3 "Mi vida es un asco"

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Sexo

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Sexo.

Una necesidad para el ser humano, un placer indescriptible que a todos les encanta sentir, y, cuando lo haces con la persona que más amas, puede llegar a ser un placer sobrenatural, puedes llegar a disfrutarlo de manera descomunal.

Hombres.

Un sueño para casi toda mujer y para ciertos hombre, el ser amado por un hombre, ser cuidado por ellos, sentirte protegido en sus brazos, poder reír y divertirte, o llorar y desahogarte con ellos, saber que si algo te pasa, ellos se preocuparán por ti, que ellos te defenderán de cualquiera que pueda o quiera hacerte daño.

Pero el sexo y los hombres no siempre son cosas tan geniales como las pintan, a veces realmente pueden ser un grano en el culo. Y a veces, estas dos cosas combinadas no quedan bien, un hombre con necesidad o deseo sexual no siempre es bueno, que un hombre te desee, que te resguarde de las demás personas, que te quiera solo para él, que te ame o te necesite tanto, no siempre es bueno. Y eso es algo que aprendí desde hace bastantes años. He aprendido a no sentirme intimidada por un hombre, sea quien sea, ya que a este punto de mi vida, he vivido tantas veces la pesadilla de una mujer con respecto a un hombre con deseo sexual, que ya esas cosas no me daban miedo, lo único que me daría miedo que un hombre me hiciera sería matarme.

¿Sexo? A este punto, ya lo odiaba.
¿Hombres? No, no me importaban.

Así que, cuando vi a ese chico en mi armario, me sentí... rara. Me sorprendí, por supuesto, pero no tuve miedo, lo vi tan indefenso y nervioso que no sentí que fuera una amenaza en lo absoluto.

—...fue muy raro, ni siquiera dijo algo o me amenazó, solo tomó su pasamontañas y se fue —conté a través del teléfono.

¿Qué tipo de ladrón es ese? —dijo Cynthia, mi amiga, con un tono de incredulidad. Hice una mueca a pesar de que ella no me podía ver.

Yo que sé.

¿Y por qué me llamaste a mí y no a la policía?

Porque ya se fue, además no me hizo nada —respondí con simpleza.

Estás loca, amiga —rio.

Gracias. Ya tengo que colgar, hoy fue uno de esos días —dije, y escuché un bufido del otro lado de la línea.

Lo lamento mucho, Andy —dijo con tristeza.

Nos vemos luego —dije cuando sentí comezón en la garganta, ese típico cosquilleo que sientes al tener ganas de llorar.

Llámame si necesitas algo —dijo para luego colgar.

Coloqué el teléfono fijo de la casa en donde iba y me quedé sentada en el sofá, pensando.

¿Por qué se metió a robar justo a MI apartamento? En este edificio y en el vecindario hay muchos otros, ¿por qué no fue a uno de esos? Y justamente hoy que tuve un día de mierda.

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