Cap. 22

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Él la miró fijo a los ojos por unos cuantos segundos, sin decir nada. El porque había ido a buscarla era simple y claro. Él necesitaba de ella...
- Porque, porque cuando fui a mi casa vi la ambulancia en la puerta de la tuya, al instante supe de que se trataba. Fui a buscarte a la fiesta, pero no estabas. Luego fui al bar, y ya te habías ido. Hasta que me llamó Hyeri y me dijo donde estabas...
- Pero, ¿Por qué? - le preguntó ella. Necesitaba porque él se había preocupado, que era lo que le había hecho entender que se había comportado como un completo idiota.
- Yo... necesitaba verte y saber como estabas. Necesitaba... cuidarte - contestó él - Porque me he dado cuenta, creo que tarde, que... que he sido un imbécil. Perdóname por favor.
Ella se acercó más a él y se metió entre sus brazos para abrazarlo. Escondió su rostro justo debajo de su masculino mentón. Y dejó que algunas lágrimas cayeran de sus ojos.
Aunque las cosas que él le había dicho le dolieron y la hicieron sentir mal, ella no podía seguir alejada de él. Era algo que no podía hacer. Y mucho menos en este momento.
Lay colocó sus brazos alrededor de ella y la mantuvo cerca. Con de sus manos acaricio sus cabellos húmedos y su espalda.
- ¿Vamos a comer un poco? - le preguntó él.
Ella se alejó para mirarlo. Sonrió débilmente.
- No tengo hambre - murmuró ella.
- Tienes que comer algo, Minah... por favor.
- Está bien.
Se pusieron de pie y salieron del baño. Llegaron a la cocina y Lay se dispuso a cocinar. Minah no pudo evitar reírse cuando vio la concentración que hacía el chino al cocinar. Lo miró con ternura, y él levantó su vista para mirarla.
- ¿Qué sucede? - le preguntó.
- Tu cara de concentración, para que estas por encontrar la cura del cáncer - le dijo ella.
Y al decir eso, un nuevo nudo se formó en su pecho. Tal vez si alguien hubiese encontrado la cura de esa maldita enfermedad su madre... su madre aun estaría viva.
Levantó una de sus manos y tapó su boca, al escaparse de ella un nuevo sollozo. Lay soltó lo que estaba haciendo y se acercó rápidamente a ella. Tomó su rostro e hizo que lo mirara fijo a los ojos.
- Ya no Minah ya no llores - le pidió.
Ella se ahogó en su llanto y no pudo pronunciar ninguna palabra. Era como si hablar le doliera. Le dolía respirar,
Le dolía pensar,
Le dolía mirar a su alrededor.
Todo lo que hacía le dolía.
Excepto mirar aquellos ojos negros que estaban frente a ella.
- Me duele tanto el pecho Lay, siento que no puedo respirar - dijo entre lágrimas.
Él se inclinó hacia ella y apoyó su frente contra la suya, rozando su nariz, cerca de sus labios.
- Dime que puedo hacer para curarte un poco - musitó él.
Lay cerró los ojos al respirar y aspirar el aroma de Minah. No iba a poder detenerse, tenía que besarla.
Ella sentía como el calor de su aliento rozaba sus labios, con la promesa de alivio, de consuelo, de protección... De amor. Entonces, no supo que fue, pero levantó un poco más la cabeza, para salir al encuentro de su boca.
Él sintió como su corazón se aceleraba y bombeaba más rápido que antes. Tomó su rostro con más firmeza para terminar de presionar su boca contra de ella.
Minah abrió con cuidado su boca, acercándose más a él.
Sus labios comenzaron a juntarse en su suave baile.
Con sus dedos Lay, secó las lágrimas que se encontraban estancadas en las mejillas de Minahw. Él no podía explicar la sensación que sentía mientras la besaba. Nunca había sentido algo así. Eso lo asustaba.
Ella apenas podía pensar, sus labios se movían tan suaves sobre los de ella, que sintió vergüenza al sentir placer de aquello.
El teléfono de la casa comenzó a sonar, pero aun así Lay no se alejó de ella. Solo soltó un poco sus labios para respirar y volver a tomarlos con cuidado.
El sonido llegaba por todos lados, retumbaba en cada rincón y se expandía por toda la casa.
Minah soltó suavemente su boca.
- Está sonando el teléfono Lay, quizás sea mi hermano - murmuró agitada. Él solo asintió y logró alejarse completamente de ella. Fue hasta el teléfono.
- Hola - dijo agitado y algo enojado.
- Lay, ¿Dónde estás mi amor? ¿Por qué me trataste así? - escuchó la chillona voz de Hanni.
Puso los ojos en blanco y maldijo para sus adentros. Era la segunda vez que ella interrumpía un beso tan lindo.
- Hanni, creo que fui muy claro contigo, se terminó - le dijo.
- ¿Por qué? - preguntó ella nerviosa.
- Porque no me pasa nada contigo, es más nunca me pasó nada contigo. Y además de que no puedo estar con una persona tan superficial y... y...
- ¿Y que? - dijo ella.
- Y tonta.
- ¿Cómo te atreves a decirme una cosa así? ¡Yo te hice, yo te saqué de la mediocridad en la que estabas con las estúpidas esas!
- ¡No las llames así! - elevó su voz sobre la de ella - No les llegas ni a los talones.
- Eres un mal agradecido...
- No, ¿sabes que? Te lo agradezco, me has hecho aprender que dejarse llevar por los impulsos y los celos es muy malo. Y además que las chicas como tú son todas iguales... así que Hanni, mucha suerte en el mundo Hallyu.
Colgó el teléfono y caminó despacio hasta la cocina.
¿Qué debía de hacer ahora?
¿Qué tenía que decirle?
Ella lo miró cuando entró la cocina. Sentía su corazón acelerado, no podía explicar aquel beso. Como tampoco podía el beso del hospital. Estar cerca de él, era algo que no podía explicar. Sus labios aun estaban calientes por el roce y la presión.
Lay se acercó a la comida y no dijo nada.
- Era Hanni - le contó luego de unos segundos. Ella sintió una presión en su estomago. Una punzada de enojo - Termine con Hanni.
Lo miró bien, no esperaba escuchar aquello.
- ¿Por qué? - le preguntó.
- Porque no siento, nada por ella - contestó sin dejar de cocina.
Minah asintió y guardó silencio mientras el cocinaba. No se dijeron nada durante todos esos minutos.
Cuando terminó, Lay tomó un plato y le sirvió un poco a Minah. Para luego ponerlo frente a ella. Se sirvió un poco para él y comenzó a comer.
Ella miró fijamente el plato. Se veía realmente delicioso, pero no tenía hambre. Tenía el estomago cerrado. Lay la miró.
- Vamos Minah, come un poco - le dijo. Ella sonrió levemente.
- No tengo hambre, Lay - dijo y lo miró a él.
Sintió que el aire la abandonaba ante aquella mirada negra profunda. Una mirada dulce y tierna. Una mirada que le causaba confusión, y al mismo tiempo la hacia sentir segura.
- Por favor golosa, si comes un poco luego te doy un chocolate - dijo dulce.
Ella no pudo evitar sonreírle al escuchar como la había llamado. Golosa.
- Esta bien, extraño.
Tomó el tenedor y pincho un pedazo de carne. Con cuidado lo llevó a su boca. Lay la miró esperando que dijera algo.
- ¿Y? - dijo él - ¿Ya puedo casarme?
- Está delicioso, pero no puedes casarte - contestó ella, mientras con cuidado pinchaba otro pedazo.
- ¿A no? ¿Y porque? - preguntó él sentándose erguidamente.
Ella lo miró fijo. No se había dado cuenta de que había dicho eso en voz alta. ¿Por qué no puede casarse?
'Y es simple, tiene 17 años... Y ni loca dejaría que te casaras con alguna loca, hueca y superficial' -pensó.
- Porque aun eres joven - le contestó ella. Él rió por lo bajo.
- Lo se, lo se. Pero en un futuro, si cocino así ¿podré casarme?
- Supongo que si...
Ella volvió su mirada a la comida, no quería que él viera que ella se moría de celos con solo pensar que él podría estar con otra.
La noticia de que había dejado a Hanni le alegró de tal manera, que la asustó al mismo tiempo. En su cabeza no dejaba de imaginarse como fue aquella situación. Se imaginó la cara de Hanni y eso la llenó de satisfacción.
Terminaron de comer y juntaron las cosas. Lay se acercó a un cajón y sacó una barra de chocolate. Minah sonrió levemente y se acercó a él para recibir su parte.
Salieron de la cocina y se sentaron en el sillón. Lay tomó el control y prendió la tele.
De repente un trueno pareció partir todo. La luz se cortó y la casa quedó en penumbras. ,
Minah se puso de pie y miró a su alrededor. Todo estaba tan oscuro. Sintió una presión en su pecho. No le gustaba la oscuridad, nunca le había gustado. Y hoy mucho menos que antes.
Le hacía pensar a cada segundo en la oscuridad en la que ahora estaba Eunji. Sus ojos de nuevo de poblaron de lágrimas, hasta que sintió unas manos posarse alrededor de su cintura y acercarla contra él.
Lay la apretó con fuerza para susurrarle algo al oído.
- No tengas miedo, vamos a buscar unas velas - le dijo. Ella asintió apretada a su pecho.
Caminaron en silencio y con cuidado, para no chocarse con nada. La lluvia se escuchaba por todos lados. Era fuerte y pesada. El viento golpeaba las ventanas, provocando que la oscuridad fuera más espeluznante.
Minah apretó con fuerza la mano de Lay. Él percibió aquella y detuvo su paso.
- ¿Quieres ir a dormir? - le preguntó.
- Si - dijo ella algo afligida - Pero no quiero dormir sola Lay, no quiero...
- Shhh, tranquila - musitó - No voy a dejarte sola.
Volvieron sus pasos hacia atrás para ir hacia las escaleras. Subieron y llegaron al cuarto del chico. Lay encontró una linterna y la prendió para iluminar un poco el cuarto. Hizo que Minah se acostara en la cama y se arrodilló a su lado. Ella lo miró bien.
- Voy a quedarme aquí hasta que te duermas...
- No - dijo ella rápidamente - No te vayas, quédate. Duerme conmigo.
El tragó saliva sonoramente. Él no tenía pensado eso, pero... ¿Cómo iba a decirle que no? ¿Cómo iba a dejarla sola? ¿Otra vez?
No, otra vez no. Y nunca más...
Se puso de pie y rodeó la cama para acostarse del otro lado. Se metió debajo de las sabanas y con cuidado la acercó a él.
Minah apoyó su cabeza sobre su pecho y se quedó quieta. Era increíble la sensación de seguridad que él le daba.
- ¿No vas irte, verdad? - dijo ella.
- No, no voy a irme.
- Gracias Lay, yo...
- ¿Me has perdonado? - le preguntó él - Necesito saberlo, necesito saber si me has perdonado. Yo... de verdad estoy arrepentido.
- Lo se, lo se - musitó ella - Y ya pasó. Yo no tengo que perdonarte nada, porque... un poco fue mi culpa y...
- No, no fue tu culpa. No tienes la culpa de nada. Él único imbécil aquí soy yo.
Ella sonrió levemente, y sin darse cuenta se abrazó más a él.
- Si eres un poco imbécil...
Lay rió por lo bajo. Dejaron de hablar y lo único que se escuchaba era el sonido de la lluvia. Los relámpagos iluminaban un poco la habitación. La tormenta era intensa, pero enseguida iba a terminar. El tenía su mirada fija en el techo. Uno de sus brazos estaba alrededor de Minah y la sostenía cerca de él. La otra mano estaba detrás de su cabeza.
Tenía que decírselo, él no podía seguir guardándose todo lo que sentía.
- Ya no voy a dejarte Minah, nunca más - le habló él - Hay algo que debes saber. Hoy cuando te estaba buscando, sentí que iba a volverme loco si no te encontraba. Sentí que si no te encontraba enseguida mi mundo... mi mundo iba a acabarse. Estaba desesperado por encontrarte, por abrazarte, por... por besarte. Y cuando te encontré nada más me importó. Absolutamente nadie más que tú. Porque yo... yo estoy enamorado de ti.

El primer amor siempre duele ➳ LayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora