El llanto de Mia hizo que Calem gruñera. Dejé mi copa a un lado y me levanté para ir a su cuarto, entré a la habitación de la pequeña y la vi sentada en su cuna con sus mejillas empapadas. Ella me extendió los brazos y yo la cargué para arrullarla en un intento de calmarla. Al pasar unos minutos y que su llanto no cesara, le preparé su biberón lo más rápido que pude, y antes de que me pudiera sentar en la silla mecedora, Calem habló desde el umbral de la puerta, lo que me sobresaltó ya que no sabía que estaba ahí.
—¿Cuándo se va a callar? —inquirió mientras se tapaba los oídos con sus dedos.
—Cuando tú le des su biberón —dije extendiéndole el mismo. Él me miró con una mueca de confusión.
—¿Yo? —se señaló a sí mismo —Ese vino te afectó la cabeza —bromeó.
—No, no me ha afectado nada. ¿Quieres que se calle? Dale el biberón —se lo entregué y él lo tomó con una mueca de miedo.
Ja, ya te quería ver yo, Calem.
—Yo no puedo darle biberón a esa mocosa, Amanda, no me hagas esto.
—Si, se lo darás tú —dije a la vez que lo tomaba de la muñeca para arrastrarlo hacia la silla mecedora, y luego lo senté en esta —. Toma —le iba a poner a la bebé en las piernas, pero él soltó un chillido de mujer el cual me hizo reír.
—No sé cómo hacerlo.
—Agh, entonces quítate para yo poder darle el biberón —pedí.
—Ven —palmeó sus piernas. Yo alcé una ceja —. Ven —repitió mientras me tomaba de la cadera y me sentaba en su regazo. Suspiré y le di el biberón a la bebé, la cual comenzó a beberlo.
—¿Ves? No es para nada difícil —dije acomodándome en sus piernas.
—Si, ya veo. Solo no te muevas tanto —ordenó al tiempo que me tomaba por la cintura. Rei por lo bajo.
—No sé cómo te puede dar miedo una cosita tan tierna e indefensa —dije mirando a la pequeña en mis brazos.
—En realidad, no es que me de miedo, es que me irrita. Su llanto, cuando balbucea, cuando todo. Me parecen muy estresantes los bebés —explicó. Rodé los ojos.
—Dame tu mano —pedí y él me hizo caso. Acerqué su mano a la mejilla de Mia e hice que la acariciara, giré mi cabeza para verlo y noté lo concentrado que estaba mientras acariciaba la suave piel de la bebé. Él sonrió y al ver que yo lo estaba mirando, borró la sonrisa de su rostro de inmediato y carraspeó.
—Cuando está dormida, si la tolero —dijo señalando a la bebé que, efectivamente, estaba dormida en mis brazos. Un bostezo salió de mi boca.
—Tengo sueño —dije a la vez que le quitaba el biberón a la bebé, el cual no se había terminado porque se quedó dormida.
—Yo también —él también bostezó —. Pero también tengo hambre —dijo para luego tomarme de la cadera para que me levantara, seguidamente él se levantó y salió de la habitación. Yo me dirigí a la cuna, acosté a la bebé ahí y salí de la habitación, encontrándome con Calem esculcando mi nevera.
—¿Qué haces? —inquirí mientras me detenía unos metros detrás de él.
—Ya te dije que tengo hambre, así que obviamente vine a buscar comida —dijo sin dejar de revisar el refrigerador.
—¿En mi nevera? —me crucé de brazos.
—¿Y qué pretendes? ¿Que vaya a mi casa a buscar comida? Olvídalo, queda muy lejos.
—Si, es una buena opción —mis palabras hicieron que Calem se girara a verme —. Vamos a tu casa —propuse. Calem alzó una ceja.
—¿Y para qué? —se acercó a mí a paso lento.
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Подростковая литератураEl día que Calem; un ladrón principiante, y Amanda; una chica con muchos problemas, se cruzaron en un fallido intento de robo, se podría decir que todo... se fue un poco a la mierda. La vida de ambos ya era caótica, pero se mezclaron para empeorarla...