Noto como el peso del mundo se cae sobre mis hombros. Cada palabra de Marcus me pesa una tonelada. Pestañeo unas cuantas veces intentando despertarme de esa pesadilla. ¿Cómo podía saberlo?
Y como si me leyera el pensamiento coge su maletín, hasta ahora escondido a un lado de la mesa, del que sale una pequeña cajita metálica. La abre con cuidado y saca un pendrive negro y diminuto. Mi corazón late con tanta fuerza que siento como se escapa de mi pecho. No solo lo sabía, tenía una prueba de ello.
—Y yo que pensaba que ya había visto todo el porno de mi vida, este material es realmente bueno —dice señalando el minúsculo USB.
—¿Qué quieres? —pregunto rápidamente.
Coge el pendrive y lo guarda de nuevo en su sitio. Podría ser mentira, podría estar echándose un farol y no tener nada en absoluto.
No. Marcus Klen no era de ese tipo. No habría montado toda esa parafernalia si no supiera que tenía las de ganar.
—Soy un hombre que lo tiene todo Ana, pensaba que ya no habría nada que me produjera satisfacción o placer que no hubiera probado mil veces. He estado con las mujeres que he querido y como he querido. Y todo me aburría enormemente —explica como si alguien le hubiera preguntado —. Eso era antes de conocerte. Una preciosidad inocente y pura.
Las palabras de Marcus me producían tal asco que tenía que aguantar las arcadas que me producía. Era un puto viejo verde que tenía un video mío sexual. Un video que destrozaría muchas vidas. Y todo por mi estupidez. Iba a destrozar a Christopher por mi enorme estupidez.
—No pienso permitir que me toques. Ni ahora ni nunca.
Marcus es incapaz de controlar las carcajadas que suelta llamando la atención de las mesas mas próximas. Agacho la cabeza y ahogo las ganas de llorar. Me sentía sucia y tonta.
—No te preocupes princesa, necesitas tiempo para asimilar la nueva situación. Y créeme, puedo darte mucho mas placer que el imbécil de Christopher.
Sus palabras estaban llenas de odio. Estaba claro, hacía esto para dañar a Christopher. Al fin y al cabo yo no era mas que una joven becaria que perdería un trabajo pero él podría perderlo todo.
—Ahora relájate y pasemos una agradable noche, quien sabe como puede acabar —susurra mientras apoya una mano en mi muslo.
Me levanto enseguida y lo aparto. Le miro con todo el odio que puedo reunir y me dirijo a la puerta por la que diez minutos antes había entrado.
Tenía un torbellino en mi cabeza. Miedo, ira y arrepentimiento se peleaban para ver cual ganaba mientras las ganas de llorar solo iban en aumento. Bajo las escaleras y ni siquiera respondo cuando el señor que me recibió grita mi nombre a lo lejos. Me apoyo en el coche e intento relajarme.
Estaba jodida, estaba tan jodida que no era capaz de ver la luz por ningún lado.
A lo lejos oigo el sonido de un motor que se acerca a toda velocidad. El coche es inconfundible pero igualmente me sobresalto cuando baja la ventilla del copiloto y veo los ojos azules de Christopher mirándome fijamente.
—Sube —ordena y yo obedezco.
No sé muy bien porqué, pero nada mas entrar me siento algo mas segura. Su olor me arropa y me relaja mientras veo como aparca trecientos metros mas adelante de donde estábamos. Apaga el motor y nos quedamos a oscuras, iluminados por una pobre farola a lo lejos.
—¿Te ha echo algo? —pregunta mas nervioso que nunca.
No consigo responder. Me ha hecho tantas cosas que no sabría por donde empezar. Quiero decirle la verdad, quiero decirle que tiene el video y que necesito que se lo quite pero soy consciente de que estoy en esa situación por mi puta culpa.
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MÍA
Teen FictionNo es que Ana no se enamore, que lo hace, pero necesita una conexión instantánea. Con Christopher Drew la tiene pero el universo le juega una mala pasada y mete en su vida a su hijo, un perfecto y enamorado caballero que es todo lo que una chica pue...