Moon XXVI

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    Los siguientes días me encargué de que Westley fuera a Nebula a bailar y dejé órdenes estrictas de que la vigilaran todo el tiempo. Sus hermanos tenían terminantemente prohibido entrar a las instalaciones y cualquier hijo de alguna de las familias no podría acercarse a ella sin que yo lo supiera.
   
    Al día siguiente de esa noche me llegó una pista de la bestia que había asesinado a su madre, después de tantos años, la búsqueda parecía estar dando frutos. Me la pasé desde entonces sumergido en ese tema, solo tenía una ligera idea de cómo era la criatura, sabía que no era una mantícora como los Hearst, o una quimera como los Evans, mucho menos un renard de los Assad. Así que solo quedaban dos opciones, o era un sirviente de alguna de esas familias con otro tipo de bestia, o pertenecía a las criaturas de la noche, o sea, mi familia.
   
    Ese último pensamiento me espantó, si pertenecía a algún sirviente venga a saber qué motivos tendría para hacerlo. Peor si era de mi familia el atacante, aquella noche todos estábamos reunidos en la ciudad, podría haber sido otro de mis familiares, alguno que no hubiese vivido el suficiente tiempo en Nighthall como para saber que la princesa de la luna no se cenaba hasta la luna de sangre.
   
    No, justificar ese hecho era inconcebible, todos los que teníamos sangre de bestias en nuestras venas, estuviéramos en Nighthall o no, sabíamos perfectamente sobre la maldición. El que lo había hecho, lo hizo con toda la intención, la pregunta era: ¿Por qué? Estaba seguro de que algo había detrás de ello, no podía ser simplemente un impulso, nadie se arriesgaría tanto.
   
    Recordé a la bestia que le devoró el corazón a Westley, me había olvidado por completo de ella en todos estos años, pero... ¿Qué hacía una bestia de ese tipo por ahí? A esa sí la vi con claridad, era una mascota de bestia, son sirvientes, algo parecido a lo que es Katherina o las Pixies para mí. Esas dos criaturas estaban unidas y yo debía averiguar el porqué de ello.
   
    El teléfono de la oficina sonó sacándome de mis maquinaciones y contesté.
   
    —Señor, su esposa salió del local muy alterada hace un momento, tomó su moto y se ha ido a toda velocidad —dijo la voz detrás de la línea y ni siquiera colgué el teléfono, de inmediato me teletransporté hasta el local donde me habían dicho que estaba Westley y me encontré con Aisha Assad.
   
    —¿Dónde está? —le pregunté alterado.
   
    —Se fue —respondió, no parecía tener miedo, pero ya lo tendría.
   
    —¿Qué sucedió? ¿Por qué se fue así? —inquirí y usé otro de mis dones, el de someter; no tenía idea de por qué podía lograr hacer eso con la mayoría de las bestias, pero era muy útil. De inmediato sentí como se llenaba de horror, eso era bueno, hablaría— ¡Dime! —demandé alterado golpeando el espejo detrás de ella y rompiéndolo, haciendo que se asustara.
   
    —¡Le conté todo! ¿Está bien? —gritó sin mirarme— ¡Le dije lo que eres! ¡Le dije que eres el monstruo asesino que la condenó!
   
    Estuve a punto de pegarle de lo salido de mí que estaba, pero sabía que si le daba un solo golpe no pararía hasta matarla, así que me alejé de ella tratando de respirar para calmarme.
   
    —¿A dónde fue? —pregunté, volteándome para verla tan pegada al espejo roto que estaba seguro que de haber podido traspazarlo, lo habría hecho.
   
    —No... No lo sé...
   
    —¿¡Cómo que no lo sabes!? ¿¡Le dices eso y la dejas ir sola!? ¡Puede pasarle algo, maldita sea! ¿Estás consciente de eso?
   
    —¡Más peligro corre a tu lado, maldito monstruo! —me gritó y caminé hasta ella furioso.
   
    —Escúchame bien, me importa poco si me crees o no, pero yo no maté a la madre de Westley, y no le haré daño. Pero te digo algo —Le levanté el rostro para que me mirara—, como le suceda algo a Westley por tu culpa juro que te mato, a ti y a todos los tuyos. Si le pasa algo a mi luna por tu culpa, si algo le sucede... —Apreté los labios, sentía que las lágrimas venían a mis ojos—. No descansaré hasta verte muerta.
   
    Me fui siguiendo el olor de Westley que cada vez era más difuso. Se notaba que iba en motocicleta, cada que hacía eso se me volvía más difícil rastrearla, pero no imposible, ya me había vuelto experto en ello después de tantos años.
   
    Me pasé un buen tiempo dando vueltas por la ciudad y siguiéndole la pista mientras me teletransportaba de un lugar a otro para ver si la hallaba. Cuando llegué cerca de aquella calle, supe que estaba ahí. Una carrera de motos ilegal, no sería la primera vez que iba a una. Caminé alrededor entre las sombras para que nadie me viera y noté como su olor seguía el de la carretera que estaba delante, había salido a competir.
   
    Y entonces fue que lo sentí, sentí como caía de la moto y rodaba por el pavimento. Me teletransporté de inmediato y cuando llegué al medio de aquella calle desierta quise morir. La vi allí tirada, sin casco ¿Por qué no se había puesto casco?
   
    Me teletransporté hasta donde estaba  y de inmediato me tendí en el suelo a su lado. La examiné y curé sus heridas, a parecer había hecho de todo para no dañarse en la cabeza, sus brazos estaban llenos de raguños graves y su ropa toda rasgada. Terminé de retirarle todas esas heridas, solo quedaban los golpes, por esos no podía hacer mucho y me desesperaba. Westley no despertaba.
   
    La cargué y comencé a caminar,  la llevaría a un hospital, no pensaba dejar que muriera...
   
   

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