7. Duro

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Una de las cosas más raras en Hogwarts eran las habitaciones. No la decoración o distribución, eso me encantaba, pero si la normativa que había en ellas.

Nessa me había contado que, en la torre de Gryffindor, los chicos no podían ir a las habitaciones de las chicas, pero a la inversa sí. Si un chico intentaba colocarse en las escaleras "femeninas", estas se convertían en un tobogán impidiendo su objetivo.

De Hufflepuff no sabía mucho, pero Lily me había contado que los de esa casa no tenías las mentes tan perversas como para intentar entrar en una habitación que no era la suya. Me reí un poco, igual que ella, cuando terminó su explicación; un amigo de la familia era tejón y había aprovechado varias veces esa ventaja.

Cléa nos había contado que en la torre de Ravenclaw los chicos no podían entrar por la puerta secreta que conducía a la habitación de las chicas; esta no se abría a menos que encontrara una persona de sexo femenino delante de ella.

Cléa Dumont, suspiraba cada vez que pensaba en ella o la veía por los pasillos o en clase.

No me había dirigido la palabra desde esa discusión en el gran comedor y, aunque tuviera muchas ganas de hablar con ella y solucionarlo todo, mis amigos me hicieron ver la realidad.

- Puede quererte mucho, Elna, pero hizo mal en gritarte delante de todo el mundo – murmuró Scorpius.

- Es cierto que no la conocemos tanto como tú, - siguió Lena – pero no has hecho nada malo.

- No debes ir detrás de ella como si fueras un perro – Albus siempre tan directo.

- Lo que intenta decir es...

- Es que, si me quiere, vendrá a pedir perdón o a hablar conmigo para arreglar las cosas – corté a Lily.

- Exactamente – Isabella acariciaba mi cabello tranquilamente.

Llevaba una semana repitiéndome esa frase, una semana deseando cada noche que se conectara en el espejo para hablar con nosotras.

Tomate una poción para dormir sin sueños, Elna – me había dicho Nessa hacía unas horas. – Cléa se está comportando como una estúpida.

Le hice caso, siempre le hacía caso a ella, era la más sensata de las tres.

Mis padres me habían preparado un neceser con pociones y pomadas que pudiera necesitar en Hogwarts dentro del baúl. Era la primera vez que lo abría.

Dormí bien hasta que una mano empezó a moverme lentamente.

- Elna.

Eso era lo más raro en la normativa de habitaciones del castillo.

En Slytherin los chicos podían ir a las habitaciones de las chicas sin ningún tipo de problema, igual que a la inversa, y nunca, por más que pusieran hechizos, podías cerrar la puerta para aquellas personas que habían entrado bajo tu consentimiento.

Con un solo "pasa", esa persona podía entrar en la habitación para siempre. Con un simple "no eres bienvenido", nunca más se le permitiría la entrada.

Las serpientes eran drásticas; o sí o no, pero nunca un entremedio.

En realidad, me gustaba.

- Elna, levántate, vamos.

- ¿Qué hora es? – murmuré con voz adormilada.

- Sht, vas a despertar a las otras – abrí los ojos con el ceño fruncido, encontrándome al azabache encima de mi cara.

- ¿Qué haces aquí?

- Vamos a entrenar, Lily te deja su escoba, ¿recuerdas?

- ¿Ahora? – me senté en la cama.

La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora