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Bae miró de soslayo a su amigo y trató de contener la risa al verle dormir con la boca abierta. Sabia que él se dormiría primero que ella, pues la castaña había dedicado gran parte de su mañana a descansar como yisus manda mientras Rubén almorzaba con sus padres. El primero que se durmiera durante la noche de películas tenía que ser el esclavo del otro durante toda una semana. Y no, no piensen mal. A no ser... no.

Bae 1. Rubén 0.

La chica saltó del cómodo sofá con mucho cuidado de no hacer ruido y se adentró a su habitación para buscar un rotulador permanente. Se río para si misma tras caminar por el ancho pasillo de su hogar.

Cuando estuvo frente a Rubén procedió a destapar el rotulador y con sumo cuidado comenzó a trazar líneas por su rostro. Y sí, Bae era tan madura que también le añadía dibujos de pequeños penes por sus blancas mejillas.

Terminó satisfecha con su trabajo, así que siguió viendo la película hasta que el sueño volvió a ella.

A la mañana siguiente un grito despertó todos los sentidos de Bae. Genial, había dormido con el cuello colgando y le dolía un montón. Se levantó con toda la pereza del mundo y se dirigió al baño sin dejar de bostezar.

—¿Por qué coño gritas?—preguntó Bae de mala gana.

Odiaba los gritos por la mañana. Le recordaba a su madre cada vez que la levantaba para ir a estudiar, menos mal que su vida estudiantil había dado fin.

Rubén dejó de revisar su rostro frente el espejo y se giró para mirar a su amiga.

—¿Qué mierda le hiciste a mi preciosa cara mientras dormía? Serás bruja.

—¿Yo?—cuestionó con un falso tono de voz inocente.

En realidad Bae en cualquier momento se mearia en las bragas, desde que pisó el baño estaba conteniendo la risa. Rubén apenas se mantenía en su color natural, era mas bien negro, de no ser por un par huecos que Bae había olvidado tapar con el rotulador.

—¿Quién más sino?

—Puede que haya sido el niño que murió aquí antes de mudarme. La casera me contó que...

Rubén alzó la mano, pidiendo que se callara de una vez.

—¿Pretendes que me crea que ahora los espíritus se dedican a dibujar penes en la cara de los demás? Vamos, no me jodas.

—No lo sé, Rubén, cada espíritu tendrá sus fetiches raros.

—Hija, vete a la mierda.

Bae soltó una fuerte carcajada para luego decir con voz melosa:

—Amame perro.

[Rubius Imaginas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora