Capítulo 24

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La fiesta de cumpleaños de Jacobo se podía resumir en una autentica mierda.

Llevaba toda la noche a su lado viendo como se emborrachaba cada vez mas intentando olvidar que su madre no estaba. La verdad no sabía que eso era algo que le importase tanto, apenas habíamos hablado de ella desde que estábamos juntos y verlo destrozándose así por una mujer a la que no le importaba me partía el corazón, pero yo en ese momento tenía mis propios demonios y no estaba para animar a nadie. Quizás por eso él no paraba de beber, entre su madre y su callada y fría novia no tenía muchos motivos para ponerse contento.

Por si fuera poco tenia que ver como Christopher se paseaba por ahí con Violeta agarrada de su brazo. Parecía un chicle que había pisado sin querer y del que no se podía desprender.

De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y solo tenía ganas que de estar con él, ser yo la que le besase la mejilla y me agarrase a su brazo. Puede que todo mi odio hacia Violeta no fuera mas que envidia, pura y descarada envidia. 

Me salgo a la terraza intentando buscar un poco de aire fresco. Hace un frío horroroso y empiezo a congelarme nada mas salir, pero entre eso y lo de dentro prefería eso. La noche era muy oscura y preciosa. La luna, a lo alto, iluminaba como un enorme foco todo el ambiente. Siempre me había encantando mirar a las estrellas cuando me sentía perdida, era una forma de aclarar las ideas y sentirme algo mejor. Esa vez ni la inmensidad del universo me podía ayudar. 

Acaricio mi piel de gallina fría como el hielo intentando obtener algo de calor. Mis pensamientos se abalanzaban uno sobre otro y hacían que mi cabeza estuviera a punto de estallar.

Ya no era solo Christopher y todo lo que había pasado entre nosotros, era el maldito tema de Marcus que no me dejaba en paz y toda la situación con Jacobo. Le quería y sentía pena por todo lo que le pasaba. Era un chico impresionante que solo quería sentirse querido.

—Si pretendes morir de hipotermia sería mas rápido lanzarte a la piscina —murmura una inconfundible voz a mis espaldas.

No necesito girarme para mirar esos precioso ojos azules. Los mas intensos que había conocido nunca. Era instantáneo, en cuanto le oía cierta calma volvía a mi.

—Tienes cientos de invitados ahí dentro que requieren mas de tu ayuda que yo —respondo mas seria.

No era el momento de hacer bromas ni de flirtear. Los dos lo sabíamos. Habíamos cruzado una línea demasiado delgada.

Como si no me hubiera oído me cubre con su chaqueta por detrás. El calor es increíblemente bienvenido, junto con su intenso olor. Ese olor me volvía loca. 

—Digamos que ninguno de ellos me interesa.

Sus palabras me hacen feliz, no debería, pero lo hacen. 

Se para a mi lado y me mira, pero no soy capaz de devolverle la mirada, sería mi perdición una vez mas y ese no era el mejor lugar para hacer nada. 

—Lo siento —logro decir al cabo de unos minutos — Sé en que posición te he puesto y no sabes cuanto lo siento.

Me tapo un poco mas. No sé si era por su chaqueta o porque lo tenía al lado pero de repente todo el frío se había esfumado. 

—No me has obligado a hacer nada Ana —responde con voz baja, como si se lo dijera a si mismo—. No has ayudado que digamos, pero he hecho lo que quería hacer. Bueno, al menos una parte. 

Su voz empezaba a adquirir un tono sexy, el tono que siempre conseguía que un calambre subiera por mi estomago. 

—¿Qué mas quieres hacer? —pregunto sin saber muy bien porqué.

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