TOUCH THE SKY ─ jinsu

𝗘𝗣𝗜𝗟𝗢𝗚𝗨𝗘

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Cuatro años después del nacimiento de JungSu...

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ERA UN DÍA caluroso.

La llegada del verano estaba haciéndose notar fácilmente. El cielo se encontraba despejado, con algunas esponjosas nubes blancas desplazándose sobre él. Verde hierba rodeaba el perímetro de Min's House, dándole un aura más vital y acogedora al lugar. Para suerte y gusto de muchos, viento fresco soplaba de vez en cuando, lo que amortiguaba el inevitable calor que provenía de los intensos rayos del sol.

De pie en el camino que conducía a la entrada del bosque, él se encontraba observando los alrededores, con los sedosos mechones negros revueltos por la brisa de verano. Vio que algo empezó a moverse entre los arbustos, por lo que dirigió su mirada hacia ese lugar y esperó. Instantes después, supo de qué se trataba: un conejo. El pelaje blanco llamó la atención de ese par de oscuros ojos negros como el ónix. Sin mover su mirada, dio un paso al costado y tomó una piedra que se hallaba en el camino para luego elevarla en lo alto, listo para atacar.

El corazón de YoonGi colgaba en su garganta, sin saber cómo reaccionar después de haber visto a JungSu, alto para su edad, con una roca en la mano y su brazo levantado y listo para arrojar esa piedra a un conejito inocente.

Antes de que YoonGi pudiera gritar para detenerlo, el conejo saltó hacia JungSu y, desde el bosque, saltó un enorme gato montés, gruñendo enojadamente y deteniéndose frente a la figura de JungSu.

—¡No! —ordenó JungSu, con voz firme, moviéndose para ponerse entre el gato y el conejo—. ¡Gato malo! ¡Ese conejito no es para ti!

El corazón de YoonGi se sacudió. Al instante, se dio cuenta de que la situación no era como él había estado pensando, pero era una mucho más terrible. Un gato montés, mucho más grande que JungSu, estaba parado con los colmillos al descubierto y una pata levantada, como para golpear el relleno fuera de su pequeño hijo.

—JungSu —susurró YoonGi, pero su voz era solo aliento. Se quedó paralizado de miedo. El gato y el peligro estaba demasiado cerca de su hijo y YoonGi se dio cuenta, quizás tardíamente, que JungSu era demasiado precioso como para perderlo.

El tiempo colgaba en un silencio brillante teñido de verde; el bosque también contenía la respiración.

Sin previo aviso, un pequeño pájaro azul y verde se zambulló desde las ramas superiores del árbol detrás de JungSu y voló directamente hacia la cara del gato montés. La fiera retrocedió, dio un zarpazo en el aire y se giró para correr hacia dentro del bosque con un gruñido. El pájaro cayó al suelo, junto a los pies de JungSu.

—¡No! —gritó JungSu—. ¡Oh, pajarito! ¡No! —Cayó de rodillas, lágrimas bajando por sus mejillas, y sollozó. Sus pequeños hombros se sacudieron sobre el cuerpo del pájaro.

YoonGi corrió hacia adelante y levantó a JungSu, sosteniéndolo cerca de su pecho y enterrando su rostro en su cuello.

—Calma, bebé —murmuró—. Shh... Papá te tiene ahora. Todo está bien. Te tengo.

YoonGi se sacudió como una hoja, con los ojos muy abiertos y conmocionados, mirando el cuerpo sin vida de Kiwi. No había visto a su pájaro ni había escuchado sus llamadas desde la noche en que salió volando de la casa. Y, sin embargo, aquí estaba...

Los sollozos aterrorizados de JungSu llamaron la atención en la casa. SeokJin y DongYul llegaron corriendo por el camino, con los ojos muy abiertos, y Papá cojeó levemente por una lesión en el pie que se había hecho unos meses atrás.

SeokJin los alcanzó primero. Tiró de YoonGi y JungSu en sus brazos, buscando a su alrededor salvajemente la fuente del peligro.

—¿Qué pasó? —Sus ojos se posaron en el pájaro en el suelo del bosque, parpadeó y luego dijo—. ¿Ese es...?