26. Indeseada sorpresa

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Durante los últimos días en casa de la familia Potter habían pasado demasiadas cosas.

Albus y yo nos habíamos casado pocos minutos después de decir que sí finalmente. Fue Ted quién, con una gran sonrisa al volver con los papeles necesarios, dirigió la ceremonia más extraña y corta del mundo. Lo hicimos dentro del agua, con ropa y música muggle, recibiendo elogios y burlas de las cuatro personas que nos acompañaban, disfrutando de ese momento mucho más de lo que nunca hubiera podido imaginar.

Fue James quien nos trajo dos anillos dorados, replicas de prueba y baja calidad que habían utilizado para probarse antes de su boda, los cuales descansaban en nuestros anulares desde entonces. Los habíamos hechizado para que los vieran solamente las personas que sabían de nuestro matrimonio.

- Cuando pueda, voy a comprarnos unos anillos de verdad – lo besó con cariño, haciéndome apretar los labios emocionada. – Si mueres, lo harás con un precioso anillo de oro, ¿vale?

Asentí encantada, besando tiernamente sus labios, oyendo los aplausos de fondo.

Lena e Isabella fueron las primeras en saberlo, las dos se extrañaron muchísimo al vernos a Albus y a mí tan cercanos y con las manos entrelazadas y no dudamos nada en decírselo. 

- ¿Por qué me pegas? – Scorpius se acarició el muslo, mirando a la morena sin entender.

- Por no avisarnos – gruñó. - ¿Por qué puñetas no os habéis esperado a estar juntos?

- Eso no es amistad – asintió Isabella.

- ¿Y tienes que pegarme a mí? – Hyperion la miraba incrédulo.

- Bueno, te tengo más a mano, y Albus siempre me las devuelve.

- Igualdad, cariño.

- Vete a la mierda, mi amor – sonrió sarcástica Nott. – Eso no os lo perdono.

Nos perdonaron minutos más tarde, después de contarles todo lo sucedido con la tienda, recibiendo abrazos y halagos por parte de ambas.

Louis y Fred fueron los siguientes, los cuales se burlaron descaradamente junto a James.

- Pensaba que teníamos un futuro – me dijo el rubio haciendo un puchero.

- No te acerques tanto – gruñó Albus mientras me abrazaba los hombros.

- Elna, ¿no viste que mi familia y la tuya está predestinada?

- Puede que en otra vida – me encogí de hombros. – Debes decirme el importe de la tienda, haré una transferencia en cuento pueda.

- Nada, mujer – negó. – Mi regalo de boda.

- Que regalo más fabuloso – murmuró bajo el azabache. 

Y allí estábamos, a unas horas de partir hacía Hogwarts, sentada en la cama de Albus, con la cámara entre mis manos haciéndole fotos sin parar.

- Te la voy a quitar al final – se estaba quitando la ropa, dándome la espalda.

- Me gustan estos cacharros – sonreí. – Tienen su qué.

- Entiendo que te guste, pero quiero ducharme – me miró. – No me importaría en absoluto hacerlo juntos, pero me gustaría que no fotografiaras mi virilidad con esa mierda, por favor.

- ¿Por qué no? – sonreí disparando otra. Iba con esos calzoncillos negros que le quedaban tan bien. – Así podré verte cada noche.

- Me veras todas las noches.

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