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Allí estaba Bae, rodando de un lado a otro sobre el largo sofá con tal de matar el aburrimiento.

Llevaba al rededor de una hora en la sala de su hogar sin saber  si darse un baño o aguantar un día más. En época de invierno era igual que sus gatos, huía del agua. 

Se olisqueo así misma por las dudas y sonrió al percibir la colonia de su novio a fuego vivo en su piel. Le gustaba la mezcla que hacía la colonia y el aroma natural de Rubén, llegaba a ser adictivo.

—Soy a dicta a él—hablo para si misma con gracia y asombro—tengo que ir a rehabilitación.

—¿Para qué?—preguntó el chico de pelo castaño, saliendo de la cocina con un tazón de cereales entre sus manos.

—Por tu culpa—dramatizó Bae echando la cabeza hacia atrás y acomodandose como bolita en el sofá para dejar espacio a su novio.

—¿Y ahora qué hice?

La confusión en su mirada hizo que el corazón de Bae latiera sin control. ¿Cómo seguía poniéndola nerviosa? Después de más de cuatro años de relación seguía poniendo su sistema en alerta ante cualquier movimiento que pusiera en peligro su atolondrado corazón.

—Tienes la culpa de mi adicción.

—Ya te dije que dejaras de comer tanto chocolate.

—Esa es otra adicción que dejaremos para más tarde—tragó saliva y le miró atenta—. Eres como una droga, ¿lo sabías? No puedo desistir de ti, te necesito como la luna necesita a las estrellas, para iluminarse en compañía. Brillemos juntos.

Rubén masticó lentamente y procesó aquella extraña analogía. Asintió como si entendiera lo que decía y siguió comiendo.

—Tu también eres como una droga—admitió sincero—no puedo estar sin una dosis de tu locura diaria, sin ti la vida puede ser bastante aburrida.

—¿Soy tu payaso personal?—preguntó en broma.

—Sí, why not.

Bae resopló como un caballo y alzó las piernas hasta llegar a la cabeza de su novio, solo para molestarle un rato.

—Te huelen las patas a doritos, bañate.

—No me apestan los pies, tengo pies no patas, no soy un animal—refunfuñó ofendida—no, que tengo frío. Mañana si eso.

—¿Hoy no te toca baño?—preguntó entre carcajadas.

Ella negó de manera inocente, encandilado el corazón del más mayor al ver el delicado rostro de su novia.

—Me bañe ayer. Hoy no me toca así ahorramos agua.

Rubén seguía sin comprender como esa parte tan sincera y alocada de su pareja, la hacían ver más atractiva ante sus ojos.

En fin, los dos están bastante locos. Pero son felices así.

[Rubius Imaginas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora