11.

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Pansy se sentía genial, la casa de Elizabeth era grande, sí, pero era cálida, todos los habitantes en esa casa parecían quererla y eso la hacía muy feliz, los días se pasaban fácilmente, y ya solo faltaban tres días antes de volver a Hogwarts.

En las mañanas despertaba por Elizabeth, quién siempre la sacudía suavemente y la llamaba «Pansy, Pansy, despierta», entonces cuando ella despertaba, se iba, Pansy se cepillaba los dientes y luego bajaba, Hannah la esperaba en la cocina con el desayuno hecho y con un buen vaso de jugo de naranja, el cual, Pansy había descubierto, era su favorito.

Por las tardes, Elizabeth y ella salían a pasear por el vecindario, solo una vez habían tratado de andar en bicicleta, y no había sido buena idea, pero Pansy recordaba la tarde con felicidad.

—Te vas a divertir—le aseguró Elizabeth ese día, llevaba una bicicleta rosa y dos cascos, uno verde y otro del mismo color de la bicicleta—. Andar en bicicleta es genial, yo diría que se siente como libertad.

—Vale, dame un casco.

Elizabeth le extendió el casco verde, y luego comenzó a ponerse el rosa.

— ¿Por qué me diste el verde?

—Escuché por ahí que es tu color favorito, ayer era negro, pero lo pinté.

Pansy se sintió ligeramente desubicada por la confesión, luego se sintió feliz de que Elizabeth hubiera hecho ese pequeño detalle por ella, sí, era algo mínimo, pero era ese tipo de detalles que dan un calorcito a tu corazón y que te hacen sonreír como tonta.

—Bien, veamos qué tal.

Elizabeth le dió una clase teórica antes de que Pansy pudiera montar la bicicleta, para cuando la Hufflepuff se lo permitió, el sol ya se estaba ocultando.

Pansy se subió y mantuvo un pie en el suelo, segura de que, si lo quitaba, se caería.

—Bien, ya sabes, equilibrio, decisión y fuerza. —le dijo Elizabeth, esas habían sido las pautas que le había dado. Equilibrio para no caer, decisión para no tambalear, y fuerza para pedalear.

Pansy asintió, quitó el pie y comenzó a pedalear, pero no había avanzado ni medio metro para cuando la bicicleta se fue a un lado con ella y cayó al suelo.

—Vale, quizás otro intento, nadie lo logra al primero.

Pansy bufó, poniéndose de pie con la bicicleta, no había sido agradable, tenía tierra en la ropa y estaba segura de que tenía alguna raspadura.

—Bien, inténtalo de nuevo, sé que puedes.

La fé de Elizabeth le dió motivo para intentarlo otra vez, pero obtuvo el mismo resultado, cayó al suelo.

Pansy lo intentó otro par de veces, con el mismo resultado, hasta que se rindió y se quedó en el suelo, con la bicicleta a su lado.

—Creo que la bicicleta no es lo tuyo. —comentó Elizabeth, viéndola desde arriba. Pansy le dirigió una mirada obvia.

—No me digas. —dijo con sarcasmo, sacándole una sonrisa a la Hufflepuff.

—Al menos podremos ir a la playa otro día. —Elizabeth intentó consolarla.

—Supongo que estará bien.

Para cuando ambas volvieron a la casa ya se había ocultado el sol, Hannah las esperaba en el vestíbulo, tenía una pequeña caja blanca en las manos, con una cruz roja sobre ella.

—Eso te va a doler. —Elizabeth se rió entre dientes.

— ¿Qué me va a doler?—preguntó Pansy, confundida, ¿por qué le iba a causar dolor una caja?, a menos que tuviera instrumentos de tortura dentro, no le veía sentido.

—Ven, Pansy, siéntate, voy a curarte.

Pansy se sentó en el sofá, Hannah no mostró molestia porque lo estuviera llenando de suciedad, solo se acercó, se arrodilló y dejó la caja en el suelo, con delicadeza la abrió y sacó una alcohol y algodón.

—Vas a ver cómo los muggles curan sus heridas. —comentó Elizabeth, ligeramente divertida.

Pansy pensó que no sería tan malo, después de todo, los muggles habían demostrado ser bastante buenos, tenían un montón de cosas geniales e incluso, aunque Pansy no lo admitiera en voz alta, algunas cosas eran mejores al modo muggle.

Los pensamientos de Pansy sobre la genialidad de los muggles desaparecieron cuando sintió un ardor en las heridas.

—Joder. —siseó, dándole un vistazo a Hannah, que pasaba el algodón por la herida, con delicadeza, pero igual dolía.

Pansy siguió así, soltando unas pequeñas maldiciones de vez en cuando, y Hannah que le dedicaba una pequeña sonrisa cada vez, hasta que terminó.

—Cumplo años en julio—masculló Pansy, mirándose las rodillas, Elizabeth soltó un «ajá», dejando en claro que estaba escuchándola—. Si fuera mayor de edad podría haberme curado esto con unos movimientos de varita.

—Podrías haberlo hecho, sí—Elizabeth asintió—, pero, ¿sabes hacer hechizos de ese tipo?

Pansy se quedó en silencio, sacándole una sonrisa a la rubia.

—Ya veo que no, pero la próxima yo me encargaré.

— ¿Quieres hacerme sufrir con el modo muggle?

Elizabeth negó, con una gran sonrisa en los labios.

—Sé muchos hechizos que te curarían, quiero ser medimaga, por si no sabías.

Pansy se quedó en silencio, no había esperado que Elizabeth quisiera esa profesión, en realidad, nunca había pensado en que haría la Hufflepuff una vez terminara Hogwarts.

— ¿Quieres ir a darte una ducha?—preguntó Elizabeth—. Fue un día largo, doloroso y seguro estás toda sudada.

—Mi sudor es sexy, por si no sabías.

Elizabeth se sonrojó, pero mantuvo una sonrisa en el rostro.

—Sí, sí, vamos, chica de sudor sexy, te urge un baño.

Elizabeth no iba a negar que Pansy se veía sexy cuando estaba algo sudada, pero tampoco iba a admitirlo en voz alta.

—Bien, voy a por ese baño.

Pansy se puso de pie y se dirigió a las escaleras, para ir a su había que estaba en el segundo piso.

—Espera—Elizabeth la detuvo, Pansy la miró, esperando una explicación, la rubia sacó su varita y hizo un movimiento, la Slytherin sintió un ligero ardor donde estaban sus heridas, cuando las miró, ya no estaban—. Luego me agradeces.

Pansy le sonrió y luego subió las escaleras.

Después de todo, había sido un buen día.

Red || Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora