Lay se dejó caer en su cama pesadamente. Miró fijo al techo y se preguntó si era posible que lo que pasó con Minah, solo hubiese sido un sueño. Había llegado a su casa y se había bañado y cambiado.
No, no había sido un sueño. De verdad había pasado, y fue lo mejor que le pasó en la vida. Sonrió y escuchó como la puerta de su habitación se abría. Levantó la cabeza y lo miró.
Su padre, se acercó con cuidado a la cama y se sentó a su lado.
- Me dijo mamá que llegaste hace un rato - le dijo él.
- Si - le dijo y sonrió tontamente - Lamento no haber llamado, para avisar que no vendría a dormir...
- Tranquilo, se porque fue - dijo y sonrió cómplice.
Yixing se sentó sobre sus codos y lo miró.
- ¿Cómo lo sabes?
- ¿Acaso crees que no fui joven? - le preguntó y palmeó su hombro - Hijo, yo también tuve mi graduación...
- Ya - dijo Lay sonriendo divertido - No quiero saberlo...
- ¿Cómo se llama? - dijo su padre.
- ¿Quién?
- La chica.
Lay tragó sonoramente. No podía decirle a su padre que... lo había hecho con Minah. Eso no sería apropiado, ni de caballero.
- Eso... no tiene importancia - le dije.
- Claro que la tiene, ¿la conozco?
pensó el azulino.
- No, no la conoces - le contestó.
- ¿Te cuidaste, verdad?
- Claro que si.
- Bueno, entonces todo esta bien. Todo está en orden. Y mejor no le digamos nada a mamá. Ya sabes como es, se pondrá insoportable y querrá saber todo - dijo divertido.
- Si, por dios. No le digas nada - le pidió el chino.
Su padre sonrió y se puso de pie. Caminó hasta la puerta, pero antes de salir se giró a verlo.
- ¡Ah, casi lo olvido hijo! Ya tengo tus pasajes para China, te vas dentro de 2 semanas.
Lay se sentó rápidamente en la cama y lo miró fijo.
¿Dos semanas? ¿Dentro de dos semanas?
Pero no, eso no era posible.
Se puso a pensar un poco y se dio cuenta de que ya casi estaba terminando el año. Miró de nuevo a su padre y sintió como su boca se secaba.
- ¿Pasa algo Yixing? - le preguntó.
- Mmm, no nada - dijo él y se puso de pie - No me di cuenta de que ya... ya estaba llegando esa fecha.
- Si, lo se. Es extraño. Los meses pasaron volando. Pero ya verás que todo saldrá bien. Irás a estudiar a la Universidad que querías y conocerás gente nueva... una ciudad distinta. Ya hablé con el rector de la Universidad, y dicen que están ansiosos por recibirte.
- Bien por ellos - susurró el chino.
- Bueno hijo, debo irme a hacer unas cosas a la oficina. Nos vemos en la noche - le dijo y salió de allí dejándolo totalmente desconcertado.
¿Irse? ¿Ya tenía que irse? ¿Qué iba a hacer él si se iba y no volvía a verla a ella? ¿Cómo iba a poder soportarlo?
Pero por un lado estaba su padre, el hombre que siempre le dio todo en la vida y le enseño a ser un hombre de bien. No podía fallarle a su padre.
- ¡Maldita sea! - rugió y se dejó caer de nuevo en la cama.
Su cabeza trabaja a mil por hora. Él no quería irse, y mucho menos ahora que tenía amigos, amigos de verdad. Y que la tenía a ella. Y mucho menos ahora que él había hecho el amor con ella. Cerró sus ojos y trato de calmarse.
-Nunca más voy a dejarte Minah.
Las palabras que él le había dicho después de la muerte de Eunji vinieron a su cabeza.
¿Cómo pudo decirle una cosa así, sabiendo que no iba a poder cumplirla?Minah caminó hasta la puerta de su casa, pues el timbre acababa de sonar. La abrió y pensó que su corazón se iba a salir de su lugar al verlo allí parado.
- Hola - la saludó él.
- Hola - dijo media tonta - Pasa, pasa.
Lay asintió y entró. Miró a su alrededor para percatarse de que no había nadie que pudiera matarlo o algo por el estilo.
- Minho no está - dijo tímida.
Él sonrió nervioso y caminó hasta la cocina. Minah lo siguió. Se sentaron en las sillas y Minah le sirvió un vaso de licuado.
Lay lo aceptó y comenzaron a tomar sin decir nada. El chino clavó su vista en ella, mientras ella miraba fijamente la mesada. Se dio cuenta de que tenía los ojos llorosos.
Había estado llorando.
- ¿Qué pasó? - le preguntó enseguida. Ella lo miró algo confundida.
- ¿Con que? - le dijo.
- Estuviste llorando, ¿Qué pasó?
Minah bajó su mirada de la suya y sonrió levemente. Volvió a mirarlo.
- Hoy... hoy me acorde de mi madre - habló por lo bajo.
- ¿Qué recordaste?
Ella lo miró fijo. No podía decirle que lloró porque se moría de ganas de contarle a su madre como había sido su primera vez. Y lo extraña que se sentía con todo lo que sentía hacia él. No podía contarle lo afligida que se sentía de no tener a su madre para pedirle un consejo. Para pedirle ayuda, para preguntarle como debía seguir, que debía hacer. No podía decirle que había llorado porque no lo había besado por la mañana antes de que se fuera. Simplemente no podía decirle eso.
- Solo recordé cosas que ella me decía... nada importante - susurró.
- Pero lo menos lloraste, eso es bueno - dijo él.
- ¿Llorar es bueno? - preguntó extrañada.
Yixing rió por lo bajo, mandando un escalofrío a través de ella. Le corrió la espalda completamente, erizando su piel.
- No quería decírtelo, pero... después del entierro no volviste a llorar y eso... eso no es bueno. No es bueno guardarse las lágrimas - le dijo.
Minah sintió como sus ojos se humedecían.
- ¿Si lloro ahora, esta bien? - preguntó.
- Claro que si - dijo él y se puso de pie para acercarse a ella y abrazarla.
Minah apoyó su cabeza sobre su pecho y dejó que las lágrimas salieran sin control de sus ojos. Pero al instante los cerró los ojos al aspirar aquel dulce aroma que había quedado en ella por la mañana.
Lay la apretó con fuerza, y lo invadieron las ganas de besarla. Pero no, eso no era lo correcto, ellos eran amigos.
Está bien, está bien. Habían hecho el amor, pero... era obvio que ella lo quería solo como a un amigo.
Con cuidado se alejó de ella y la miró a los ojos. Levantó su mano y secó sus lágrimas. Pero entonces algo fue más fuerte que él.
Se encontró tomando su rostro con ambas manos. Relamió sus labios al mirar los de ella. Tenía que besarla, era algo que no podía evitar.
- ¡Hola! ¿Hay alguien? - ambos escucharon la voz de Hyeri.
Lay se alejó rápidamente de ella y se sentó en la silla. Hyeri entró a la cocina y los miró bien. Minah secó bien su rostro antes de mirar a su mejor amiga. Le sonrió.
- Hyeri, ¿Cómo estas? - le preguntó.
- Un poco mal - dijo la rubia.
- ¿Por qué? - preguntó Lay poniéndose de pie - ¿Te sientes mal? ¿Es la bebe? ¡Oh dios, me voy a desesperar!
Amabas chicas estallaron en risas. Lay se había puesto repentinamente blanco.
- No, no Yixing. Tranquilo, no es la bebe - dijo divertida Hyeri
Kai entró detrás de Hyeri. Lo miró bien.
- ¿Qué te pasó hermano? - le preguntó.
- Acaba de tener el susto de su vida - dijo Minah.
- Mejor dicho, la interrupción de su vida - dije Hyeri.