TOUCH THE SKY ─ jinsu

𝗲𝗶𝗴𝗵𝘁 | los kang (pt. 2)

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El vestíbulo del hotel había sido renovado recientemente. Anteriormente, había sido un lugar apenas habitable para los estándares de la ciudad, pero la afluencia de tráfico nuevo, después de que Blumzound instalara la estación de tren, y los beneficios económicos que este trajo les había permitido rehacer todo, de arriba a abajo.

El antiguo piso de tablones ahora era de mármol rosa pálido, y los azulejos de estaño moldeados a juego cubrían el nuevo techo abovedado. No estaba al nivel glorioso de la ciudad, pero al menos agregaba una sensación de humilde acojo y se notaba la intención de hacerlo parecer un hotel moderno.

El estómago y los muslos de YoonGi todavía se estremecían, y con las tripas agitadas por la ansiedad, cruzó el espacio abierto mientras trataba de no mostrar ninguna angustia física o emocional evidente. Ausente, notó que el vestíbulo ahora tenía divanes y sofás de color crema, junto con mesas bajas. Si quería convencer a los Kang de que la Cuenca del Hud era el lugar para que él y su nieto estén seguros, entonces tendría que parecer completamente sano y de buen humor.

Dios Lobo, si solo fuera un mejor actor.

Un beta de mediana edad, vestido con un ordenado uniforme, que se encontraba de pie detrás del mostrador de recepción lo dirigió hacia el comedor del hotel.

—Lo están esperando, señor —dijo, con algo de asombro en su voz.

YoonGi recordó cuando había sentido lo mismo por los elegantes Kang. Ahora sabía la verdad de lo que todo ese fulgor y brillo realmente ocultaba, y cualquier asombro que alguna vez había sentido por ellos se había desvanecido en el miedo.

El comedor estaba medio lleno de clientes y olía a mantequilla, mermelada y un estofado de carne de algún tipo, tal vez conejo, que hizo gruñir el estómago de YoonGi. Su apetito había decidido regresar por completo, lo cual era bueno. Sería capaz de fingir querer alimentar, de corazón, a la cosa que crecía dentro de él, y podría afirmar que su delgadez era el resultado de una enfermedad del embarazo ya pasada. Mientras nadie hablara demasiado de TaeKwan y no volviera a revolvérsele el estómago, debería ser capaz de lograrlo.

YoonGi vio a sus suegros en una mesa junto a la ventana, mirando hacia el jardín lateral del hotel. Ambos tenían la cabeza en esa dirección y hablaban en voz baja sobre lo que sea que veían afuera. YoonGi observó sus impecables trajes grises, camisas almidonadas, zapatos brillantes y corbatas de moda. Realmente estaba mal vestido para asistir a una reunión con ellos.

El brillante cabello rojo de Yeo estaba liso y peinado hacia atrás con una pomada que YoonGi sabía que olía a jabón de manos con aroma a cítricos. Era más joven que el papá de YoonGi por unos diez años y bastante vanidoso sobre su aspecto. YoonGi sabía que usaba polvos especiales en la cara para protegerlo del sol, tanto para que su piel clara no se quemara como para que no tuviera más pecas. Yeo era bastante paranoico sobre sus pecas, afirmaba que se veían desordenadas.

KiTae, el padre de TaeKwan, tenía el cabello plateado y había comenzado a ponerse gris en sus veintes, según las fotografías que YoonGi había visto de sus fiestas y celebraciones contractuales. Su fuerte mandíbula alfa y su pecho ancho y musculoso fueron las fuentes de la estructura similar de TaeKwan. Sin embargo, mientras KiTae parecía un brabucón, TaeKwan se veía guapo, soñadoramente. Al principio, de todos modos. Era difícil decir cuándo había cambiado la opinión de YoonGi sobre el aspecto de TaeKwan; probablemente, alrededor de la primera vez que TaeKwan lo había lastimado deliberadamente mientras lo jodía.

Sí, quizás estaba en lo cierto entonces.

Se sacudió ese miserable recuerdo y esbozó una sonrisa alegre mientras avanzaba rápidamente hacia sus suegros. Algo fuera de la ventana mantenía su atención. YoonGi se acercó a su mesa sin ser notado y se quedó a su lado sin ser visto durante un largo y terrible minuto. La escena por la ventana que llamaba la atención de sus suegros era inofensiva: conejitos en el jardín. Conejitos marrones, para ser exactos, brincando con mullidas colitas blancas.