Miré un momento hacia atrás y noté que el chófer sacaba las maletas. Lo primero que pasó por mi mente fue si habían traído mis verdaderas cosas o si solo era lo que los Anderson compraron para mí. Terminé chocando con la espalda de Ryan por andar desvariando. Me eché hacia atrás algo desconcertada y luego me asomé por al lado de su brazo derecho.
Junto a la puerta abierta había una señora de aspecto bastante demacrado. La miré con curiosidad, era bajita y encorvada, arrugada como una pasa, de ojos redondos y perspicaces, una nariz algo prominente y curvada (así tipo pico de pájaro) Ya sé, se me hizo parecida a esta señora de "El castillo ambulante", la película de estudios Ghibli.
—Mi señor. —Hizo una ligera reverencia y yo casi suelto la risa ¿Mi señor? Ni que estuviéramos en el siglo XIX ( Aunque quién sabe, por su aspecto seguro que era una momia)
—Katherina, imagino que te notificaron que vendríamos.
—Por supuesto, ya tengo su habitación preparada. —La señora inclinó un poco su cuello para verme y yo literalmente me escondí detrás de Ryan—. ¿Quién es la dama?
—Ella es nadie, dale una habitación y ya —respondió con desdén y entró a la casa.
Me quedé parada mirándole con la boca abierta y completamente indignada ¿Nadie? ¡Maldita sea, soy su esposa! Bueno, era un matrimonio arreglado pero igual.
Llevé mis ojos hacia la señora y le di una sonrisa nerviosa, para luego entrar detrás de él. Corrí hasta alcanzarle y cuando estuve lo suficientemente cerca le empujé desde atrás. Lo sé, lo sé, muy infantil de mi parte.
—¿Serás...? —Él se dio vuelta y me eché hacia atrás algo amedrentada con la vista en el suelo— ¿Estás mal de la cabeza o qué? —preguntó alterado.
Cerré mis manos enpuños con mis brazos bien pegados a cada lado de mi cuerpo. Vamos Westley, plántale cara y dile hasta del mal que se va a morir.
—¿Qué pasa, Moon, te comió la lengua el gato? —le escuché preguntar y las palabras no querían salir.
Bufé molesta y me mordí el labio internamente. —¿Desde cuándo soy nadie, eh? —le reclamé en cuanto logré soltar mis palabras—. ¡Qué yo sepa soy una persona!
Le escuché reír y aquello me estaba enfureciendo. —¿Y desde cuándo eres una persona para mí, Moon?—¡Para ti no, maldita bestia, pero para los demás soy alguien! —grité bastante molesta y como me hubiera gustado levantar la vista del suelo, pero mi valentía no me daba para tanto.
—Serás alguien para mí o para otra persona de esta casa cuando dejes de ser tan despreciable, Moon, mientras tanto, serás nada. Así que vete acostumbrando —respondió fríamente y vi como se daba vuelta.
Le observé mientras se marchaba y estaba bastante alterada ¿Despreciable yo? ¿Quién lo decía? ¿Él? ¿La bestia que cada que se me daba una oportunidad me hacía daño? Claro, y yo era la despreciable.
—Eres un maldito monstruo, Ryan Anderson, te mereces ser tan horrible como dicen que eres —musité y me di vuelta. Me sobresalté cuando noté que la señora de antes estaba ahí, mirándome fijamente con esos ojos tan grandes y que me daban tan mala impresión.
—Parace que el señor tiene razón, eres despreciable, muchachita —dijo y mi boca se abrió inevitablemente—. Sígueme —me ordenó y siguió de largo por el pasillo.
Fui detrás de ella y no entendía por qué me decía que era despreciable. Ni siquiera me conocía, solo hacían unos míseros minutos de que nos habíamos visto ¿Y ya decía que soy despreciable?
Llegamos a alguna parte de aquella casa, admito que de fuera se veía mucho más pequeña de lo que era por dentro. Llevábamos rato caminando y había visto salones y más salones a través de las puertas. El estilo era algo oscuro, con un aire gótico, además de que hacía bastante frío, me preguntaba si no tenían calefacción por allí.
Miré el abrigo de piel que traía encima, era casi más grande que yo y parecía toda una bola peluda con él encima ¿Ryan me lo habría dado porque sabía que haría mucho frío por aquí? No, imposible. Espanté ese pensamiento, él no era bueno, solo se comportaba así de vez en cuando y aún no lograba entender la razón de ello.
—Esta es tu habitación, muchachita, ya tus cosas están dentro —dijo abriendo la puerta y entré.
Quedé extasiada ante lo que mis ojos vieron, está bien, la casa tendría una horrible fachada, y no puedo decir que la habitación era preciosa pero los adornos que tenía me dejaron sin aire en los pulmones. Había una cama en donde cabrían casi cinco de mí, era de estas que tienen unas columnas de madera tallada y con techo. Unas hermosas cortinas blancas la cubrían y las sábanas eran blanquísimas. Las paredes de la habitación estaban repletas de un tallado precioso, que inevitablemente reconocí, eran rosas.
—Es precioso.
—Sí, el señor se encargó de que así fuera —le escuché decir y la miré sorprendida.
—¿Ryan hizo esto?
—No se me permite hablar más, si me disculpa... —La anciana iba a irse pero la detuve tomando una de sus arrugadas manos.
—¿Su nombre es Katherina, verdad? —Ella asintió y yo la solté—. Me alegraría que nos llevásemos bien —dije dándole una ligera sonrisa nerviosa.
—Si me convence de seguro nos llevaremos bien. Ahora me marcho, vendré a avisarle para la cena. Su ropa está en el clóset y sería bueno que se vista para la ocasión —Se retiró del lugar dejándome sola.
No le di importancia a sus palabras y me puse a husemar en mi nueva habitación. Fui hasta una especie de tocador y noté como estaba todo perfectamente arreglado. Tenía un espejo con el marco de bronce, moldeado como si fuesen rosas. Así mismo estaba la puerta del clóset y mis cepillos y peines para el cabello. Noté también que encima de una mesita, al lado de la cama, estaba mi móvil. Sonreí inevitablemente y lo tomé en manos, pero la felicidad se fue al notar que no tenía cobertura. Lo dejé a un lado algo triste y me dispuse a entrar en una puerta que aún no había abierto.
Del otro lado me encontré un cuarto de baño monstruosamente gigante. Tenía una tina circular de color blanco y todos los demás adornos iban de ese color a rojo. Podía apostar lo que fuera a que casi podría nadar en esa tina de lo grande que era. Noté como estaba preparada con espuma y unas especies de rosas rojas flotando. No podía creer que también hubieran rosas ahí ¿Lo habían hecho a propósito? Espera, Katherina había dicho "El señor se encargó de que fuera así". No era posible, aunque así fuera, Ryan no sabía de mi gusto extremo por las rosas rojas.
Me agaché cerca de la tina y tomé una de las rosas, eran falsas. Estaban compuestas de jabón y se deshacían en el agua pasado un tiempo. Estaba cansada de observar, quería probar cómo se sentía todo aquello en mi cuerpo. Me quité la ropa ahí mismo y prácticamente me lancé al agua. Era justo lo que necesitaba, mira que había estado en buenos lugares, porque dinero nunca me había faltado, pero con el frío que hacía allí, esa agua tan calentita me sabía a gloria.
Observé mi brazo con tristeza, el cardenal de lo que Ryan me había hecho aún estaba ahí y el del hombro de la noche anterior también ¿Cómo pretendía que no pensara que era un monstruo si me hacía esas cosas? Inevitablemente pasé mi mano por mi pecho, notando la gran cicatriz que lo surcaba desde mi lado izquierdo hasta el centro. Mi padre me había dicho que fue de una cirugía de corazón que tuve luego del accidente de coche con mamá, pero, la verdad, nunca le creí mucho.
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Moon
FantasíaCinco grandes familias dominan todo Nighthall, el patriarca de una de ellas es engañado y pierde todo lo que posee por ello. Nada de esto es casualidad... las demás familias le han tendido una trampa... La pregunta es... ¿Por qué? ¿Y qué tiene...