Una semana. Ese era el tiempo exacto que había pasado sin ver a Christopher. Bueno, lo veía cada noche antes de dormir en mis fantasías sexuales y algunas veces en la ducha, pero no en persona.
No era idiota, sabía que estaba huyendo de mi. Según Sofía era un hombre de negocios demasiado importante como para estar todo el día en su despacho esperándome, y aunque algo de verdad hubiera en eso, era imposible que nunca le pillara, ni en la cafetería, ni en los ascensores, ni en la salida ni en ningún sitio. Ni siquiera en su casa el día que fuimos a celebrar nuestro nuevo trabajo con Jacobo. Estaba a punto de darme algo.
Hacia muchos años que no iba detrás de ningún chico. Es mas, desde primaria creo recordar. Yo no era ese tipo de chicas y mucho menos con hombres como él, pero Christopher Drew me atraía de una forma inexplicable, y me daba igual quedar como una tonta, como una trepa o como lo que fuera. En el fondo de su corazón sentía por mi el mismo deseo que yo por él. Había llegado incluso al punto de pagar a Sarah para que me dijera cada movimiento de su querido jefe con la excusa de no cruzarme con él. Yo estaba segura de que Sarah no era tan tonta como para creerse eso, pero mientras le pagara todo quedaría entre nosotras.
Por eso, ese día me puse mi vestido color crema ajustado, una coleta alta y un pintalabios rojo que le había robado a Sofía y me prometí a mi misma que iba a dejar las cosas claras. Según mi topo esa mañana él tenía una reunión a las 7 y siempre pasaba antes por su despacho.
Eran las 6.45 de la mañana y allí estaba yo, muerta de frío entrando por la puerta de las oficinas de Drew&Jones. Una pequeña parte de mi me gritaba que estaba siendo una niña patética y ridícula, que qué hacía allí a esas horas y que probablemente acabaría perdiendo mi puesto de trabajo, pero esa voz se callaba enseguida cuando mi entrepierna recordaba lo que había pasado en su despacho.
Por suerte y como ya me esperaba no había prácticamente nadie por los pasillos. Recorrí rápidamente los departamentos que llevaban al despacho de Christopher (que yo ya me sabia de memoria) y llegué a la mesita vacía al lado de su puerta, que correspondía a Sarah. Menuda mujer con suerte. La puerta estaba abierta, así que antes de que alguien me viera ahí plantada decidí ser mas arriesgada y entrar. La otra vez no le había hecho mucha gracia pero si acabábamos igual que aquella vez el plan habría salido perfecto.
El despacho de Christopher daba muy poca información sobre él que yo ya no supiera. Cuadros carísimos decoraban las paredes, una mesa impoluta y ordenada que solo indicaba que era un hombre controlador, cosa que yo ya había comprobado en primera persona y un sofá de cuero blanco en el fondo. El típico despacho de un abogado. Lo único que llamaba la atención era que no tuviera ninguna foto con Jacobo, ni con algún amigo o familia. Era como si no quisiera demostrar que tenía sentimientos, ni siquiera por su hijo.
Oí unos pasos acercarse a la puerta, mi corazón se puso a mil por hora y antes de decidir si quedarme sentada o de pie la puerta se abrió de golpe. El alma se me cayo a los pies al ver a Carlos mirarme con cara de desconcierto.
—Ana ¿Qué haces aquí tan pronto?
Trago saliva e intento no parecer idiota
—Estaba...buscando...a ti —balbuceo nerviosa —.Osea estaba buscando a uno de los dos y como no encontraba tu despacho pues busque el del señor Drew.
Y le sonrío lo mas falsamente posible. Su cara sigue siendo un poema.
—¿A las 7 de la mañana? —pregunta desconfiado
Maldigo mentalmente las razones que me llevaron a cometer semejante estupidez. Una cosa era parecer una trepa delante de la secretaria y otra delante del jefe que tan bien me cae.
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MÍA
Teen FictionNo es que Ana no se enamore, que lo hace, pero necesita una conexión instantánea. Con Christopher Drew la tiene pero el universo le juega una mala pasada y mete en su vida a su hijo, un perfecto y enamorado caballero que es todo lo que una chica pue...