26 "Querida Amanda"

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Luego de detener la moto frente al edificio de Amanda, vacilé unos segundos tratando de dicidir si entrar por la ventana o por la puerta, hasta que la segunda opción ganó. No creía que fuera muy bueno para ella ver a un hombre entrar por la ventana cuando había un psicópata suelto por ahí.

Entré al edificio y subí al tercer piso para luego abrir la puerta, ya que ella siempre la dejaba abierta cuando estaba en casa.

Tal vez debería dejar de hacer eso.

Una rubia con la bebé en brazos volteó a mirarme con algo de miedo pero cuando se dio cuenta que era yo, suspiró y me dio una mirada fulminante.

—¡Calem! Casi me matas del susto. Pensé que eras...

—¿Hugo? —inquirí con una ceja alzada. Ella asintió —Exactamente por eso no deben estar aquí, él puede llegar en cualquier momento. ¿Por qué se fueron de mi casa? —pregunté con el ceño fruncido.

—No creo ser yo la persona con la que necesitas hablar —dijo para señalar la habitación de Amanda con su mirada.

—Bien, gracias —dije para dar un paso en dirección al cuarto, pero Cynthia me detuvo.

—Por cierto, lamento lo de hace rato. Entiendo que te hayas molestado, cuando entré a la casa, olía a hormonas por doquier —ambos reímos.

—Tranquila —ella asintió —. Pero la próxima vez, no interrumpas —susurré, a la que ella rio.

Mientras caminaba hacia la habitación, escuché como la bebé empezó a llorar.

—Si van a hacer cochinadas, usen protección. Tenemos suficiente con Mia —dijo la rubia en un grito no tan fuerte, a lo que se me escapó una sonrisa.

Cuando estuve frente a la puerta de la habitación, esta se abrió, y me dejó ver a una Amanda en pijama.

—¿Cindy, de qué... ? —inquirió la pelirroja con el ceño fruncido, pero al verme ahí parado frente a ella, se calló de golpe —Calem —susurró con algo de sorpresa.

—Tenemos que hablar —dije, la tomé de los hombros para hacer que ambos entráramos a la habitación, y cerré la puerta —. ¿Por qué te fuiste así? —indagué con el ceño fruncido y los brazos en forma de jarrón.

—Porque tú te fuiste molesto, y, déjame decirte que te esperé por una hora, pero como no apareciste, nos vinimos. Además, Hugo está lejos de aquí, y no me hará nada. Al menos, eso fue lo que me dijo el Agente Sullivan —explicó.

—Ajá. ¿El mismo Agente que te dijo que no dejarían que él escapara? —enarqué una ceja. Ella rodó los ojos y se sentó en la cama —No es seguro que ustedes estén aquí —advertí.

—Calem, yo te dije que solamente sería por una noche mientras veíamos qué hacer, y ¡ta-rá!, ya puedo volver a mi casa. Nosotras estaremos bien. Además, ¿por qué te importa tanto? Cuando preferiste un polvo antes que ayudarme, no parecías tener el mismo interés.

—¡Exactamente por eso! Me siento muy mal por ello y siento que si ese imbécil te hace algo, va a ser por mi culpa —mi tono de voz, por alguna razón, se elevó. Ella se levantó de la cama.

—¿Y por qué? ¿Por qué te importo tanto? Antes solo me querías follar, y ahora te preocupas por mí todo el tiempo e intentas cuidarme —cuestionó mientras se acercaba a paso lento hacia mí hasta quedar a unos centímetros de distancia.

—¿Y qué? ¿Te molesta que alguien se preocupe por ti? ¿Te estás escuchando, Amanda? Deberías ser un poco más agradecida —mi tono de voz seguía aumentando con cada palabra.

—Oh, si, Calem, te agradezco por haberte acostado con alguna chica, en vez de traerme ese maldito pendrive que habría encarcelado a Hugo de por vida —ella tampoco se quedaba atrás, se veía enojada, sus mejillas estaban rojas como las de un payaso y su respiración parecía la de un toro, debido a su alto tono de voz.

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