El sol entraba por la ventana, los pájaros cantaban anunciando la mañana, el viento acariciaba mi cara, la...
—Ey, idiota, despierta.
Olviden todo, era una mañana horrible.
—Buenos días —saludé con sarcasmo.
—Si, si, lo que sea, necesito que te vistas y te vayas —ordenó ella —, cosa que te pedí anoche pero te quedaste dormido —reclamó.
Yo seguía acostado, envuelto en las sábanas, desnudo. Mientras que ella ya estaba completamente cambiada; tenía un vestido azul con pequeñas flores amarillas en la tela. Se veía tierna y sexy a la vez.
—¿Y tú adónde vas? —pregunté al tiempo que me restregaba los ojos tras haber ignorado su queja.
—No es tu asunto, cariño —sonrió y me guiñó.
Rodé los ojos. Ella iba a volver a hablar pero un llanto de bebé la interrumpió.
—¿Qué es eso? ¿Es esa bebé de nuevo? ¿¡Es tuya!? No puede ser, ¡que miedo! ¿Cómo puedes vivir bajo el misma techo que esa mocosa? —bromeé.
Ella me mostró su dedo medio para luego salir de la habitación. Yo me levanté y me cambié rápidamente. Fui hacia la sala, viéndola por primera vez.
Era... ¿acogedora?
No era grande, era un apartamento pequeño pero con lo necesario, supongo.
El sillón color piel estaba lleno de mantas y la mesa al lado de este estaba repleto de bolsas vacías de frituras. Las cortinas, al igual que las ventanas, estaban cerradas.
La cocina era pequeña y hasta incómoda, la mesa estaba muy pegada a la estufa, lo que hacía casi imposible cocinar algo ahí, y habían algunos platos sucios en el fregadero.
No estaba tan mal, realmente.
—¿Es tu hija? —pregunté, viendo a Amanda darle biberón a una bebé —. Tendré que poner más atención con quién me acuesto —susurré lo suficientemente alto como para que ella escuchara.
—No es mi hija. ¿O si? —yo fruncí el ceño —. En realidad es mi hermana, pero yo tengo su custodia —explicó al ver mi cara de confusión —. Igualmente, no sé porqué te estoy explicando esto, no es tu problema.
—Bien por ti, creo —me encogí de hombros.
La niña terminó de comer y Amanda la sentó en la mesa frente a ella. A un lado había una banana, la cual la bebé vió y la tomó, apretándola entre sus pequeñas manos, haciendo que esta se triturara y se escurriera entre sus dedos.
—No, Mia, deja eso —ordenó Amanda.
La niña dejó la banana, cosa que me sorprendió ya que los bebés nunca hacían caso, y menos uno tan pequeño como ella.
—Wow, te hizo caso, deberías darle una galleta o algo, ya sabes, un premio.
Ella me miró con el ceño fruncido.
—No es un perro, Calem.
—Bebés, perros, es lo mismo —me encogí de hombros y ella rodó los ojos —. La verdad, eres una excelente mama.
—Es "mamá", no mama —corrigió —. Y gracias, me esfuerzo en cuidarla bien.
—No, no "mamá", me refiero a que eres una excelente mamadora, estúpida —expliqué con tono de burla. Ella abrió los ojos exageradamente.
—Eres un idiota.
Yo reí.
—Y también eres muy buena para dormir, no me molestaste en lo absoluto. He dormido con chicas que hasta me patean. Pero a ti ni siquiera te sentí —conté, metiendo las manos en los bolsillos de mi suéter.
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Keyframe
Teen FictionEl día que Calem; un ladrón principiante, y Amanda; una chica con muchos problemas, se cruzaron en un fallido intento de robo, se podría decir que todo... se fue un poco a la mierda. La vida de ambos ya era caótica, pero se mezclaron para empeorarla...