17. Amigas

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La nueva normativa entre los seis estaba yendo de maravilla en la semana que llevábamos. El buen rollo había regresado y solíamos decir todo lo que nos pasaba por la cabeza sin miedo.

- Es demasiado temprano – el murmuró de Lily me hizo abrir los ojos con pesar, viendo como mis cortinas se abrían lentamente. – No, esto no – fruncí el ceño notando que mi cama se hundía. – Scorpius – su gemido me hizo sonreír. – Sí, así s...

- ¡Silenciador! – el gruñido de Lena se escuchó cuando el azabache cerro las cortinas. – Os voy a patear el culo como escuche algo más – alguien se puso de pie y caminó pocos pasos. – Échate un poco para allá, me han despertado y quiero sexo, Zabini.

- Por favor, que románti...

Sus palabras quedaron talladas. Cogí la varita de encima la mesita, aplicando otro hechizo silenciador a nuestro alrededor.

- Buenos días – le acaricié la mejilla. Estaba de rodillas encima la cama, mirándome con el rostro serio. - ¿Qué hora es?

- Las cinco.

- ¿Quieres dormir un poco más?

- En verdad quería sexo, pero oír a mi hermana me ha cortado totalmente el rollo – frunció el ceño. 

Reí un poco antes de bostezar.

- Ven – me destapé un poco. – Entra, vas a coger frío.

- No soy tú – se burló entrando lentamente.

- Tenemos suerte de eso – con otro golpe de varita plegué las dos mantas encima de mí, dejándolas dentro del baúl. - ¿Estás bien así?

- ¿Te importa que duerma en ropa interior? – negué dejando la varita en la mesita mientras él empezaba a quitarse los pantalones. - ¿Podrías quitarte los calcetines? De verdad que me da grima.

- ¿Grima? – reí bajo.

- Bueno, me entiendes – asentí quitándomelos.

- Suelo estar fría, mira – le toqué la pierna.

- ¡Elna! – se quitó la camiseta de golpe.

- Te he dicho que estoy fría – sonreí. – Por eso duermo con calcetines – se estiró boca arriba. - ¿Puedo abrazarte para no tener frío?

- ¿Solo quieres hacerlo por eso?

Nos colocamos frente a frente, ambos teníamos grandes sonrisas.

- Me has despertado a las cinco de la mañana y es domingo – entrecerré los ojos. - ¿Vas a reírte de mí durante mucho tiempo? Porque no dudaré en utilizar mis pies para atacarte.

- ¿Harías eso? – se hizo el sorprendido.

- Sin pensarlo – asentí divertida.

- Que mala persona – sus manos se colaron dentro de mi jersey, acariciando mi abdomen. – Yo pensaba en otras cosas.

- ¿Serías tan amable de decírmelas?

- Bueno, he leído que el contacto piel con piel va muy bien para estabilizar ese tipo de cosas.

- ¿De verdad? – me ayudó a sentarme encima de su regazo, quitándome la parte de arriba con lentitud. - ¿Estás seguro de que esta técnica me irá bien?

- Estamos haciendo un estudio para comprobarlo – acarició mis pezones erguidos, apretándolos unos segundos provocándome un gemido. – Me gustan tus tetas.

La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora