7 "Una Amanda al horno"

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¿Por qué tenía tan mala suerte? Era la única persona en todo el mundo con tan mala suerte

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¿Por qué tenía tan mala suerte? Era la única persona en todo el mundo con tan mala suerte.

Había perdido a pesar de saber jugar muy bien ya que venía aquí desde hace alrededor de dos o tres años. Cómo sea, él había ganado la apuesta y ahora yo debía cumplir mi parte del trato.

Maldita sea.

—¿Y adónde quieres ir? —preguntó el chico con una sonrisa de triunfo.

Idiota.

—Yo qué sé, me da igual —respondí con una mueca de disgusto.

—¿Qué te parece en el baño? —señaló el mismo, el cual estaba lejos de nosotros.

—¿Qué haremos en el baño? —pregunté inocente. Una risita burlona salió de su boca.

—Sabes muy bien que haremos, no me hagas decirlo.

—Mmmm, ¿me enseñarás algún tatuaje oculto tuyo? ¿O algún piercing? O mejor, lavaremos los retretes —bromeé.

Apretó la mandíbula dándome a entender que se había molestado, cosa que me importó nada.

—¿Tienes algún retraso mental o simplemente te haces la "graciosita" conmigo? —se cruzó de brazos.

—Quién sabe —me encongí de hombros.

—Solo vamos, termina lo que empezaste —me tomó del brazo y me arrastró hasta los baños. Entramos a el de hombres y me soltó.

—¿Cómo que "termine lo que empecé"? Yo no empecé nada contigo —hablé con el ceño fruncido.

—Esto —señaló su entrepierna, en la cual había un gran bulto —, lo hiciste tú, poniéndote esos malditos pantalones tan ajustados y calentones.

Una pequeña risita se escapó de mi boca.

—¿Te calentaste por unos pantalones? Si que estás necesitado —palmeé su hombro mientras me reía.

—No, bueno sí, es que te marcan demasiado las nalgas y eso es... —me tomó de la cintura para pegarme a su cuerpo —... muy excitante.

Dicho esto, su boca atacó mi cuello.

Sus labios chupaban con fuerza mi cuello, llenos de deseo y desesperación, y no paso mucho tiempo cuando sentí su lengua. Sin embargo, lo que para cualquier persona esto sería sumamente excitante, a mí solo me daba incomodidad y hasta asco, no me calentaba ni un poco.

Él dirigió sus manos a mi camisa y me la quitó, seguidamente se quitó su suéter negro y volvió a pegarse a mi cuello como una babosa sanguijuela.

No, no estaba más seca que la nieve en verano porque sintiera que él me estaba violando, ya que no lo sentía así, sino que no lo sé, simplemente no me excitaba. Y si, sabía que debería sentirme asustada porque él era un hombre que no conocía, que me había estado siguiendo, había entrado a mi casa sin mi permiso a hacerme... ciertas cosas, también sin mi permiso, pero, aunque todo lo que acababa de decir sonara terriblemente mal (ya que lo era), y me estaría contradiciendo con lo que diré, igualmente no me parecía que él fuera un mal chico. Y, por alguna razón, no sentía miedo, él no me generaba ningún tipo de inseguridad o terror, era raro.

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