21. Paso de Agua

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Salió de mi interior, dejándome vacía, colocándose boca arriba con las piernas ligeramente abiertas.

- Ven – sonreí nerviosa enderezándome junto a él. – Quiero que me la comas, Elna.

Lo miré sorprendida durante unos segundos sin moverme del sitio. Parpadeé un par de veces cuando noté su mano en mi nuca, haciendo presión hacia su miembro.

- Vamos, cariño – se la acarició de arriba a abajo.

- N-no lo sé hacer – dije nerviosa.

- Es fácil, ya lo veras, no me muerdas y ya – sonrió egocéntrico.

- Y-yo n-no... - negué retrocediendo un poco.

- Eh, eh – se incorporó. – No voy a obligarte, Elna – me acunó el rostro. - ¿No quieres hacerlo?

- Yo...

Volvíamos cada día a mi sitio especial, los dos, solos, antes de que todos despertaran. Nos levantábamos para ver salir el sol, recibiéndolo con un orgasmo diario; ya llevábamos siete y no quería ni podía parar.

- ¿Él te obligo alguna vez? – aparté la vista. – No voy a hacerte daño, me gustas, Elna, conmigo solamente habrá placer – acunó mi rostro, mirarnos a los ojos. - ¿Confías en mí? – me mordí el labio inferior. – Preciosa, ¿confías en mí?

- – susurré.

- No voy a hacerte daño – me estiró, moviéndose despacio para no caer, colocándose entre mis piernas. – Quiero darte placer, hacer cosas nuevas – su mano agarró su miembro erecto, moviéndolo lentamente. – Quiero que te liberes – Albus gateó un par de pasos, quedando sus rodillas al lado de mi pecho. El chico había estudiado bastantes hechizos para hacer del lugar un poco más cómodo, además de aplicar imperturbables para no ser vistos ni oídos. – Vamos a probarlo, ¿quieres?

- Yo no...

- No voy a obligarte, no voy a gritarte, no voy a hacerte nada que no te de placer – sus ojos eran de un verde tan brillante que hipnotizaba. – Abre la boca, cariño, te gustará.

Lo hice. No solamente por su clara petición, sino por haberlo hecho en mi idioma; Albus había aprendido durante los meses en Hogwarts bastantes frases y palabras de cortesía, pero al llegar aquí estaba memorizando un vocabulario demasiado vulgar para todos los míos, pero era el que a mí más me gustaba.

Abrí ligeramente la boca, sin despegar mis ojos de los suyos, viendo como sus pupilas se dilataba más y más cuando mi lengua rozó la punta.

- Abre más.

Se introdujo más en mí obligándome a cerrar los ojos, oyendo como un gruñido salía de su boca mientras su cadera se movía de delante hacia atrás con movimientos lentos.

- Eres tan bonita – me acarició la mejilla. – Deberías verte – abrí los ojos, enfocándome en los suyos. – Eres preciosa, Elna – sus movimientos pararon y, antes de salir, sonrió engreído. - ¿Te ha gustado? – asentí.

- Quiero hacerlo más rato – susurré.

- No – negó con una gran sonrisa. – Hoy empezamos despacio, ya...

- Pero quier...

- Elna, no e...

- Albus, quier...

- No – sentenció. Su tonto era cariñoso, pero duro y eso me erizó la piel. – Es algo nuevo, algo que te obligaron a hacer y no disfrutaste para nada y...

La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora