El camino de vuelta a mi casa se podría resumir con una palabra y era silencio.
Yo tenía muchas cosas en las que pensar y de las que arrepentirme como para decir algo y Jacobo simplemente estaba tan feliz que puede que temiera decir algo y reventar esa burbuja perfecta en la que creía que estábamos.
Sabía que tendríamos que acabar hablando mas pronto o mas tarde pero al menos el tema con su padre estaba claro, muy a mi pesar. Yo sabía que jamás formaría parte de la vida de Christopher de la forma que yo deseaba, en realidad siempre lo había sabido. Según me había dado a entender Jacobo cuando volví de mi baño matutino de piscina y humillación Viotonta se había ido esa misma noche, montando un pollo y dando un portazo porque Christopher le había mandado a dormir a su casita. En mi cabeza por un segundo se cruzo la idea de que lo había hecho por mí, porque quería estar conmigo y estaba enamorado pero poco a poco esas tonterías iban desapareciendo.
Me sequé el pelo lo mas rápido posible y pude poner mi ropa en la secadora con ayuda de Marion, cosa que nos llevo una hora mas. Christopher había desaparecido por completo cuando subí y me costó horrores justificarle a su hijo porque estaba como estaba.
—¿Cuándo te apetece que nos volvamos a ver? —pregunta Jacobo aparcado delante mi casa.
—No lo sé, hablamos por WhatsApp ¿vale?
Miro a la mi puerta y siento como hubiera pasado un mundo desde la noche anterior, cuando salía decidida a poner los puntos sobre las íes.
Me giro para despedirme de Jacobo y me planta un beso en los morros. Me aparto instintivamente y le miro con sorpresa.
—¿Qué haces? —pregunto en tono agresivo.
Jacobo me mira como un cachorro que acaba de meter la pata y relajo el gesto. Era mi novio, hacía lo que hacían los novios
—Perdona, es que no me acostumbro del todo —añado enseguida.
Se acerca de nuevo y me besa con suavidad el cuello.
—¿mejor? —susurra mirándome con esos ojos café.
Era un chico encantador y no me lo merecía.
Le respondo con una sonrisa y salgo del coche. La culpabilidad me pesa todavía mas y me arrastro como puedo a la puerta. No me giro para despedirme porque creo que me pondría a llorar.
Cruzo la puerta y una voz enfadada me saca de mis pensamientos.
—Se puede saber de donde vienes señorita.
Mi padre me mira con los brazos apoyados en la cintura, las cejas levantadas y la nariz arrugada. Es su habitual pose de enfado.
—Soy consciente de la hora que es pero habíamos bebido y no podíamos coger el coche...
Levanta la mano como señal de "cierra el pico"
—¿Tu móvil también había bebido? Quizás por eso no fue capaz de mandarme un mensaje ni contestar a mis llamadas. Estaba marcando el número de la policía Ana.
Mierda. Mi teléfono se habría quedado sin batería desde ayer por la noche. Es mas llevaba en mi bolsa todo ese tiempo y ni siquiera había pensado en él.
Pongo mi mejor cara de angelito y miro a mi padre con todo el amor del mundo. Susurro un "tienes toda la razón lo siento en el alma" y veo como relaja el gesto.
Mi padre, y no lo decía porque fuera mi padre, era un hombre realmente atractivo. Con sus cincuenta años bien llevados tenía ese aspecto de George Clooney. Pelo negro con tonos grisáceos, cara cuadrada, ojos castaños y piel morena. Además siempre vestía como un pincel, y cuando las mujeres descubrían que era una especia de escultor se le echaban encima. No era rico, pero no le hacía falta, ese porte y esa elegancia enamoraba incluso a las mas busconas.
—Espero que algo así no vuelva a pasar Ana, sabes que no puedo perderte, eres lo único que tengo, al menos lo único que tengo a mi lado—sentencia con tono triste.
Había dado en el clavo, me acerco a él y le abrazo con fuerza. Sé lo mucho que echaba de menos a mi madre, tanto que no había sido capaz de encontrar de nuevo a nadie despues de tantos años. Y mi hermana nunca se había importado por el desde la muerte de mi madre. Vivía su maravillosa vida y llamaba una vez al año. Era una desconocida para los dos .
—¿Y tu pulsera? —pregunta curioso.
Solo Juan Ruiz podía ser tan observador.
—Se me ha roto el cierre, la llevo en el bolso para arreglarla —miento
No quiero darle ningún disgusto, ya había tenido suficientes.
—¿Y la universidad qué? Porque últimamente creo que solo haces que ir a ese trabajo.
Pongo los ojos en blanco, mi padre se había puesto en modo interrogatorio sobre tu vida y eso me sacaba de mis casillas.
—Papa me convalidan las practicas con las clases, al menos durante el resto del semestre. Luego ya vuelvo a clases normales, ya te lo dije.
—Bueno pero no es normal que estés todo el día fuera de casa, te veo menos que antes.
—Mis jefes son algo exigentes, eso es todo.
Pienso en la piscina, Christopher mojado, vulnerable, sincero. Otro trocito de mi corazón se parte.
—Solo quiero que tengas cuidado, el mundo es un lugar feo y peligroso cariño.
Le abrazo de nuevo, en parte porque le quiero yen parte porque quiero que termine su charla para poder encerrarme en mi habitación a llorar.
Surte efecto, le doy un beso y me voy con la justificación de que necesito ducharme. Era sábado, lo que significaba que tenía todo el fin de semana para lamerme las heridas y volver el lunes al bufete con la cara bien alta.
No, no iba a "cortar" con Jacobo. Me hacía feliz, a su manera y de forma normal pero feliz al fin y al cabo. Con él no fingía ni me ponía nerviosa, no me preocupaba parecer idiota o no saber que decir y tenía bastante claro sus sentimientos. Empezaba una nueva etapa para mí.
Con novio, trabajo y suegro cañón. Tenía mucho que contarle a Sofía una vez terminara de lanzarme todos los cojines de la casa.
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MÍA
Teen FictionNo es que Ana no se enamore, que lo hace, pero necesita una conexión instantánea. Con Christopher Drew la tiene pero el universo le juega una mala pasada y mete en su vida a su hijo, un perfecto y enamorado caballero que es todo lo que una chica pue...