The first time I fell in love

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Cuando dije "ella",  no me estaba refiriendo a la hermosa diva-regia-empoderada-nomeduelenada-noquieronadadelmundo-poruqeelmundomequiereami de mi novia.

No.

Me refería a Eliza Lockhart.

Era un jodido ángel en la tierra incluso antes de que Cheryl y o naciéramos.

Y como Lexie no está y el televisor sigue sin funcionar: les contaré la historia de esa vez que la conocí.

La primera vez que me enamoré.

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Era yo una niña "inocente" y "pura" de nueve años cuando el doce de febrero comenzaron las clases y la vi entrando por la puerta del salón.

Tenía un cuerpo perfecto, sus piernas largas y tonificadas que los pantalones no le ayudaban a esconder. Todos los días llevaba una camisa manga larga y el cabello negro azabache suelto, recuerdo que le llegaba a los hombros, ni un centímetro más, ni un centímetro menos. Tenía cara de una muchacha que acababa de terminar la universidad (que tiempo después me di cuenta de que así era) y siempre mostraba una sonrisa amigable.

Resulta, que la desgraciada era de esas profesoras doble cara que dicen que te ayudan y al minuto siguiente te están gritando porque no estabas pendiente.

"¡Maldita sea!, ¿cómo quieres que esté pendiente cuando te agachas a explicarle al del frente dándome la espalda?", siempre quise contestarle eso, pero claro, "comentarios inapropiados llevarán a una sanción".

En el colegio que estaba antes del que estoy ahora, todos los docentes tenían que vigilar unas áreas específicas durante los recesos. Toda una semana estuve anotando los lugares con las horas hasta que finalmente, me acerqué a hablarle.

Durante todo el año escolar hice lo mismo. 

A veces habían otros estudiantes que se le acercaban para pedirle que le subieran las notas, otras veces contaban un chisme que todo el mundo sabía menos nosotras, incluso algunas veces estaban sus otras amigas profesoras hermosas que no me daban clases pero sé que se daban cuenta de como me la comía con la mirada cuando nadie más lo hacía.

Sonará algo triste, pero era como una amiga para mí. Claramente respetaba los horarios en los que le podía escribir por redes sociales (que no estaba permitido, pero encontramos una manera de que funcionara), y también trataba de no sobrepasarme cuando hacíamos actividades grupales y sólo la miraba a ella.

Llegué a un punto de obsesión tan alto, que mi mamá casi me descubre el día que le quise dar un regalo de cumpleaños.

Como ella era profesora de literatura, me escapé de la casa y fui a una tienda a comprarle una copia de mi libro favorito: Moby-Dick .

Cabe aclarar que yo tenía nueve años, cualquier persona podría decidir secuestrarme ese día, mi amigo de quince años fue el que fingió la voz de macho para que me dejaran salir de la portería, mi mamá nunca se dio cuenta de que faltaban veinte dólares. Y, según yo, era completamente heterosexual.

Llegué ilesa y mi amigo se aseguró de que siguiera completa, escondí el libro entre mi ropa de karate y guardé la caja en la que iría aparte.

Y a mi mamá, le dio la perra gana de revisarme el maletín.

No sé en que segundo pasó, pero no alcanzó a darse cuenta de que habían objetos de más allí.

Guardé todo hasta que fue el día y me agradeció abrazándome. Pero no como ese abrazo antisocial que te das cuando alguien dice que te conoce y tu no logras recordarle, no, era como si de verdad me diera las gracias. Como si le importara de verdad. 

Aún no es demasiado tarde {CHONI}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora