33 "Nervios, sentimientos, confesiones y decisiones"

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Habían pasado unos días desde que Amanda me había confesado sus sentimientos en el baño, no sabía cuántos exactamente, pero

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Habían pasado unos días desde que Amanda me había confesado sus sentimientos en el baño, no sabía cuántos exactamente, pero... Okey, si lo sabía, había pasado una semana, siete días, y casi que contaba hasta las horas. No saber nada de Amanda por tanto tiempo era muy extraño, siempre hablaba con ella al menos cada dos días, y ahora... ni siquiera sabía si estaba bien, o si había tomado una decisión acerca de nuestro hijo, o como estaba Mia, porque si que le tomé cariño a esa niña, inconscientemente, hasta ella me hacía falta.

Sin embargo, Amanda había sido muy clara, quería que la dejara en paz, y no la juzgaba, la manera en la que le hablé aquel día no fue para nada linda, la herí mucho. Pero no podía olvidarla, y el hecho de que mi libro se tratara de ella, no ayudaba mucho, a pesar de que no había podido escribir nada.

El sonido del choque de mi carrito de compras con otro, me sacó de mis pensamientos.

Oh, cierto, estaba en el supermercado.

—Lo siento...

—¿Calem? —dijo la rubia con el ceño fruncido y una sonrisa.

Tardé unos segundos en reconocer a Beth frente a mí.

—Oh, Beth. Hola —la saludé con una sonrisa sin ánimos.

—¿Cómo estás? Hace mucho tiempo que no te veía —dijo sin borrar su sonrisa.

Si, bueno, la última vez que la vi fue hace como un mes, cuando fui a la cafetería en la que trabajaba junto a...

—Amanda no te ha mencionado más, antes hablaba de ti hasta por los codos. ¿Se pelearon?

Un pequeño suspiro de sorpresa salió de mi boca. ¿Amanda hablaba mucho sobre mí, ah?

Bueno, antes.

—Si, algo así —dije para no entrar en detalle —. Fue bueno verte, pero ya debo irme, tengo que...

—¿Si? —me interrumpió y se comenzó a acercar a mí. Yo arrugué el ceño —Bueno, realmente te preguntaba eso porque, si Amanda y tú no están juntos, tú y yo... —colocó su mano en mi pecho y comenzó a bajarla.

Yo me congelé, no sabía qué decir o cómo reaccionar. Pero, cuando sus dedos empezaron a jugar con el elástico de mi bermuda negra, mis ojos se abrieron un poco.

—¡Aquí hay niños! Vayan a un hotel —gruñó una señora mientras le tapaba los ojos a el niño que estaba sentado en su carrito de compras.

—Es cierto, continuemos en otro lugar. Te veo en el hotel que está a unas calles, el viernes a las nueve.

Soltó el elástico con fuerza, por lo que este funcionó como un látigo, el cual me golpeó en la parte baja del estómago, lo que me hizo trancar la respiración. Ella se dio media vuelta y se fue como si nada.

Maldición, ¿en dónde había quedado aquella chica que se sonrojaba por decirle "Hermosa"?

Esta mujer era fuego.

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