Capítulo 30

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—¿Que haces aquí? —exclama Chistopher mucho antes de que pueda responder.

La madre de Jacobo lo mira desafiante. 

—Hay cosas que ni siquiera tu puedes evitar Chris, por mucho que te esfuerces.

Tenía una voz calmada y dulce. Me recordaba su hijo. Los miro a ambos e intento procesar toda la información que recibe mi cerebro. Hay algo que no dejo de pensar.

¿La madre de Jacobo era pelirroja?

La única mujer por la que al parecer Christopher Drew había sentido algo tenía el mismo color de pelo que yo. 

Ese dato no me gustaba nada.

—Buenas, yo soy Juan Ruiz, el padre de Ana —irrumpe mi padre con una sonrisa y le da dos besos a la madre de Jacobo.

—Amelia, un placer.

"Amelia" Bonito nombre para una bonita mujer, pienso. 

—Supongo que tu serás Ana, no te imaginaba tan callada —se dirige a mi con una sonrisa y sigo mirándola.

Aún no sé si me cae bien o no, pero hay algo en ella que me da mala espina. 

—Si, soy Ana —respondo seca. 

Miro a Jacobo e intento poner cara de "te voy a matar" .

¿Por que cojones me había echo esa encerrona? ¿Qué pretendía trayendo a una mujer que tanto mal le había hecho? Por muy hijo de puta que fuera su padre esa pequeña venganza suya era muy infantil. 

—¿Jacobo me puedes explicar? —insiste el señor Drew fulminando a su hijo con la mirada.

—Esto va de conocer a la familia ¿no? Pues mi madre forma parte de ella —afirma con desdén.

Le miro y no lo reconozco. ¿Por que estaba haciendo aquello? ¿Acaso había olvidado lo mucho que había pasado ella de él durante esos años?

—¿Ah si? ¿Desde cuando?

—Desde que dejas de apartarme de mi hijo, por ejemplo —interviene Amelia con prepotencia.

Con esos padres lo raro es que el hijo saliera tan humilde.

—Oh Amelia, eso sin duda lo has conseguido tú solita.

—Creo que ya esta bien papa —regaña Jacobo —. Tengamos la cena en paz.

—Cállate—le ordena su padre y él agacha la cabeza.

—Madre mía no te recordaba tan malhumorado querido ¿Qué pasa? ¿Tus putas ya no te relajan lo suficiente? 

Christopher cierra los puños y se muerde la alengua. Tenía una capacidad para controlarse que me sorprendía. Yo ya le habría arrastrado por los pelos y ni siquiera me hablaba a mi.

Él era muchísimas cosas, pero no una mala persona. Al menos no peor de lo que ella aparentaba ser. Jacobo se había pasado y empezaba a darse cuenta.

—¿Y si cenamos? Yo estoy muerto de hambre la verdad —interviene mi padre y tengo ganas de matarle.

Como se le ocurría meterse en medio de todo eso. No tenía ni idea.

—Señor Ruiz, le pido mil disculpas pero si no le importa podríamos trasladar la cena a otro día —anuncia el señor Drew.

—Oh, vaya claro, supongo que será mejor dejarles a solas —concuerda y se acerca a mi.

—No señor Ruiz, no pasa nada puede quedarse sin problemas —intenta justificarse Jacobo.

—Hijo mío, sé cuando sobro en un sitio —le recrimina mi padre.

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