Moonlight XX

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    Desperté algo agitada por el sueño, nunca había soñado con algo así, parecía un recuerdo, o tal vez solo un invento de imaginación. No tenía idea, no me pareció real, no recordaba haber ido a ese puente a altas horas de la noche y mucho menos conocer a alguien. No le di importancia, no sería la primera vez que tenía sueños de ese tipo, ya no sabía diferenciar qué eran recuerdos y cuales eran inventados por mi subconsciente.

    Me senté sobre la cama y me estrujé los ojos somnolienta. Miré por la ventana y parecía haber pasado mucho tiempo ¿Cuánto habría dormido? El día anterior fue pesado y de no ser por James y sus locuras me habría quedado durmiendo un buen rato más.

    Recordé a Ryan y luego me percaté de que ya no tenía el grillete puesto en mi mano. Miré alrededor buscándole pero lo único que vi fue una rosa roja sobre la cama a un lado de mí. También traía una especie de nota en un sobre de tamaño mediano.

    Supuse que era de él y cuando tomé la rosa me dispuse a abrir la nota.

    "Westley, lamento haberte hecho llorar, no quería hacerte daño, espero me perdones. Si es así, quisiera verte esta noche en la entrada del laberinto con el vestido rojo que te dejé en tu habitación, prometo aclarar tus dudas hasta donde pueda".

    Firmada otra vez por R.A.

    Miré la rosa y luego observé fuera. No sabía por qué cambió de opinión, tampoco tenía idea de por qué aquellas rosas que me daba me gustaban de una forma especial. Suspiré besando la rosa en mi mano y colocándola sobre la cama nuevamente. Busqué una pluma y un papel, no muy sofisticado como el de él pero igual me servía.

    "Nos vemos esta noche, Anderson, pero no creas que te perdonaré tan fácil. Moon"

    La dejé sobre la cama para luego salir de la habitación. Fui casi corriendo hasta la mía y cuando entré vi el vestido que había dejado sobre mi cama. Era rojo sangre, strapless y con un escote corazón, se ajustaba a mí cuerpo hasta llegar a la cintura y luego caía en varias capas hasta el largo de mi rodilla al frente y un poco más largo detrás. Era hermoso, y sabía que se me vería parte de la cicatriz, pero en ese momento no me importó mucho. Tomé un baño, me maquillé deslumbrantemente (no lo hice para él, lo hice porque mis ojos estaban hinchados por las lágrimas y no quería que me viese así) Me puse el vestido con unos zapatos dorados sin plataforma, que me cubrían hasta un poco más arriba del tobillo con unas tiras unidas con argollas en el centro y tenían un tacón de aguja bastante alto. Por último, me hice un peinado semirecogido que solo dejaba mi flequillo cayendo por mi rostro y algunos mechones sueltos.

    Me miré en el espejo y aún sentía que faltaba algo. Entré a mi clóset y rebusqué entre una de las gavetas donde guardaba mis pintalabios, escogí uno, un rojo vino, oscuro para mi gusto pero que me apetecía usar, no tenía idea de por qué, pero bueno, igual me lo puse. Ahora sí me sentía lista y ya era de noche, me había tardado varias horas y hacía rato que había anochecido, así que supuse que Ryan estaría desesperando por mi llegada.

    Salí y me moví entre los pasillos de la gran mansión sin que nadie, aparte de una que otra persona de la servidumbre, me viese. Llegué al portón principal e iba a salir cuando fui interceptada por la ama de llaves.

    —Señora, el señor Anderson me pidió que la guiara si la veía.

    —¿Ryan? —pregunté como si no fuera obvio y ella asintió solemnemente.

    La seguí algo nerviosa hasta otra puerta que no era la principal y me dejó en la misma salida por la que habíamos salido James y yo la noche anterior. Ella se despidió y vi como el camino en el laberinto estaba iluminado con pequeñas luces a cada lado del suelo. Respiré y comencé a avanzar, siguiendo un camino de luces que me habían dejado, lo supe porque solo estaba iluminado el pasillo que me dejó justo en el centro del laberinto.

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