El momento había llegado, al fin.
Hoy sería el día en el que la vería.
Me encontraba conduciendo mi moto, eran alrededor de las diez de la noche, no sabía a qué hora vendría, pero el boliche abría a partir de las nueve, así que, suponía que vendría a esta hora, ¿no?
Bajé la velocidad de la moto hasta que se detuvo por completo frente al local, me bajé de esta, caminé hacia la entrada y antes de abrir la puerta, suspiré.
Ojalá esté aquí.
Entré al local.
Era genial.
Habían varias mesas rojas con muebles acolchados del mismo color, del techo colgaban algunas lámparas con una luz blanca muy brillante. Dirigí mi mirada a la parte de los bolos, era exactamente igual como lo ví en la foto, obviamente. Habían muchas personas en el lugar, algunas jugando, otras solo en las mesas comiendo y hablando, y otras simplemente viendo.
Traté de localizar a la pelirroja pero fallé en el intento. No estaba aquí.
Maldije internamente.
—Buenas noches, Señor, ¿en qué le puedo ayudar? ¿Quiere algo de tomar? —dijo un hombre, interrumpiendo mis pensamientos.
—Estoy esperando a alguien, pero gracias —sonreí falsamente.
—Puede tomar algo mientras espera, si gusta —insistió. Bufé.
—Bien, quiero una cerveza.
—Enseguida. Puede tomar asiento.
—Mjum.
El Señor se fue y yo seguí mirando el lugar.
Miré a una pareja que estaba jugando, la chica hizo una chuza y el chico la besó mientras la felicitaba como si hubiera ganado un premio Oscar.
Qué asco el amor.
El amor te volvía idiota, te hacía hacer cosas que no harías por otras personas. Yo veía el amor como un sedante o como el licor.
Mientras estuvieras bajo ese efecto, era casi inevitable no verse como un completo imbécil.
Solo una vez me enamoré en la vida, y con esa experiencia me bastó para no querer enamorarme nunca más.
Me senté en una de las mesas vacías y, a los pocos minutos, el mismo hombre llegó frente a mí con una cerveza en sus manos, la puso en la mesa y dio la vuelta para luego irse. Tomé la botella y la llevé a mis labios para tomar un sorbo, esta recorrió mi garganta, refrescándola a su paso. Cerré los ojos un segundo dejándome llevar por el exquisito sabor agridulce de la cerveza, y cuando los abrí, una pelirroja entrando al local captó toda mi atención. Tenía los puños cerrados y la cara completamente roja, en sus ojos se notaba que había estado llorando, ya que estaban rojos e hinchados.
¿Por qué lloraba tanto?
Entró en el baño de chicas y yo tomé otro sorbo de mi bebida mientras esperaba que ella saliera de este.
Pasaron algunos minutos y ella no salía, mi cerveza ahora estaba vacía, el mismo hombre vino y se la llevó junto con mi dinero para pagar la misma.
Transcurrieron los minutos y mi paciencia se comenzaba a acercar a su punto límite, por lo que bufé en desesperación. Cuando estaba a punto de rendirme, ella salió, pasó por mi lado sin siquiera percatarse de mi presencia y se dirigió a la parte de los bolos, se acercó a una barra en la que del otro lado estaba un hombre al cual ella le dijo algo, a lo que él le entregó unos zapatos y anotó algo en su computadora.
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Keyframe
Teen FictionEl día que Calem; un ladrón principiante, y Amanda; una chica con muchos problemas, se cruzaron en un fallido intento de robo, se podría decir que todo... se fue un poco a la mierda. La vida de ambos ya era caótica, pero se mezclaron para empeorarla...