Su celular comenzó a sonar. Lo tomó y miró la pantalla. Era Hyeri.
- Hyeri - dijo algo agitado al contestar.
Había ido al bar en busca de Minah, y le habían dicho que había salido apurada y sin decir a donde. Ahora estaba caminó a su casa.
- Lay - escuchó la voz llorosa de su amiga.
Y en ese instante él lo supo.
- ¿Dónde está Minah? - le preguntó mientras sentía como un nudo se formaba en su garganta.
- Eunji murió, Lay - sollozó la castaña.
El cerró los ojos al escuchar esa noticia, que ya sentía en su corazón.
- ¿Dónde están? - volvió a preguntar, necesitaba saber de Minah.
- Yo estoy yendo hacia el hospital con Kai, están en el hospital Kangsu - dijo ella.
- Voy para allá enseguida - dijo y cortó.
Sintió una impotencia muy grande, unas ganas tremendas de romper todo lo que estaba a su alrededor.
Se sintió un miserable por no haber estado con ella en todos estos meses.
Se sintió un imbécil al dejar que los celos y las tontas palabras de Hanni lo alejaran de ella.
Se sintió un estúpido al no haber creído y confiado en las palabras de Minah.
Se sintió impotente al no haber reaccionado a tiempo, cuando Hyeri le contó todo.
Tomó un taxi y le pidió casi desesperado que lo llevara rápidamente al hospital que Hyeri le había indicado. Cuando llegaron, le pagó y se bajó rápidamente.
Entró y comenzó a correr desesperado por el largo pasillo. Lo único que quería era encontrarla y abrazarla. La gente se abría paso a su camino, ya que su velocidad era rápida y parecía que iba a llevarse puesto a alguien.
Dobló hacía su derecha y detuvo su paso al verla allí parada. Ella no parecía estar allí. Sus ojos estaban fijos en la nada, su rostro empapado en lágrimas, estaba pálida y temblaba. Lay sintió un dolor en su pecho, era el dolor que le causaba verla así.
¿Por qué tenía que pasarle esto a ella?
¿Acaso no era suficiente todo lo que ya había sufrido?
Minah levantó la mirada y lo vio allí. Su corazón sintió achicarse un poco más de lo que ya estaba. A pesar de todo, ella sabía cuanto lo necesitaba en ese momento.
Sin seguir pensando se acercó corriendo a él. Lay la abrazó con fuerza cuando chocó contra su cuerpo, dejando que ella rompiera en llanto.
- Estoy aquí, no voy a dejarte - le dijo él reteniendo algunas de las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Le dolía tanto verla sufrir.
Ella sollozó dolorosamente aforrándose más al pecho del azulino. Lay acarició su espalda y la apretó con fuerza. Era mejor que se desahogara con alguien abrazándola, y él no iba a soltarla por nada del mundo.
Pasaron varios minutos hasta que Minah logró calmarse un poco. Con cuidado Lay la alejó un poco para mirarla a los ojos. De sus ojos aun salían lágrimas, lágrimas silenciosas y llenas de dolor. Él levantó una de sus manos y las secó suavemente.
- ¿Qué haces aquí? - le preguntó ella.
Lo que menos esperaba en ese momento era verlo allí, pero le agradaba tanto verlo, lo necesitaba más de lo que ella quería admitir.
- Soy un imbécil, soy una mierda. Yo no se que pasó conmigo Minah, este que ves aquí no soy yo. Yo soy el chico que conociste hace algunos meses, ese si soy yo...
- Lay...
- Lo siento tanto Minah - dijo mientras su voz se iba quebrando al final de la oración.
Ella miró atontada como las lágrimas resbalaban por las mejillas del chico. Entonces sintió un impulso posesivo que recorrió todo su cuerpo. Se acercó rápidamente a él y tomó sus labios, mientras soltaba un nuevo sollozo.
El cerró los ojos y la tomó de la cintura abrazándola. Dejó que las lágrimas siguieran cayendo de sus ojos, mientras sentía los labios y las lágrimas de ella también.
Su sabor era una mezcla dulce de ella y las saladas lágrimas que derramaba.
Minah no dejaba de llorar, y al sentir las lágrimas de Lay sobre su rostro, su llanto aumentó. No sabía porque estaba haciendo esto. Lo único que sabía era que lo necesitaba. Lo necesitaba mucho.
Sintió un pequeño alivio ante todo ese reciente dolor que se había apoderado de ella. Sus labios se movían despacio sobre los de ella, y sintió una agradable sensación de protección.
Él la rodeó más con sus brazos, como si eso fuera suficiente para alejarla del dolor.
- Perdóname, por favor, perdóname - susurró él alejándose apenas de su boca y volvió a tomarla para otro beso.
Minah no podía pensar con claridad lo que estaba haciendo, pero su corazón se sentía mejor. Por lo menos un poco mejor...
El molesto sonido de un celular hizo que sus bocas dejaran de moverse y que ambos cayeran en lo que estaba pasando.
Minah se alejó de él y le dio la espalda para secar sus lágrimas.
Lay tomó su celular que sonaba molesto y con fuerza. Lo miró. Hanni.
Soltó un pesado suspiró y corto, no tenía ganas de hablar con ella. Miró a Minah que le daba la espalda.
Tenía que decirle algo, tenía que decirle que él estaba realmente arrepentido de todo lo que había pasado entre ellos. Que la extrañaba... la extrañaba tanto.
- Minah - la llamó Minho, mientras se acercaba rápidamente a donde estaban ellos. La abrazó con fuerza y miró a Lay - Nunca más vuelvas a irte así, ¿entendiste? - la regañó sin dejar de abrazarla - ¿Qué haces aquí? - le pregunto a Lay.
- No voy a dejarla sola en este momento - le contesté él.
Minho asintió sin soltar a su hermana, a pesar de que no le caía muy bien Lay, sabía que a su hermana le hacía bien.
- Minah - todos escucharon la quebrada voz de Hyeri mientras se acercaba con Kai detrás.
Minah soltó a su hermano y corrió al encuentro de su amiga. Volvió a llorar en brazos de la castaña. Hyeri dejó que las lágrimas también salieran de ella.
- Ella esta en un lugar mejor, cariño - le dijo sin soltarla.
- Lo se - susurró Minah.
Kai se acercó y las abrazó a ambas. Hyeri levantó la vista y miró a Lay. Le sonrió dulcemente. Sabía que iba a venir a estar con Minah, sabía perfectamente que debajo de ese nuevo e idiota Lay, estaba el Yixing dulce y cariñoso de hacia unos meses.
- Minah, ¿Por qué no vas a casa? - le preguntó Minho- Yo me encargaré de los trámites que hay que hacer...
- No, no - dijo ella alejándose de su amiga y secando su rostro - No quiero irme a casa.
Lay se acercó a ella y tomó su mano.
- Va a ser lo mejor, luego iremos todos juntos al entierro - le dijo él.
Ella lo miró fijo a los ojos, y no supo que decir. Estaba confundida, pero sobre todo asombrada por lo que había pasado.
- Él tiene razón - habló Kai. Lay lo miró - Hyeri y yo ayudaremos a Minho, tú puedes ir a casa con Yixing.
Después de volver a llorar y renegar un poco Minah acepto irse a casa, para intentar dormir o tranquilizarse un poco. Todo era muy resiente.
Y había pasado de la noche a la mañana.
Su madre estaba bien el día anterior, por eso ella había aceptado ir a la fiesta de Hallowen.
¡Vaya fiesta, el peor día de su vida!
Lay la cubrió con su campera, pues ella estaba desabrigada. Cuando salieron sintieron unas cuantas gotas sobre sus rostros.
Minah miró su auto y volvió la vista a Lay.
- ¿Podemos ir caminando? - le preguntó.
- Está lloviendo, vas a enfermarte...
- Por favor, necesito caminar - le pidió ella.
Él miró fijo sus ojos y esas ganas de besarla otra vez lo invadieron. Asintió y comenzaron a caminar.
Caminaban abrazados. Lay la sostenía con fuerza cerca de él, y le hizo ponerse la capucha de la campera cuando la lluvia se hizo más intensa.
Minah se apoyó un poco contra él, mientras sentía que otra vez ese vacío en su corazón iba a consumirla.
Caminaron despacio y sin hablar. Minah lloraba en silencio, la perdida de su madre, pero sus lágrimas no se notaban, pues la lluvia las camuflaba.
Lay estaba empapado. Pero no sentía molestia alguna. Nada parecía estar a su alrededor más que Minah.
- ¿Quieres venir a casa? - le preguntó él. Ella levantó su rostro para mirarlo - Tal vez no te haga bien que nos quedemos aquí.
Ella miró la puerta de su casa y levantó la vista al cielo. Llovía a cantaros, el cielo de noche estaba más oscuro y denso por las nubes.
No había estrellas, ni luna. Solo oscuridad, oscuridad en la que su madre se encontraba ahora.
Sintió como un nuevo nudo se formaba en su garganta. Una presión en medio de su pecho le impedía pronunciar palabra alguna.
La sensación de impotencia, llenaba sus ojos de lágrimas.
Lay se acercó a ella y tomó su rostro con ambas manos para que ella lo mirara.
- Abrázame por favor - musitó ella mientras rompía en llanto una vez más.
Él la estrechó contra su pecho. Manteniéndola entre sus fuertes brazos. La lluvia caía pesada sobre ellos. Un rayo pareció partir el cielo.
- Vamos Minah, vamos a casa - le dijo sin soltarla - No quiero que te enfermes.
Ella asintió y cruzaron la callé, para entrar a la casa del chico. Todas las luces estaban apagadas. Lay encendió una para mirar a su alrededor. Parecía que no había nadie. Se acercó a la mesa y encontró una nota.
Hijo: Sabemos lo que pasó con la mamá de Minah, estamos junto a Minho, pues tu padre se ofreció a ayudarlo en todo. Tu hermano está en lo de un amigo. Cuida a Minah... mamá.
Guardó la nota y se giró a ver a Minah. Vio como ella temblaba levemente. Se acercó y tomó su mano para comenzar a caminar hacia la cocina. Prendió el horno para que se calentara aquella parte de la casa. La sentó en una silla y fue en busca de una toalla para envolverla en la misma.
- No puedes estar con toda esa ropa mojada - le dijo él.
Ella levantó su roja mirada del piso. Lay sintió como su corazón se partía. Quería que ella estuviera bien, pero sabía que eso era muy difícil de pedir.
- ¿Por qué no te das una ducha? Te doy un poco de ropa mía, aunque va a quedarte enorme - logró sacarle una leve sonrisa. Eso lo hizo sentirse mucho mejor. De verdad la había extraño - ¿Quieres?
- Aja - dijo ella por lo bajo.
- Ven - le dijo y tendió su mano para que ella lo tomara.
Minah tomó su mano y subieron las escaleras hacia la habitación de Lay. El sacó de su placard el pantalón de dormir más pequeño que encontró y una remera de Nike que él utilizaba cuando tenía 14 años. Esa ropa ni siquiera le entraba a él, pero a pesar de eso estaba seguro de que a ella le iba a seguir quedando enorme. Le dio una toalla seca y la dejó sola en su baño.
Él tomó un poco de ropa seca y fue a ducharse al baño de sus padres. Salió y entró a su habitación. Se acercó a la puerta del baño, y estaba por tocar, pero escuchó un pequeño sollozo.
Ella estaba llorando. Sintió otro golpe en su pecho. Él no quería escucharla llorar más, lo desesperaba no saber que hacer para calmar su angustia. Tocó la puerta con tres golpes suaves.
- Ya salgo - escuchó su voz temblorosa.
Entonces abrió con cuidado la puerta y entró. Ella estaba sentada en el suelo contra la pared, levantó su vista y lo miró, ya se había bañado y estaba vestida con la ropa que él le había dado.
El entró del todo y se acercó despacio a ella, para sentarse al frente.
Minah no lo miraba fijo a los ojos, sino que miraba fijo el punto en donde estaban apoyadas sus manos, justo sobre sus rodillas.
Lay estiró la mano y levantó su mentón para que lo mirara. Una lágrima rodó suave por su mejilla. Con su pulgar, Lay la secó.
- Ya no llores - murmuró.
- Aun no caigo, ¿sabes? - habló ella con la voz quebrada - Ella se fue...
- No Minah, ella no se fue. Ella está en tu corazón - le dijo suave. Ella lo miró fijo a los ojos por unos cuantos segundos. Tenía una pregunta rondando en su cabeza, desde que él había llegado al hospital.
- ¿Por qué fuiste al hospital? - le preguntó ella.