Her

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Ella sufre.

Sufre porque las palabras también la hieren.

Sufre porque el abuso psicológico de su madre la hace culparse todos los días, no por lo que le dice, sino porque sabe que no puede ayudarla a volverse mejor.

Sufre cuando su familia habla de ella con la misma persona al lado, como si no existiera.

Sufre la presión de tener que ser perfecta todo el tiempo.

Sufre el acoso de los hombres cuando va por la calle.

Sufre por su corazón roto, cuando lo único que hizo fue entregarlo a las que pensaba lo cuidarían, aunque claramente sabía que iba a ser un error.

Sufre de sentir que lleva el peso del mundo sobre sus hombros, porque todos dependen de ella.

Pero ella también siente.

Siente las cosas bellas de la vida.

Siente los rayos del sol despertarla después de quedarse dormida llorando.

Siente el agua recorriendo su cuerpo cuando llueve, la única razón por la que no se apresura a llegar a casa.

Siente que puede ayudarlos a todos.

Siente que todos pueden confiar en ella, aunque sabe que nunca podrá confiar en nadie.

Siente el peso de las palabras que nunca dijo o nunca escribió cada vez que tiene pluma y papel frente a ella.

Siente los secretos, esas cargas que todos le dejan a ella y los guarda como una posesión preciada.

Ella ama.

Ama a todas las personas que cruzan su vida.

Ama pensar que hace lo posible por que el mundo sea un lugar mejor cada día.

Ama a todas las personas que ponen más peso en sus hombros porque de alguna manera, y en el fondo de su corazón sigue esperando que no sea su culpa.

Ama escuchar música en la madrugada, aunque sea solo para llorar porque piensa que puede hacer más cosas de las miles que ya está haciendo.

Ama leer para escapar por unos momentos de la realidad, esa amarga realidad en la que tiene que vivir todos los días.

Ama pensar en el lado positivo de las cosas, aún sabiendo que tal vez no las merecía.

Pero sobre todo, ella sufre, siente, y ama a esa chica.

La que siempre la miraba cuando salía a caminar, como ofreciéndole su protección para que nada malo pudiera pasarle.

La que le sonreía cuando se daba cuenta de que no tenía ningún motivo para sonreír.

La misma chica que desde el primer día que le habló, alteró su sistema nervioso.

Lo único que tuvo que hacer fue acompañarla a la escuela mientras le contaba como había dormido y lo que había soñado.

Desde ese día no tuvo que hacer más para captar su atención, sólo... estar ahí, haciéndola sentir que no estaría sola.

Ya no más.

Y si cambiamos el "ella" por un "yo", y esa chica misteriosa que mencioné es la misma que me está sonriendo en el mismo instante que escribo esto.

Así es como comienza esta historia.

La misma que no pensé que estaría contando.

Aún no es demasiado tarde {CHONI}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora