Capítulo 3

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—Y no le comes la boca en ese mismo instante? ¿Eres tonta?

Esa fue la primera reacción de Sofia nada mas contarlo lo sucedido la noche anterior con "el señor Drew" . Le había llamado nada mas despertarme para suplicarle que viniera a casa porque tenía "noticias interesantes" que contarle. Veinte minutos depués la tenía en mi habitacion muerta de curiosidad.

—Quien lo diría, con lo paradito que es Jacobo —murmura Sofía.

El resto de la noche (que acabo una hora después con la botella de tequila aun llena) fue un tanto rara. Notaba a Jacobo un poco incomodo, quizás por mi interrogatorio sobre su capacidad de enamorarse. Yo tampoco estaba muy puesta en la situación, todo lo que había pasado con su padre me había dejado tocada. No solo por lo guapo que era, sino por lo que me había hecho sentir en diez minutos. 

—¿Cómo hago para verlo otra vez? —pregunto un tanto desesperada.

—Pue el lunes en clase tía.

—¡A Jacobo no, a su padre!

Sofia me miraba como si no me conociera. La verdad es que nunca había estado tan interesada en nadie. Con el idiota de Marcos no tuve que hacer nada, el me pidió salir a través de su amigo ya que no se atrevía a hablar conmigo.

Y aun me sorprendió que me pusiera los cuernos.

—¿Acaso sabes cuantos años tiene ese señor?

—¿Y me lo dices tú señora profesor casado de 40 años?

—Yo estoy buscando amor verdadero —replicó indignada.

—Una demando por acoso es lo que estas buscando.

Me hace una mueca con cara de enfadada.

—Es broma —miento —. Tienes razón, debería pasar del tema.

De pronto, como si no me hubiera oído, Sofía coge el teléfono y escoge un numero al azar.

—Jacobo soy Sofi.

¿QUE SE SUPONE QUE ESTA HACIENDO?

—Oye al final ayer fatal con el profe, ¿Qué te parece que hagamos una fiesta de pijamas esta noche en tu casa?

Me levanto para cogerle el teléfono pero ya empieza a huir escaleras abajo. Llegamos al salon y se pone detrás del sofá. 

—Me muero de la vergüenza Sofi! —suplico en voz baja.

—Lo sé pero a Ana y a mi nos apetece mucho.

—¿¿QUE DICES??

LA MATO, LA MATO, LA MATO.

—Perfecto allí estaremos, a Ana le hace una Ilusión tremenda.

Le tiro todos los cojines del sofá inútilmente, cuelga y me mira con su expresión "he hecho algo malo perdóname" de cuando era pequeña.

—¿Qué haces?

—Hacerte un favor, ¿no querías ver a su padre de nuevo? Pues ale, para que luego digas que soy mala amiga.

Podría fingir que me parecía mal o que estaba enfadada, pero la verdad es que me encantaba la idea de volver a ver a Christopher.

—Me debes una ¿lo sabes no?

Le debes una y bien grande Anita

—¿Y que le digo? Por dios es el padre de Jacobo, me muero de vergüenza.

—Tienes que ser descarada, si te pones tímida te verá como una niña.

"Descarada" Madre mía, aquello iba a salir muy pero que muy mal.



El resto del día se podría resumir en Sofía aconsejándome las armas que debía utilizar para enamorar a un hombre que en ningún momento había admitido que me gustaba. En mi poniéndome histérica porque Sofia me estaba poniendo la cabeza como un bombo y como no, en mi yo interior muerta de nervios por la idea de volver a ver a Christopher. 

¿Qué estaba haciendo? En que momento había pasado de odiar mis clases y amargarme a estar detrás de n hombre de 30 años, padre de mi único amigo y que en ningún momento me había indicado estar interesado.

Mi padre, que no solía meterse en mi vida, se había pasado la tarde intentando saber que nos tenía tan de los nervios a las dos. Al final y como era de esperar se había rendido. 

Era un buen padre, la cosas como son. Me daba la libertad suficiente para hacer lo que quisiera, gracias también a que sabía que su hija no era de esas que se metían en drogas ni se iba de fiesta. Muchas tardes prefería pasar el rato con el en su amada tienda de manualidades que en un botellón de clase. La tienda, que estaba justo delante de mi casa, era uno de mis lugares favoritos del mundo entero. El olor a cerámica, arcilla y polvo de sus "pequeñas obras de arte" me resultaban muy familiar. Mi padre, que era todo un artista, vendía todo tipo de muñequitos e incluso escenas hechos a mano con mucho cariño y horas y horas de trabajo. Cuando mi madre murió, ese lugar se convirtió en un refugio.

—Ha sido una mala idea —le digo a Sofía mientras subimos al coche en dirección a la casa-mansión.

—Pues mira yo solo por ver si esta tan bueno como dices ya me ha valido la pena —responde con toda naturalidad.

A veces me encantaría ser como Sofi, despreocupada y dejando que la vida me lleve.

La verdad es que si esa noche Christopher se fijaba en alguien tenía que ser en ella. Ese rubio-oro y esos ojazos miel eran una combinación casi perfecta. Sofía era la típica chica que llamaba la atención nada mas verla, y que conquistaba nada mas abría la boca. Siempre llevaba la voz cantante y aun no había conocido hombre que replicase ese carácter de  leona. Se había puesto un simple vestido de tirantes ajustado y estaba para ir de boda. Yo en cambio llevaba una falda blanca y una camiseta de tirantes roja (con algo de escote obviamente) y sentía que iba vestida para comprar el pan. Por si fuera poco, me había dejado la melena al natural y rizada, creyendo que eso me daría un toque mas maduro que ahora solo hacía que me sientiera menos arreglada.

La duda era ¿para que quería exactamente estar arreglada? 

Para dormir con Jacobo, claro.

—Estas espectacular, hazme caso —me consuela Sofi mientras arranco el coche.

—Alla vamos —grita eufórica.

Alla vamos pienso, y una punzada de no sé qué atraviesa mi estomago.



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