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Él nunca se había definido como un perdedor, pero sabía cuándo dejar de intentarlo cuando era más que obvio que no tenía una oportunidad de ganar.

¿Cómo ser ganador del corazón de Earth Katsamonnat, si ni si quiera logró enamorarlo cuando aún no conocía a Win Metawin?

Po viajó de Seúl hasta Tailandia, en donde, así sin nada, sin pertenencias, fue a visitar a sus padres a su provincia, que estaba a tres horas de Bangkok en avión y en coche era más largo el trayecto, y optó por ir por carretera para pensar. Solamente le envió un mensaje de texto a su mánager antes de apagar el teléfono.

Lo había dejado en perfectas manos en Corea del Sur, así que no tenía de qué preocuparse. Earth ya era feliz con Win Metawin, y eso, aunque le entristecía, estaba feliz por él, puesto que ya no sufría por Kao Noppakao y pensaba abrirse nuevamente al amor.

—Mi amor, no te esperábamos, ¿por qué no avisaste? —su madre lo abrazó cariñosamente al verlo entrar por la puerta principal.

—Fue espontáneo, mamá—la besó en la frente— ¿Dónde está papá?

—En el patio con sus manualidades, ve con él y en un rato los llamaré a comer—su madre echó un vistazo a su alrededor— ¿y tus maletas, cariño?

—No quise traer nada—se encogió de hombros—aquí tengo mi ropa todavía, ¿no es así?

—Por supuesto.

Po atravesó la sala y abrió la puerta del patio en donde sintió el sol mañanero entrar por sus poros, sintiéndose muy serenado. Era lo que necesitaba: tranquilidad y tiempo con su familia. Allí lo amaban y lo elegían a él por sobre todas las cosas. No tenía por qué competir por ningún lugar.

Saludó a su padre y se sentó junto a él, observando las manualidades que hacía a mano. Figuras de barro, muy curiosas. Cuando era niño, solía decir que sería un gran artesano y sonrió ante el recuerdo. Había crecido y ese sueño quedó en el olvido. Nunca soñó con ser actor. Solo deseó ser feliz.

—Me alegra que hayas venido a visitarnos, hijo. ¿Por cuánto tiempo te quedarás? La última vez que viniste fueron solo dos días.

—Espero que unas semanas, papá. O meses, quién sabe—suspiró, elevando la mirada al cielo.

—¿Te sientes bien? ¿Sucedió algo en el trabajo? —su padre dejó por la paz una figura a la mitad para mirarlo.

Po negó con la cabeza y se obligó a sonreírle.

—Es cansancio—mintió—por eso pedí vacaciones. Necesito recargar energías en mi casa con ustedes, espero no les moleste. No tenía a donde más ir.

—Escucha, Po—sintió la mano de su padre sobre su hombro, la cual estaba manchada de barro seco, pero al chico no le importó y volteó a verlo—podrás tener incluso 90 años y para nosotros siempre serás nuestro pequeño hijo. Jamás pienses a donde más ir, ven a la casa, es tuya. Siempre lo será, ¿comprendes?

Al chico le entraron ganas de llorar, no solo por las palabras de su padre, sino porque ya no podía seguir aguantando más sus emociones y sentimientos encontrados que tanto los había retenido en su interior.

Se limpió las lágrimas y se disculpó con el pretexto de ir a recostarse un rato en su habitación.

Su pieza estaba tal como la había dejado, a excepción que las sábanas eran nuevas, es decir, limpias. De seguro su madre las había cambiado en todo ese tiempo, por lo que se tumbó sobre la cama y miró el techo.

No pasó mucho tiempo para quedarse dormido. Y despertó cuando toda la habitación estaba a oscuras y los grillos cantaban afuera de su ventana con frenesí. El aire fresco de la noche le despeinó el cabello y se sentó a los pies de la cama, bostezando y frotándose los ojos. Echó un vistazo por la ventana abierta y vislumbró las luces de las casas vecinas bajo el cielo estrellado.

SUNFLOWER SMILEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora