Capítulo 2

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Media hora. Ese era el tiempo justo que llevaba esperando a que Jacobo saliera de su casa. Ahora entendía porque llegaba siempre tan tarde a clase. Yo había tardado mas bien poco en escoger el look mas "sensual" de mi armario, un mini vestido blanco de una sola manga que me dejaba un tipazo de escandalo. Mi pelo, o mejor dicho, mi melena leónica pelirroja recogida y lisa, como a mi me gustaba y un maquillaje casi imperceptible para realzar mis ojos verdes, todo coronado con mis mejores taconazos. Lista para triunfar en apenas media hora.

Miro de nuevo por la ventana. Menuda casa. Era una especie de mansión, a la que había entrado gracias a la ayuda del simpático vigilante que me había indicado que "el joven Drew" no tardaría mucho en salir, pero que sería mejor esperarlo en la puerta de la "residencia".

¿A esas alturas quien tenía una garita con vigilante de seguridad?

Aunque claro, después de ver la casa, yo también lo tendría. Era blanca, de estilo minimalista. Parecía dos cubos cruzados entre si con un montón de vidrieras y luces que adornaban hasta la super piscina plantada en medio del fabuloso jardín perfectamente cuidado.

 Yo sabía que a Jacobo no le faltaba el dinero, pero esa casa era digna de un millonario. Aparqué el roñoso ford mondeo del 2001 de mi padre y me dirigí a la puerta. No pensaba quedarme esperando fuera, muerta de frío por culpa de mi diminuto vestido blanco pudiendo estar calentita en ese pedazo de salón.

Empujo la puerta que para mi sorpresa esta abierta y el interior no me defrauda. Cuadros de Jason Pollock y Mark Rothko (supuse que eran copias) decorando las altas paredes del recibidor hasta llegar a un salón de dos plantas, con el suelo de mármol y muebles a diseño blancos, negros y caoba. La verdad es que quien había decorado esa casa tenia un gusto increíble. 

—¿Jacobo? 

—Ahora bajo, dame un segundo — grita desde lo alto de la escalera de madera —. Ponte cómoda. 

—O bajas en dos minutos o empiezo a beberme yo sola el tequila —replico en voz alta. 

—Pues deberías tener cuidado, dicen que es afrodisiaco.

Doy un salto y me giro en dirección a la voz que en nada se parecía a la de Jacobo. Era ronca, profunda y muy sexy. Un hombre trajeado aparece de la nada en el salón y me mira fijamente.

Sus ojos. Azules. Intensos. Sin duda eran lo que mas llamaba la atención de ese rostro. Mas que su cabello rebelde perfectamente peinado, mas que su blanca y lisa piel o sus finos labios. Era realmente atractivo.

—Perdona, no quería asustarte. Soy Christopher.

Christopher. Repito mentalmente su nombre, como si fuera un mantra.

Llevaba un traje gris que perfectamente podría costar la matricula de mi universidad y una corbata azul a juego con sus espectaculares ojos. Podría perderme en ese azul y que no me encontraran jamás.

—¿Estas bien?

—No — mascullo— digo...si...creo que si —. Intento retomar el control de la situación.

— Espero que estés lo suficientemente bien para decirme tu nombre.

Y sonríe. Así, de repente. Obligándome a fijar la mirada una vez mas en esa boca.

Madre mía, esa imagen se me quedaría grabada toda la vida.

—Ana. Me llamo Ana.

—Un placer Ana —responde mucho mas formal.

Joder esta muy bueno, las cosas como son.

Y como si pudiera leerme la mente, vuelve a lanzar una sonrisa, mucho mas picara que la anterior que hace que se active algo en mi interior. 

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