012

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Rubén caminó de puntillas por la casa y cerró la puerta lo más despacio posible. Sospecha que Bae ya estaría dormida a esas horas y así él podría ir la habitación que comparten como si nada hubiera pasado.

—Así te quería agarrar puerco—murmuró Bae en cuanto vio que su novio intentaba subir el primer escalón de la casa.

Rubén juró que casi se hace pis en sus pantalones. Realmente su novia le parecía la mujer más sexy del mundo, pero en ese momento daba miedo. Bae vestía con un vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos y su melena negra estaba desordenada y le cubría gran parte de su cara. Rubén estaba acojonado.

—¿De qué maldita película de terror has salido?—le preguntó cuando el susto se le pasó.

Bae se levantó del pequeño sofá y caminó lentamente hacia él, poniendo una pose escalofriante.

—Te quiero—soltó Rubén, tratando de ver si ella era su novia o un espíritu malvado.

—No me vengas con esas mierdas y dime por qué llegas tan tarde. Oh ya sé...—habló bajito adivinando la situación de manera errónea—. ¿Me estás engañando? Si me estás poniendo los cuernos va a ser mejor que me digas la verdad o te juro que mi pierna atravesará tu cabeza de una patada.

Rubén se imaginó su cabeza volando hacia el infinito y soltó una carcajada. Sí, llevaba un par de copas encima.

—¡Me estás engañando, capullo!—exclamó Bae apunto de echarse a llorar.

Bae normalmente no lloraba, ni cuando peleaba tan fuerte con Rubén. Por lo que en cuanto él vio las primeras lágrimas resbalar por las mejillas de su novia se sintió como la peor escoria del mundo. Dio grandes zancadas hasta llegar a ella y la atrajo hacía sus brazos.

—¿Cómo voy a engañarte tontita?—preguntó en un tono mimoso.

—Los hombres piensan con el pene muy a menudo.

—Pienso con mi pene solo contigo, mi pene te desea solo a ti.

Bae se removió entre sus brazos e hizo una cara de asco.

—Nunca te sale lo romántico.

—Lo sé, Bae, perdona. Llego a estas horas porque estaba con mis amigos haciendo cola para conseguir entradas en la Comic Con.

Entonces las historias que vio en instagram no eran falsas. Debería dejar de ser tan dramática y escuchar más.

—¿Quién te crees, Sheldon Cooper?

Rubén río y se encogió de hombros.

—¿Y tú eres la niña del pozo? Realmente das miedo con esas pintas.

—En algún momento tenía que usar el camisón que me regaló tu hermana en navidad.

—No tiene por qué ponertelo.

—Lo sé.

—Eres tan amable, cariño.

—Lo sé.

—Te quiero tanto.

Bae sonrió.

—Lo sé.

—Soy el mejor dándote sexo.

—Lo...—ella paró su parloteo y le dio un leve golpecito sobre el pecho—vete a bañar cochino.

Rubén se río y tras darle un beso a su novia se marchó al baño.

[Rubius Imaginas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora