25 "¿Cómo está, Calem?"

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—Esto que le voy a decir no será fácil para usted, pero, tiene que saberlo —dijo el Agente Sullivan, quien estaba sentado frente a mí con los dedos entrelazados sobre la mesa de metal que nos separaba.

Me había llamado al trabajo para pedirme que viniera a la comisaría, ya que tenía que decirme algo, por lo que, a penas salí de trabajar —lo cual fue a mediodía, por suerte—, prácticamente me teletransporté aquí.

Yo fruncí el ceño por lo que me estaba diciendo. ¿Ahora qué había pasado?

Él suspiró.

—Hugo escapó —soltó sin más mientras me miraba con la cara totalmente seria, por lo que supe que no era una broma ni una mentira.

Espera, espera, ¿Hugo escapó? No, no, no, no, eso ya era mucho, era demasiado. El universo sinceramente me detestaba. Mi pecho se infló por la bocanada de aire repentino lleno de rabia que tomé, y mis manos se volvieron dos puños.

Esto no podía ser verdad.

—¿Cómo que escapó? ¡Usted dijo que lo tenía vigilado! —demandé con el tono de voz un poco alto y el ceño fruncido.

—Si, lo teníamos vigilado, pero...

—Supongo que no lo suficiente —lo interrumpí, consumida por el enojo.

Él abrió la boca para hablar, pero la volvió a cerrar al notar lo enfadada que estaba. Se levantó de su asiento y dio unos pasos detrás de su silla para apoyarse con sus manos en el espaldar de esta y mirarme a los ojos.

—No sabemos cómo salió del país, pero...

—¿¡Del país!?—grité asombrada —¿Salió del puto país?

—No sabemos adónde se fue. Y tampoco estamos cien por ciento seguros de que haya abandonado América del Norte, podría seguir aquí pero muy escondido en algún lugar —explicó él —. Pero, puede estar tranquila, en su casa. Puede volver a su casa.

Si, le había contado del encuentro de Hugo y Cynthia, y me dijo que le serviría mucho para el caso.

—¿Pero qué me está diciendo? ¡No saben en dónde está! Podría estar más cerca de lo que creen —dije con el ceño fruncido.

—Amanda, usted estará bien en su casa, confíe en mí —dijo con sinceridad, por lo que suspiré y asentí.

—¿Ya me puedo ir? —pregunté a lo que él asintió.

No sé si era bueno o malo que no supieran del paradero de Hugo. Por un lado, eso significaría que puede haberse ido del país, lo que no sería lo mejor del mundo, pero al menos lo tendría lejos, aunque preferiría tenerlo en la cárcel. Y por otro lado, podría ser que seguía en Nueva York, tal vez cerca de mí, vigilándome, no lo sé.

Lo único que sabía y tenía claro, era que ese psicópata tenía que ir a la cárcel.










Luego de cerrar la puerta de la casa de Calem detrás de mí, solté un suspiro y dejé la pañalera de Mia en el sofá, en el cual acosté a la bebé, quien estaba dormida, y le coloqué un cojín a su lado para que no se fuera a caer si se movía.

—¿Quién llegó? —preguntó Calem al tiempo que salía de su habitación con solo un mono de pijama de cuadros rojos y negros.

Mi respiración se trancó por un segundo al verlo, y más el verlo sin camisa, por alguna razón.

—Oh, eres tú —dijo con una sonrisa —. Pensé que podría ser Cynthia, aún no ha llegado.

—Hola —lo saludé con una sonrisa fingida.

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