos por ella.
   
    Vaya, aquello dolía incluso más que lo que estaba haciendo con mi brazo.
   
    —Ya para con esto, Ryan.
   
    —¿Por qué lo haría? ¿Porque la quieres demasiado como para verla sufrir? —preguntó sarcástico ¿En ese lugar no había nadie aparte de James al cual yo le importara un poquito? ¿Por qué nadie más intervenía?
   
    —Sí, por eso. —Sentí como agarraba de la muñeca a Ryan para que me soltara, pero eso solo hizo que apretara más y creo que ahí sí me quebró un hueso.
   
    Grité como nunca en mi vida había gritado, aquello dolía como el infierno.
   
    —Ryan, basta —esa fue la voz de Clarence Anderson y entonces fue que me soltó como si fuera basura.
   
    Caí sentada al suelo y podía sentir el dolor invadiendo mi interior. Estaba llena de transpiración e igual notaba mi cuerpo frío. No dejaba de doler y creo que me había fracturado un hueso de verdad.
   
    —No te excedas, Ryan, la necesitamos viva y lo sabes—escuché decir a Clarence.
   
    —No planeaba matarla, hacerla sufrir en vida es más placentero.

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