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La pareja descansaba tranquilamente en su hogar hasta que escucharon ruidos extraños.

Los dos se miraron a la cara entre la oscuridad de la habitación.

—¿Ha entrado alguien en casa?—preguntó Bae en un susurro.

Rubén se aferró a la cintura de su novia, algo paranoico y con terror de que alguien haya invadido su hogar. Bae siempre le daba seguridad por lo que se acurrucó contra ella.

—No ha saltado la alarma—comentó Rubén—a lo mejor hemos escuchado mal.

Un ruido de lo que parece algo cayéndose, sonó desde la planta de abajo. Ambos saltaron del susto y se incorporaron de la cama hasta ponerse de pie. Bae encendió la luz y buscó con la mirada a su pareja, este le transmitía nerviosismo.

—¿Qué hacemos?

—¿Llamamos a la policía?—propuso Bae sin querer salir de la habitación.

Rubén no contestó y comenzó a buscar por su amplia habitación. Por hacer la gracia en un momento tan tenso, sacó un pene de plástico que solía enseñar en algunos directos, cosa que Bae no le tomó con humor. Estaba aterrada y se esperaba lo peor.

—Tengo miedo—confesó en tono bajo y la respiración acelerada.

Rubén se acercó hacia ella y la envolvió entre sus brazos, tratando de transmitirle algo de confianza.

—¿Salimos a ver quién es?—preguntó Rubén—somos dos y sea quién sea, podremos.

—No es una película, Rubén—le regañó Bae tras separarse de su abrazo—puede ser alguien armado y no estoy dispuesta a que te pase algo. No vamos a salir de aquí, no. 

Rubén asintió no muy convencido, tampoco quería hacerse el fuerte o el héroe frente a su novia, también temía a quién estuviera rondando por su hogar. Rubén siempre había odiado acobardarse en situaciones así, pero Bae le recordaba que era natural tener miedo, que no hacía falta aparentar lo contrario para querer quedar bien.

Y Rubén se sentía agradecido porque ella lo comprendía, y no le hacía dudar de si mismo como lo hacían en sus relaciones pasadas, donde le decían que debía comportarse como un verdadero hombre y ocultar sus emociones. ¿Cómo era un "verdadero hombre"? Se mofaba Bae llena de ira por ver la poca autoestima y duda que habían provocado esos comentarios en su novio. Odiaba que la gente lo lastimara, le dolía verle mal. ¿Acaso era menos hombre por expresar como se sentía? ¿Qué tiene de malo tener miedo?

Antes de llamar a la policía se les ocurrió ver por sus teléfonos las cámaras de seguridad. Miraron por cada instalación de los pisos y el sótano, nada, no había nadie. Un ruido en la puerta de su habitación los espantó. Se miraron con los ojos bien abiertos.

Estaban apunto de colapsar del terror... hasta que escucharon un maullido tras la puerta.

El alma les volvió al cuerpo.

Bae se adelantó a abrir y se encontró con taquito, la gata que habían adoptado hacía unos meses. Wilson y Raspy miraban a la pareja desde sus camas, ajenos a el caos que había armado el nuevo miembro de la familia.

Bae se agachó y la alzó, regañandola por no haber entrado cuando los otros dos gatos lo hicieron.

—Taquito, casi matas a tus padres del susto—musitó Rubén con gracia.

—Ahora sí, vamos a dormir.

Rubén y Bae no pudieron pegar ojo por el reciente susto, y la película de terror que vieron antes de ir a la cama tampoco ayudó. Así que al día siguiente parecían zombies ante la falta de sueño.

[Rubius Imaginas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora