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Bae observa todo a su alrededor con una mueca plasmada en su rostro. Las últimas horas en la universidad le estaban pasando factura por la resaca y deseaba que diera la hora de finalización para irse a casa. Sabia que no debía haberle hecho caso a sus amigos para beber un miércoles como si fuera un fin de semana. Apoyó la cabeza sobre la mesa y soltó un suave suspiro.

Un par de minutos después sonó la campana por todo el recinto, dando paso a la siguiente clase.

Bae babeó un poco sobre sus libros y bostezó a medida que veía acomodarse a sus compañeros en sus asientos. Todos se quedaron en silencio al ver entrar al profesor, Rubén Doblas; con sus típicas gafas y arreglado de pies a cabezas. Era de los profesores más serios y respetados de la institución. Hasta Bae le temía cuando llegaba a dar clases con él y prestaba la mayor atención del mundo. Bueno... solo durante su asignatura, fuera de ella no le temía.

A medida que hablaba no podía cerrar la boca-por lo guapo que era ante sus ojos-y en cualquier momento una mosca entraría en ella. Apuntó todo en su cuaderno y procesó toda la información de la pizarra a pesar de tener resaca.

Miró el reloj que colgaba en la pared y dio gracias a los dioses al ver que faltaba menos de cinco minutos para dar por terminado el agotador día de clases.

Cantó bingo en su interior al escuchar la campana. Recogió sus cosas con toda la lentitud del mundo, dando tiempo a que todos sus compañeros salieran del aula.

Su profesor la observó desde su escritorio y en completo silencio cerró la puerta del aula. Así dejándolo a solas con Bae.

-Señorita Bae-llamó a su alumna con el rostro completamente serio-no tiene buena cara. ¿Puede explicarme por qué?

Bae sonrío burlona y se puso de pie, con la idea de acercarse a él.

-Puede que me haya excedido con las copas ayer.

-¿Quieres una pastilla para el dolor de cabeza?

Bae le miró con ternura y asintió. Rubén se acercó hacia su mochila y buscó en su neceser personal. Le tendió una botella de agua y la pastilla. Tras tragar, Bae dijo en un susurro:

-¿Te he dicho que eres el mejor novio del mundo?

Rubén sonrió de lado y se encogió de hombros. Bae terminó de acortar la distancia entre ellos y fundió sus labios sobre los de su novio. Rubén tuvo que contenerse y con todo el dolor del mundo, la separó.

-Cuando lleguemos a casa te daré todo el cariño que quieras, nena. Sabes que alguien puede vernos.

Bae hizo un pequeño puchero y se alejó para colgar la mochila sobre su hombro.

-Hoy tenemos cena en casa de mis padres-le recordó Bae tras acercarse a su lado.

-Ni me lo digas, estoy nervioso.

-Vamos amor que no es la primera vez que los ves. Llevamos más de dos años juntos.

-Tu madre es muy intimidante.

-Lo sé. Papá te adora y disfruta ver como le temes a mamá. Los dos sois igual de exagerados y miedosos.

Rubén soltó una suave carcajada y terminó por rodear con sus brazos la cintura de su novia.

-Te veo en casa, ¿de acuerdo?-le dio un corto beso a Bae sobre su frente-ahora tengo junta con los demás profesores.

-Más te vale no estar muy cerca de la profesora de literatura. He visto como te observa... y no me gusta para nada. Le diría un par de cosas a esa bruja.

Rubén quiso comerse a besos a su novia por la pequeña escena de celos que le estaba montando. Le parecía muy tierna.

-No seas tonta Bae, yo solo tengo ojos para ti. Te quiero.

Bae sonrió con emoción y sin importar que alguien pudiese entrar, se puso de puntilla y volvió a besar a Rubén.

[Rubius Imaginas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora