20. Invitados

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Unos golpes en la puerta me despertaron. Agitada, cogí la varita con fuerza.

- Señorita Petit.

Miré a mi alrededor, la luz entraba por la ventana y Nessa seguía durmiendo plácidamente a través del espejo; llamarla fue la única manera de poder dormir. 

La primera noche en casa no fue de las mejores. Las pesadillas se adueñaron de mi cabeza al quedarme sola en la habitación, extrañando muchísimo la luminosidad verdosa que tenía en Slytherin, además de la compañía.

Aproveché esas horas vacías y oscuras en solitario para leer, realizando un hechizo nuevo que había descubierto en la biblioteca del colegio, pidiendo a todos los magos conocidos que funcionara en mi habitación.

Finalmente decidí llamar a Nessa, durmiéndome junto a ella con el espejo encendido y sin pronunciar palabra. Ella solo bostezó, me dijo que me quería y, a pesar de la hora, me sonrió antes de cerrar los ojos junto a mí.

- Señorita Petit – los golpecitos volvieron a oírse, obligándome a ponerme de pie, atándome la bata antes de abrir la puerta. – Señorita Petit, ama, el desayuno está a punto de empezar y los invitados llegaran pronto.

- Frig – cogí aire con fuerza, manteniéndome dentro de la habitación, mirando el elfo con la mandíbula apretada. - ¿Qué hora es?

- Tarde, señorita, los invitados no tardaran en llegar – me rasqué la cabeza, deshaciendo el moño. – En treinta minutos llegaran, señorita – entrecerré los ojos. – Su abuela está enfadada por su imprudencia.

- Dile que me estoy visi...

- Hermanita – Max intentó entrar. - ¿Qué puñetas...? – una fuerza se lo impidió, haciéndole retroceder unos pasos. - ¿Qué es esto?

- No quiero que entren en mi habitación sin mi permiso – alcé la barbilla. – Frig puedes entrar en mi habitación. Quiero que seas el elfo responsable, no quiero que entre nadie más, ¿entendido?

- Sí, señorita – hizo una reverencia. - ¿Quiere que la ayude a prepararse?

- Calienta el baño, por favor.

- ¿Me permites la entrada a mí? – Max me miraba divertido.

- ¿Debería?

- Te traigo un bonito vestido de verano para impresionar a tus invitados.

- ¿Puedo verlo?

- Solo si me dejas entrar.

- Eso es chantaje.

- Manipulación directa, en realidad – sonrió.

- Max, puedes entrar en mi habitación.

Se dio la vuelta sin decir nada más, oyendo como la puerta continua a la mía, la de su habitación, se abría y cerraba en pocos segundos de diferencia.

- Dúchate, vamos, la abuela está insoportablemente nerviosa – colgó el vestido al entrar en el baño junto a mí.

- Me duché hace unas horas, en realidad.

- ¿No podías dormir? – me encogí de hombros limpiando mis dientes con magia. - ¿Pesadillas?

- He hecho el hechizo para no tener sustos – me mojé el rostro con agua caliente. – Después me he duchado y he dormido junto a Nessa – sonreí. – Después la llamaré y le daré las gracias.

La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora