Sunrise

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    Tres años después...
   
    El viento golpeaba fuerte mi rostro mientras corría por las calles de Nighthall, mi país, el lugar donde había crecido y vivido, el lugar donde había perdido todo lo que amaba. Hacía tres años de que me había ido y no había vuelto más que dos veces, y por el mismo motivo por el que estaba ahora.
   
    Llegué al lugar de mi destino, y detuve mi moto retirándome el casco. Todo seguía exactamente igual que hacía tres años, excepto porque Nighthall ahora era solo otro país más; ya no había magia, ya no habían bestias, solo personas felices viviendo sus vidas, todas ellas felices... Y yo aún tenía el dolor latente en mi pecho.
   
    Tomé el ramo de rosas rojas que llevaba sobre la moto y retiré una, dejando las demás sobre la lápida. Volví a aspirar el olor de la flor, recordado el olor de él, de mi amor que hacía tres años yacía en aquella tumba.
   
    Una lágrima se escapó de mis ojos cuando coloqué la rosa sobre el lugar, y me senté a su lado acariciando el frío mármol que la cubría. No dije absolutamente nada, las palabras no venían al caso cuando lo único que quedaba ahí era una fría lápida con un cuerpo sin vida. Ryan ya no estaba ahí y lo sabía, él ahora estaba en un lugar mejor, ahora podía descansar... Incluso si eso me partía en pedazos el corazón.
   
    Le extrañaba, el vacío de su ausencia era demasiado para mí, las primeras semanas fueron una pesadilla y no pude seguir en Nighthall luego de eso. Cada cosa, cualquier cosa, me recordaba a él y eso me atormentaba. Por ello decidí irme, me fui y luego de unos meses, decidí hacer lo que amaba y lo que sabía que a Ryan le haría feliz, bailar. No lo hice porque tuviera ganas, lo hice por él, porque no quería que su muerte fuera en vano, no quería desperdiciar mi vida por la cual él se había sacrificado. Por Ryan fue que seguí viviendo, aún si por él era que deseaba la muerte.
   
    Para mi horrible sorpresa, lo había dejado todo preparado, con su muerte y al ser su esposa, todos sus bienes pasaron a mi nombre. No me interesaban las empresas, ni las propiedades o los conglomerados de edificios, nada de eso me importaba, pero no pude dejar de llorar cuando vi que él me había dejado precisamente algo que no podría rechazar. Me había dejado Nebula, era mío, siempre lo había sido según lo que me dijo el abogado, desde el momento en el que me convertí en su esposa, él había puesto el lugar a mi nombre.
   
    No sé cuántas veces lo maldije por hacerme esto, por haberme dejado sola, por haberse ido. No quería nada, no quería dinero, le quería a él incluso si eso hubiera significado la pobreza. Le extrañaba tanto que mi cuerpo dolía, cada noche luego de aquella era un suplicio, cada día me acostaba queriendo despertar y que todo fuera mentira, deseando que él estuviera ahí conmigo.
   
    —Pero ya no estás —susurré con la lágrimas mojando mis mejillas mientras miraba los rayos de sol pintarse en el horizonte—, ya no estás, Ryan, y este corazón sigue quemando en mi pecho. ¿Por qué tenías un corazón tan fuerte? ¿Por qué no pudo detenerse cuando tus ojos se cerraron?— sostuve mi pecho, secando mis lágrimas, aunque me doliera tanto, no podía pedir eso, él no querría eso para mí, pero seguía doliendo, pensaba en él y dolía.
   
    Aún si no estaba sola, aún si mis hermanos y mi padre me habían apoyado, aún si Aisha había estado a mi lado... Nada llenaba su vacío, pero tenía que seguir viviendo por él y por el regalo que me había dado antes de irse.
   
    —¿Mami? —escuché que me llamaban desde atrás y vi a unos cuantos metros al amor de mi vida, a mi rayito de sol, a lo que me impulsaba cada día para seguir viviendo incluso a través de mi dolor.
   
    —Ven aquí, tesoro. —Me puse en pie extendiéndole los brazos y él vino corriendo, siendo seguido de cerca por Edice. Cuando estuvo a un paso le alcé en brazos, llenando su rostro de besos y abrazándole con fuerza. Las lágrimas mojaron mi rostro mientras aspiraba el olor de mi bebé, el fruto de nuestro amor que crecía en mi vientre incluso sin que ninguno de los dos lo supiéramos.
   
    —Mamita, no llores —me dijo, abrazando mi cuello con sus bracitos y mordí mi labio para evitar romper en llanto ahí mismo. Era tan horrible, me dolía tanto qué él no estuviera ahí para vernos, para abrazar a nuestro hijo, a nuestro bebé, para verlo crecer.
   
    —Mamita solo está feliz de verte, por eso llora, tesoro —le dije y me separé de él para verle a los ojos mientras acariciaba su cabello. Era tan parecido a Ryan, era la misma imagen suya y aunque todos decían que sus ojos eran azules como los míos, yo sabía que sus ojos azules tenían el mismo tono de los de su padre, del amor de mi vida—. Creí que tardarían más en llegar —le comenté a Edice que estaba ahí parada y era quien me había apoyado todo ese tiempo, durante el embarazo y después. Ella había sido como una madre para mí, y de no ser por eso, no sé qué habría sido de mi vida.
   
    —No había mucho tránsito y Ryan estaba ansioso porque llegáramos —respondió, acariciando los castaños cabellos de mi sol y yo besé su mejilla.
   
    Me enteré de mi embarazo un par de semanas después de que todo sucedió, no sabía siquiera cómo el bebé estaba vivo luego de todo lo que pasó aquella noche, pero lo estaba. Él fue el otro motivo por el que terminé obligándome a salir adelante, si yo no merecía el sacrificio de su padre, ese bebé que cargaba en aquel entonces en mi vientre, sí lo hacía. Él era el fruto de nuestro amor y como tal debía cuidarlo, no dejaría que olvidara jamás a su papá, que le amó incluso sin saber de él, porque yo lo sabía, lo sentía en mi corazón que era así.
   
    Dejamos el lugar un rato después, habíamos sepultado el cuerpo de Ryan en el panteón de mi familia, junto a Katherina que también había muerto aquel día. La maldición se había roto y ahora nadie más pagaría por los errores ajenos. Ahora solo nos quedaba seguir viviendo y hacerlo de la mejor manera, por aquellos que habían dado su vida para que nosotros viviéramos, por los regalos inesperados y porque la vida sigue, aunque ya no seamos los mismos luego de perder a un ser amado.
   
    Ryan nunca saldría de mi mente y corazón, no sabía si algún día podría abrirme a alguien más, si podría volver a amar, pero incluso así, jamás podría olvidar que a él fue a quien amé intensamente y que como él nadie me amaría sobre la tierra. Ryan no fue mi cara oscura, él siempre fue mi sol, y cuidaría de mí y de nuestro hijo, para que llegada mi hora, pudiera volver a reunirme con él allá en el cielo. Y así volver eterna nuestra trágica historia de amor, como la del Sol, que muere cada noche para que la Luna pueda brillar...

🌕 🌕 🌕

En memoria de
Hiran Quintana,
1980-2021

🌕 🌕 🌕

Y bueno, amores, aquí termina esta historia tan... Intensa por describirla de alguna forma.

Sé que deben estar tristes, y que querrán matarme la mayoría pero... Bueno, no tengo justificación.

Debo decir que la muerte de Ryan era algo que yo tenía en mente desde el principio, solo que ni yo me esperé encariñarme tanto con él o que ustedes lo hicieran.
Créanme cuando les digo que si ustedes han llorado, yo lo he hecho también y caí en depresión luego de escribir el último capítulo 😔

Espero que aún así hayan disfrutado la historia y que haya sido una grata experiencia. Sé que les he hecho pasar las de Caín con el misterio y la ansiedad, además de este final tan triste, pero acá van las preguntas:

¿Les gustó la historia?

¿La recomendarían?

¿Cuál fue su parte favorita?

¿Personaje favorito?

¿Momento en el que más desearon matarme?

😅😅😅

Gracias por todo su apoyo a la historia de Ryan y Westley, creo que no esperé recibir tanto, acabar con casi 8k de vistas es para mí un gran logro.

Una vez más, gracias por todo y no se olviden de darle amor aunque estén con el corazón roto.


¡Se les quiere!

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