23 "¿Y ahora qué hacemos?"

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—Gracias por cuidarla, Cindy —le dije a la rubia, quien estaba sentada en mi cama junto con Mia, mientras me colocaba un suéter negro.

Habían pasado unos quince minutos desde que Calem se fue, y decidí ir a la comisaría para entregar el pendrive, aunque fuera tarde, por lo que llamé a Cynthia para que cuidara a Mia, y como siempre, vino a ayudarme.

—No pasa nada. ¡Ve rápido! Antes de que sea más tarde todavía —sugirió. Asentí y le di un beso a la bebé en la mejilla para luego salir de la casa.

Fui a la parada de bus y tomé el mismo, el cual me dejó en la comisaría en tiempo récord, lo que agradecí. Antes de entrar, suspiré, tratando de tomar valor. Me dirigí a recepción y le expliqué la situación, a lo que la recepcionista rápidamente llamó a el Agente Sullivan, quien unos minutos después, llegó.

—Amanda —saludó él con su ropa de siempre.

O ese era su uniforme o no tenía más ropa.

—¿Qué tal, Agente Sullivan? —le devolví el saludo. Él hizo un gesto para que me dirigiera a la sala de siempre, lo que hice.

Una vez sentados uno frente al otro, él suspiró para comenzar a hablar.

—Si, Amanda, lamentablemente, está libre —dijo con pesar.

A pesar de ya saberlo inconscientemente, mis ojos se cerraron por un segundo a la vez que de mi boca escapó un largo y pesado suspiro tratando de asimilar sus palabras.

Las palabras más terribles para mí.

—¿Y el bolso con toda la sangre y los cuchillos y todo eso que le traje? ¿No sirvieron de nada? —dije con algo de molestia. Él negó.

—Desafortunadamente, nada de todo lo que había en ese bolso, tenía las huellas de él, solo la sangre de ella —explicó, lo que me hizo rodar los ojos —. Creemos que él usó guantes y por esto no hay huellas, lo que explicaría también porque la sierra está en las mismas circunstancias —contó el castaño. Me restregué la cara con las manos en un gesto de desesperación.

—¡Maldición! —gruñí.

—Sé que es duro, pero él no puede huir, lo tenemos vigilado, en cuanto consigamos pruebas, lo pondremos tras las rejas —aseguró él.

—¡Pruebas! Conseguí el pendrive —dije a la vez que buscaba el mismo en el bolsillo de mi pantalón. Él lo tomó y me dio una pequeña sonrisa.

—Dijiste que aquí había evidencia, ¿cierto? —asentí.

—Ahí hay muchas grabaciones de las... violaciones. Él solía grabar eso y lo pasaba todo al pendrive, y un día yo se lo robé precisamente para tener pruebas cuando lograra denunciarlo.

—Bien, entonces esto se examinará —dijo mientras lo guardaba en el bolsillo de su camisa —. Lo lograremos, Amanda —aseguró al tiempo que me regaló una sonrisa que me transmitió seguridad. Le devolví el gesto.

Solo esperaba que así fuera.

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Durante el trayecto de regreso a casa, mis pensamientos no pararon, por mi mente solo pasaban preguntas como: ¿Y si Hugo escapa? ¿Y si nunca lo atrapan? ¿Y si viene por mí o por Mia? ¿Nos mataría? Si lo atrapan ¿habrán suficientes pruebas? ¿Qué va a pasar?

Pensé tanto y tan profundamente en todas las posibilidades, que no me di cuenta cuando estaba parada frente al edificio. Sacudí mi cabeza para despejar mi mente, y me adentré al lugar, subí las escaleras y entré a mi apartamento, pero mi sorpresa fue gigante al ver el interior del mismo.

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